El pasado 14 de diciembre, el Papa Francisco aprobó el milagro que permitirá la beatificación del venerable y siervo de Dios Moisés Lira Serafín. El sacerdote, nacido en Puebla (México) en 1893,tiene una cohorte de devotos entre el pueblo mexicano e hispano: durante años, fue el principal consuelo de enfermos, presos y especialmente de perseguidos, pues en plena revolución anticristiana se dedicaba a llevar la Eucaristía y los sacramentos a los hogares de sus paisanos.
Vivió de lleno parte de la persecución desarrollada entre 1926 y 1929 , salvo el tiempo que pasó en Roma.
En México dedicaba mucho tiempo al confesionario, donde aconsejaba y orientaba a la vez con exigencia y ternura, dejando actuar a Dios y animando al compromiso apostólico.
En su templo de la Merced fundó un Centro Eucarístico de niños acólitos, una Asociación San Crispín (para zapateros y curtidores), una Congregación Mariana para señoritas y niñas y dos Centros de Catecismo, el Apostolado de la Cruz y la Familia del Espíritu Santo.
En 1934 fundó la congregación de Misioneras de la Caridad de María Inmaculada, que hoy tienen comunidades en Guatemala, Chile, EEUU, Perú, Nicaragua, Kenia y Roma (además de México).
La causa de beatificación del padre Moisés empezó en el año 2000, y en 2013 el Papa Francisco firmó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas.
Sin embargo, no fue hasta hace unas semanas que fue reconocido formalmente el milagro que previsiblemente lo llevará a los altares.
La milagrada es Lissette Sarahi, hoy de 19 años de edad, estudiante de diseño digital e impaciente por la beatificación de su intercesor: antes de nacer, Lissette fue diagnosticada de hidropesía fetal no inmune (HFNI) una grave dolencia que a menudo ocasiona la muerte del bebé poco antes o después del parto. De sobrevivir, es normal que el nacido presente daños de orden cerebral o genético, así como la aparición de patologías complejas.
Sin embargo, por suerte de Lissette, su madre comenzó una perseverante e insistente oración al sacerdote Moisés Lira Serafín.
El pasado 14 de diciembre, el Papa Francisco aprobó el milagro que llevará al sacerdote mexicano Moisés Lira Serafín a los altares.
Lo excepcional es que su madre, Rosa María Ramírez Mendoza, tenía desde hacía años una estampa del sacerdote pero nunca le había prestado atención. Hasta que, cuando fue a rezar, pensó en encomendarle sus necesidades a alguien que no le conociera.
«Casualmente, cuando vi un tríptico del padre Moisés Lira Serafin, leí por la parte trasera del mismo que estaba redactado un testimonio de un milagro en una joven atribuido a su intercesión. En mi desesperación y necesidad, pensé, y le dije: `Yo no lo conozco, padre; ¡pero usted la va a ayudar!´ Hoy pienso que quizá suena mal, o incluso en tono exigente, pero vi que si él abogó por esa persona, ¡por qué no podría hacerlo también conmigo?», recuerda Rosa María en el diario Desde la fe.
«Estar aquí no es casualidad»
La respuesta a las súplicas de la madre dejó atónitos a los especialistas médicos, que confirmaron categóricamente la condición milagrosa e inexplicable de la sanación de Lissette.
«Tal vez por mi edad tan corta no sabía realmente la magnitud de lo que significaba no estar en este mundo, pero conforme he ido creciendo me doy cuenta de que es algo excepcional», relataría la joven al mismo medio.
A día de hoy, Lissette reconoce disfrutar al «ser consciente de lo sucedido» y de que «estar aquí no es solo una coincidencia«.
«En mi familia desde un principio se sabía que era un milagro y ahora el mundo también lo sabrá, gracias a Dios«, admite.
Hoy Lissette estudia diseño digital y animación, persiguiendo su sueño de dedicarse al arte.
«Quiero ser ilustradora digital. Amo dibujar y espero hacerlo todo lo que me sea posible»; comenta.
El milagro no solo tuvo como consecuencia palpable la propia salud de la joven, sino que como detalla su madre, unió a toda la familia a Dios.
«Todo esto me ha llevado con tanto amor a querer conocerle, a amarle, a estar aquí y creer en Él por convicción. Desde entonces, he sentido esa relación con Dios más estrecha, y aunque en ocasiones retrocedo, porque en el momento de las pruebas no es fácil lanzarse en un salto de la fe, siempre recuerdo en especial ese milagro obrado en mi hija. Hoy sé que Él tiene el control de todas las cosas«, comenta Rosa María.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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