Estos días en que se habla de los cardenales del cónclave y del posible nuevo Papa, casi siempre surge algún lector que se queja de la polarización, diciendo que no es propio de cristianos hablar así, que hay que llevarse bien, que es un escándalo que los católicos discutan y cosas similares.
Todo muy comprensible, claro. ¿A quién no le molestan las peleas y las discusiones? ¿No dice San Pablo que las rencillas, divisiones y disensiones son obras de la carne (cf. Gal 5,19-29)? ¿No es Cristo el Príncipe de la Paz?
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