18/11/2024

Es hija de su abuelo, su madre no abortó, ella sí: «Tener un bebé no es lo peor que te puede pasar»

Donna Shibuya vive en Los Ángeles con su hija de 20 años. Ella tiene 52 y trabaja como consultora en una agencia policial. Es cristiana, provida y bloguera en Salvar el 1, donde por primera vez ha compartido su experiencia vital con el aborto y la violación: 

Fui una bebé abusada. Después de que mi madre diera a luz, la echaron de casa y se quedó en la calle. Se fue a vivir con un hombre que se rumoreaba que era un chulo y me dejaba sola con él todos los días. La hermana de mi abuela venía a verme y lloraba cuando veía que mi pañal no se había cambiado durante horas

Abandono

Creo que tenía unos 10 meses de edad cuando ocurrió el incendio, en 1967. Cuando un grupo de niños que jugaban cerca me escuchó llorar, llamaron al teléfono de emergencias . Me encontraron los bomberos sola en un apartamento en Compton (California), atada con un alambre por una pierna a una aspiradora.

Durante un mes, me pusieron al cuidado del Condado de Los Ángeles y me llamaron Jane Doe hasta que se determinara mi identidad y la de mi familia. Me asignaron una familia de acogida, la misma familia que me adoptaría años más tarde. Después de un tiempo, el Departamento del Alguacil encontró a mi familia y me entregó a mi abuela, quien dijo que se ocuparía de mí «hasta que mi madre se recuperara».

Mi nombre de nacimiento era Donna Ann Barnes.

La investigación

Al principio, descubrí la historia de mi infancia gracias a los datos que los registros judiciales habían guardado. Cuando tenía 37 años, comencé a hacer mi propia investigación con la orientación de mis compañeros de la policía y visitas al Hall of Records [edificio administrativo del condado de Los Ángeles que incluye departamentos de identificación] y localicé y hablé con personas de ambos lados de mi familia. La noticia más abrumadora que recibí durante mi búsqueda fue que la madre y la abuela con las que había fantaseado toda mi vida habían fallecido antes de que yo cumpliera cinco años. Eso me dolió mucho y lloré esa pérdida a pesar de que había sucedido mucho tiempo atrás. 

La pequeña Donna.

También me sorprendió saber que el padre de mi madre biológica era su padre biológico, no su padrastro como siempre había creído. Esto significaba que mi concepción había sido el resultado de la violación incestuosa a mi madre de 16 años por parte de su propio padre (mi abuelo).

Mi madre, Linda, ocultó vergonzosamente su embarazo durante los nueve meses. Su madre no sabía que estaba embarazada hasta la noche en que ingresó en el hospital quejándose de «dolor de estómago». Temerosa de su padre, les dijo a las personas que la rodeaban que no sabía quién era el padre. Pero en algún momento, secretamente le dijo a su vecina y a la trabajadora social que su padre la había dejado embarazada. El rechazo de su madre y el apoyo a su padre violador la destrozaron y finalmente la llevaron a la adicción a las drogas, la prostitución y la muerte por suicidio a los 21 años.

Así que la mujer que protegió a su compañero violador y se negó a creer a su propia hija de alguna manera se convirtió en mi cuidadora. Tras cuidarme unos pocos meses mi abuela le dijo a la trabajadora social  que ya no podía atenderme y pidió que los servicios sociales vinieran a buscarme ya que ella también había dado a luz un bebé un mes antes de que yo naciera y no podía atender  a ambos bebés.

Sin embargo, los servicios sociales le dijeron a mi madre adoptiva que mi abuela no me quería porque le recordaba el hecho de que su pareja, el padre de sus hijos, también era el padre de la hija de su hija.

Parece que mi abuela se dio cuenta de que su hija había dicho la verdad, pero mi abuela quiso creer que mi madre lo había seducido. De hecho, ella le había dicho a mi madre adoptiva que mi madre la había deshonrado frente a toda su familia.

