07/07/2024

El zoólogo Fernando López-Mirones señala el papel del animalismo: es un «arma universal contra Dios»

Más de una vez se ha apuntado el carácter contradictorio de los postulados de la ideología animalista, pues, al mismo tiempo que equipara a la especie humana con todas las demás, le exige un comportamiento hacia el resto de especies que éstas no guardan entre sí. Es una contradicción de la que resulta imposible escapar, porque solo hay una especie capaz de modificar su comportamiento en base a un principio moral (un «deber ser»): la especie dotada de razón para entenderlo, ponderarlo y aplicarlo.

En síntesis: solo porque el ser humano es «superior» podemos intentar convencerle del desvarío que supone rechazar ese estatus y actuar como si no lo fuera.

Una «ideobiología» sentimental y autodestructiva

Ahora bien, la ideología animalista no se presenta en forma de discurso filosófico elaborado que intenta ganar adeptos por convicción racional. Se presenta en una forma mucho más eficaz: como una «ideobiología sentimental» destinada a presentar al hombre como «un parásito cuya población hay que disminuir». Es decir, utiliza nuestro amor por los animales «como arma para destruirnos«.

Son palabras de Fernando López-Mirones (autor del best seller Yo negacionista) quien acaba de publicar Lupus Deus, el Dios Lobo. Regreso al tótem (Almuzara). En este ensayo ofrece algo más que un buen argumentario contra el animalismo:

-explica la clave de su fortaleza emocional;

-desvela además su narrativa y su condición pseudorreligiosa;

-y señala sin ambages su objetivo último de dominación.

En síntesis: es una «Nueva Religión, con tal poder en las mentes de millones de personas que puede cambiar el paradigma mundial sirviendo como marco filosófico a la esclavización de la llamada ‘raza humana'».

Un zoólogo y documentalista en la estela de los grandes maestros

López-Mirones (n. 1964) es un biólogozoólogo que ha traducido su amor por los animales (los de verdad, no los del que denomina «mascotismo ilustrado») guionizando o dirigiendo más de 130 documentales, algunos premiados y traducidos a ocho idiomas. Ha trabajado para productoras naturalistas del prestigio de National Geographic o BBC Natural History Unit. Y esa experiencia le ha permitido ejercer durante dieciocho años  como profesor universitario de Documental Científico y de Investigación

Lupus Deus, el Dios Lobo‘: además de un análisis del animalismo como zoólogo, López-Mirones desvela, como documentalista, las claves de dominación psicológica, a través de las emociones, de las ideologías globalistas.

Formado en la admiración por el trabajo de Félix Rodríguez de la Fuente o Jacques Cousteau, de David Attenborough, Gerard Durrell o David Bellamy, ha seguido sus pasos para filmar la vida animal en todo el mundo, y en este libro deja constancia de algunos encuentros con lobos, leones, elefantes de selva y orangutanes que hielan la sangre.

Enamorado de ese contacto directo con la naturaleza salvaje, actualmente organiza safaris en África y viajes en velero para pequeños grupos que comparten su amor a la sabiduría, su desprecio por el wokismo y un espíritu de combate contra «ese conjunto de creencias destinadas a la alienación de la necesidad humana de trascendencia religiosa«.

Una nueva religión

Porque ésa es una de las miserias del animalismo que Mirones no tiene problema en señalar: es «un arma universal contra Dios» en cuanto «zoolatría» y «regreso a las creencias más antiguas de la estirpe humana»: «Estamos no solo humanizando a animales que ni siquiera se reconocen a sí mismos en un espejo, sino que los estamos convirtiendo en los nuevos dioses» en paralelo a la «deconstrucción del ser humano tal y como lo conocemos» mediante otras ideologías coadyuvantes como la del «cambio climático» o la «sostenibilidad». Todas formando parte de «un plan muy bien trazado».

En resumen, el propósito de este libro, en palabras de su autor, es desmontar una a una todas las «bases ideobiológicas de la Nueva Religión«. Entre ellas, tres.

1. La mirada del cánido

«Transformar nuestra predilección psicológica ancestral por los lobos en amor a las mascotas para que no tengamos hijos es absolutamente genial», reconoce Mirones. En su razonamiento antropológico, destaca el papel que en la especie humana ha jugado el lobo como compañero de cacería (Canis lupus lupus), transmutado en perro como animal de compañía (Canis lupus familiaris), para seducirnos con la mirada.

Esa mirada nos ha conquistado emocionalmente: «Este amor falso por los animales está moviendo el mundo por el sentimentalismo que supone… Se lo están enseñando a los críos en los colegios, es una ideobiología destructiva que se basa en el dogma de que los animales son las mascotas«.

Y no es así. Del millón y medio de especies descritas, solo seis mil (un 0,4%) somos mamíferos. El 97% son invertebrados bastante repugnantes por los que es difícil sentir empatía alguna. Pero es difícil desprenderse del impacto de la imagen que nos hace derretirnos por mascotas encantadoras, porque «somos demasiado vulnerables a la información audiovisual… No estamos programados biológicamente para rechazar lo que nos entra por los ojos… Nuestro cerebro no está adaptado a no creer lo que ve» y a sentir conforme a lo que ve.

De modo que la selección de información audiovisual, convenientemente dirigida, sobre la ínfima proporción de animales con los que podemos sentirnos cercanos, entronca con nuestro vínculo ancestral y cultural con el lobo como hombres cazadores. Una palanca para movilizar nuestras emociones puede, como quería Arquímedes, mover el mundo.

2. El aborrecimiento de Dios

Moverlo, ¿en qué dirección? Hacia la divinización de los animales, explica Mirones, en una auténtica reversión hacia tiempos pasados. El amor auténtico a los animales consiste en «dejarlos en paz, que hagan lo que siempre hicieron: matar y morir sin cesar». Ahora se les aplica «una idea totémica» propia de «pueblos atrasados y estúpidos».

En vez de querer a los animales «como son», se les quiere «como nuevos dioses fruto de nuestras mentes pervertidas por la ausencia de creencias«.

López-Mirones entronca esa perversión con el wokismo y su victimización reactiva, que busca «difundir el pesimismo, el odio, la ira y la ignorancia como parte de una intoxicación masiva del alma del mundo».

«Una religión de amor y perdón no encajaba en este esquema«, y de ahí el carácter específicamente anticristiano de todas estas ideologías confluyentes: «El ecologismo, el animalismo, el indigenismo y el feminismo encajan perfectamente en los cultos neopaganos, por eso sistemáticamente atacan al cristianismo, su formidable enemigo ancestral«.

Fernando López-Mirones es un gran defensor de la Edad Media cristiana, como expresa en este vídeo desde el Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela y como tiene ocasión también de manifestar en un capítulo de Lupus Deus, el Dios Lobo.

3. La aversión al ser humano

En Lupus Deus, el Dios Lobo encontramos pues bien explicado cómo, «extirpadas las creencias religiosas estructuradas por siglos, son sustituidas por ideobiologías placebo que conducen a la insatisfacción y el nihilismo, que convertirán a la humanidad en vulnerable al control absoluto a través de las emociones y las opiniones personales».

Mirones nos ofrece una frase lapidaria al respecto: «No quieren salvar linces, quieren acabar con el ganado; no quieren cuidar a los peces, quieren acabar con la pesca; no tratan de promover los bosques, solo arruinar los cultivos; no quieren energías limpias, solo acabar con las eficientes; no quieren proteger las culturas indígenas, sino globalizarlas; no quieren acabar con las enfermedades, sino hacernos a todos yonkis; no tratan de acabar con la pobreza, instauran un nuevo imperialismo en países pobres para que no progresen; no trabajan para la humanidad, sino para reducir la población a través de planes de eugenesia… Todas las buenas palabras tienen truco detrás, pero no se sostendrían si la Nueva Religión no las unificara bajo una narrativa común según la cual los humanos somos una plaga para la Madre Tierra, por lo cual debemos suicidarnos para salvarla: pregunte a un niño, lo creen firmemente ya«.

En todo ello subyace una «aversión al ser humano como culpable imaginario de destruir a la Madre Tierra, a Gaia, a la Diosa Madre paleolítica, así como a sus dioses animales». Por eso «el ideario ambientalista justifica la reducción de la población mundial para salvar el planeta simpatizando con la eutanasia, el aborto, la esterilización indirecta, la disuasión social a formar familias y el dificultar a los países emergentes que se desarrollen».

«Detrás de la idea de humanizar a los animales solo hay una intención de animalizar a los humanos»: es un buen resumen del degradante objetivo final de esta ideología.

En el jardín del Edén

«La naturaleza salvaje es la obra de Dios«, conluye Mirones, «que está ahí para que cuidemos de ella. Los animales no tienen derechos, somos nosotros los que tenemos la obligación de amarlos, cuidarlos y evitarles sufrimientos para glorificar a Dios, disfrutando del Edén sin morder la manzana que nos ofrece la atractiva serpiente».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»