Terminé en un hogar de acogida porque, después de nacer, mi abuela se puso de parte de mi padre/abuelo y me echó a mí y a mi madre de su casa. Ella lo apoyó a él y su versión de la historia como lo demuestra el hecho de que ella no sólo mantuvo su relación con él, sino que a los tres años se casaron. Fui al Hall of Records y busqué el certificado de matrimonio. Debió de romper el corazón de mi madre ver cómo había sido abandonada por su propia madre.

Mamá Ida

Inexplicablemente, mi abuela continuó visitándome en el hogar de acogida hasta que tuve cuatro años. Entonces, desapareció. Sin ningún otro contacto de mi familia biológica, fui apta para la adopción, que es lo único por lo que puedo estar agradecida a mi abuela. Fui adoptada por Ida, mi madre adoptiva y su esposo Charley.

Ida y Charley, los padres adoptivos de Donna. 

Tan pronto como mi adopción fue oficial y finalmente tuve dos nuevos padres, mi papá Charley nos dejó. Hizo su equipaje y canceló todas las tarjetas de crédito. Después de eso, mi mamá Ida nunca se volvió a casar y me crió como madre soltera. Ella era una madre increíble.

Sin embargo, en mi adolescencia yo a menudo estaba deprimida, siempre tenía en mente que en algún lugar tenía una madre biológica que no me quería. No supe hasta años después que mamá, Linda, vino a mi casa gritando y diciendo que le habían robado a su hija  y que quería que le devolvieran a su bebé. La mamá Ida le dijo que la adopción era oficial. Creo que fue poco después de eso, Linda se suicidó.

«Mejor no haber nacido»

Mientras tanto, a medida que crecía, más me daba cuenta del problema del aborto y del slogan de los «derechos de las mujeres para controlar sus propios cuerpos». Cuando fui a la universidad en los años 80, la gente estaba siempre a voces alegando el derecho a decidir [pro choice, pro aborto], especialmente, en el campus universitario. Por supuesto, la violación era considerada una de las razones más justificadas para abortar, y la idea de que una mujer que había sido violada o que había sido víctima de incesto pudiera criar a su bebé era repugnante. Yo era el resultado de ambos, ¿entonces?…

A veces pensaba que mi madre podría haber tenido una vida más feliz si hubiera podido abortarme, y empecé a pensar que tal vez hubiera sido mejor no haber nacido. Creía eso porque todo el mundo coincidía en que la vida del niño no importaba en estos casos, por lo que pensaba que yo había tenido la culpa de que mi madre me abandonara. Mi madre biológica probablemente me odiaba, razonaba. La gente decía que no era justo que la mujer victimizada se viera obligada a lidiar con «el hijo del violador», incluso escribí un artículo en la universidad titulado El bebé, en el que argumenté enérgicamente a favor del aborto. ¡Qué tonta era! Realmente, desearía haber sabido entonces lo que sé ahora.

Argumentando con los abortistas

Tras convertirme al cristianismo, comencé a descubrir mi valía y el verdadero don y el valor de mi vida. Me di cuenta de que si Dios me había dado la vida, esa era razón suficiente para merecer estar aquí y vi que todo el movimiento a favor del aborto era una excusa para que las personas pudieran matar egoístamente a los bebés por conveniencia y no porque el embarazo se produjera debido a una violación (que ocurre el 1% de las veces) o al incesto (que sucede al 0,5%). Es despreciable que los grupos a favor del aborto hagan un lavado de cerebro a la gente y que les hagan creer que la violación es una razón válida para poder matar a un bebé.

La forma en que fui concebida no fue mi culpa. No elegí a mi madre adolescente ni a mi padre/abuelo violador. Además, las personas que argumentan que los bebés concebidos por incesto deben ser abortados porque habrá alguna deformidad física o daño cerebral tampoco tienen razón.

Me atrevo a decir que, según las estadísticas, la mayoría de las personas son descuidadas en sus relaciones sexuales, tienen relaciones sexuales de manera promiscua porque quieren lo que quieren y abandonan todos los valores y el sentido común. Luego, con arrogancia, sienten que merecen un derecho a elegir: una «tarjeta para salir de la cárcel» sellada con las palabras Violación o Incesto. Los partidarios del aborto se aferran desesperadamente a estas palabras como escudos para esconderse detrás, para que puedan seguir utilizando el aborto como una forma de control de la natalidad y sentirse bien al respecto. Pues bien, ¿sabes qué? Aunque fuese un accidente, o un error, o una noche de ebriedad o una violación, nosotros, los niños concebidos en esas circunstancias, ¡en cualquier caso queremos vivir!

Ahora hay vídeos en Internet donde los ex-abortistas hablan de cómo los fetos retroceden para esquivar los fórceps cuando el médico intenta agarrarlos. Nosotros, los niños seleccionados para el aborto por las circunstancias de nuestra concepción, queremos disfrutar del “derecho a vivir” como cualquier otra persona. ¿Cómo se atreven los llamados «defensores de las mujeres» a ponernos en la tesitura de matar a nuestro propio hijo además de haber sido ya víctimas de violación o incesto? ¿Cuánto mejor podría haberme sentido con respecto a mi propia vida si no hubiese tenido que escuchar año tras año, que mi madre habría tenido una vida mejor si yo no hubiera nacido?  En ese momento me lo creí porque mi joven madre tuvo una vida trágica. ¿Cómo le habría ido a ella si la sociedad le hubiera dicho que es normal amar a su propio hijo aun concebido en violación?

Un bebé no es un castigo (a diferencia de lo que el ex presidente Obama argumenta) y un bebé no es una sentencia de muerte. Un bebé es claramente una prueba de violación, y si se hubiera acudido a la justicia, mi ADN podría haber llevado a mí padre violador a la cárcel y salvar a mi madre de él.

El error de abortar

Ahora, pueden acusarme si quieren de ser incapaz de identificarme con las mujeres del otro lado, mujeres que están esperando un hijo no deseado. Créanme cuando digo que he estado en el otro lado. Cuando tenía 21 años aborté. Me creí el cuento y me convencí a mí misma de las mentiras narcisistas y quise creer que ese niño era solo un conjunto de células. «Mi cuerpo/mi decisión», es sólo un procedimiento médico y así sucesivamente. Sin saber el valor de mi propia vida, ya había escrito el documento de apoyo al aborto. . . Ya estaba a mitad de camino. Quería desesperadamente que la retórica fuera cierta porque quería una razón para no tener que sentirme culpable y egoísta, a pesar de que me sentía así.

Pero ahora tengo 52 años y puedo decir honestamente que mi aborto sigue siendo una de las peores decisiones que he tomado en mi vida. Inmediatamente después de que terminó, lloré profundamente de angustia en la clínica, porque sabía que estaba equivocada y me arrepentí profundamente. No era un conjunto de células, era mi bebé. Extraño al niño que podría haber criado. He orado a Dios por su misericordia y perdón. Al cabo del tiempo, me bendijo con mi hija. Ser su madre es una de las grandes alegrías de mi vida.

Donna con su hija Aliya.

Ésta no es una historia fácil de contar. He tardado muchos años en poder contarla. Pero de vez en cuando, alguna mujer me dice que he cambiado su forma de pensar sobre el aborto o cualquier sentimiento negativo que puedan tener por el hecho de haber sido concebidas por violación o incesto y eso hace que todo valga la pena. Estoy muy agradecida a Dios por cualquier manera grande o pequeña en que pueda ser una ayuda para alguna persona y, en última instancia, mantener vivo a un bebé.

Tener un bebé, incluso si eres violada o incluso en caso de incesto, no es lo peor que te puede pasar. Después de experimentar personalmente la pérdida, siento que el aborto es lo peor. No permita que la violencia o el mal que le infligieron la lleve a infligir violencia a las víctimas más inocentes, los bebés.

Artículo de hemeroteca publicado en septiembre de 2019 con actualizaciones. 

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»