27/12/2024

Evangelizar Tanzania por el viaje de bodas: Pablo y Gloria preparan su larga luna de miel misionera

El pasado domingo, el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, presidió la misa de envío de los nuevos misioneros que dedicarán el próximo curso o años a llevar el Evangelio por el mundo, uniéndose así a los 564 misioneros madrileños repartidos en 86 países.

Durante su homilía, el cardenal recordó a los presentes que el significado del éxito y ascenso cristiano es muy distinto al que se escucha desde la infancia, cuando se dice que «lo bueno es ascender y ser reconocidos«. Hablando de los discípulos, remarcó cómo Jesús hace con ellos un proceso de ascenso «muy peculiar» que consiste en «llegar al corazón del mundo desde Belén, desde la cruz y la resurrección. Llegar al corazón del mundo, ese es el objetivo de la ascensión», remarcó en la festividad litúrgica homónima celebrada el domingo.

El éxito misionero, eliminar el mal allá donde esté

Cobo también agradeció la labor de los misioneros de recordar al mundo y a la Iglesia que «merece la pena dar ese paso adelante», remarcando también a los misioneros que «no van solos».

«Cuando uno camina con la Iglesia y se lanza a la misión también hay dificultades, nos gustaría estar allí también. Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia. La misión la realizamos conjuntamente, nunca individualmente. Los misioneros no sois enviados a comunicar vosotros mismos, sino que el centro es ofrecer a Cristo en vuestras palabras y acciones», recordó.

El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, con los nuevos misioneros madrileños.

Por último, reiteró que el éxito de la misión es «eliminar el mal allí donde esté» y que, por eso, «donde hay un misionero, el mal se aleja. Sois las manos de Cristo para sanar y para tocar las enfermedades de nuestro mundo. Somos enviados para esto. Sentid que no estáis solos».

Próximo matrimonio misionero

Dos de esos nuevos misioneros son especialmente jóvenes, y muy pronto, también un nuevo matrimonio. Con solo 26 y 25 años, Gloria Rey y Pablo de Mergelina anunciaron que se casarán el próximo 12 de octubre, el mismo día que serán enviados por los siguientes tres años a Tanzania.

En el caso de Gloria, menciona al portal de la Archidiócesis de Madrid que quedó profundamente marcada por el testimonio misionero de sus tíos. Cuando volvían de misiones, dice, «nos contaban a la familia lo que habían vivido y me llamaba la atención la felicidad que transmitían. Mi único pensamiento era que quería vivir esa experiencia«.

Tenía solo 18 años cuando se encaminó por primera vez a la  selva amazónica de Perú.

«Fue una experiencia increíble y me enamoré de la misión. Nuestra labor era pastoral, íbamos a casa de los enfermos a dar la comunión y me impresionaba cómo nos acogían», recuerda.

Dios, oración y familia misionera, el motor 

Cuando concluyo aquella primera experiencia misionera, la joven confiesa que no quería regresar a la «zona de confort y dejar a las personas que había conocido. Volver a Madrid me cambió la mirada y la actitud, siendo más agradecida y valorar más lo que tengo y sobre todo a Dios; siendo la oración el motor de cada día».

La joven remarca el agradecimiento a su familia por todo lo aprendido y celebra con alegría descubrir que también Pablo ha sido llamado a la misión y poder formar juntos «una familia misionera«.

«Es un regalo. [Cada vez que] Pablo y yo oímos hablar de misión, nuestro corazón arde y brota de alegría. Siempre he admirado la vida y entrega de los misioneros. Me llena de alegría ver que en unos meses podré entregarla como ellos», agrega.

Pablo, su prometido, se muestra igual de efusivo respecto a su futuro misionero. Una ilusión que comenzó hace años, sorprendiéndose de que la gente pudiese renunciar a todo por la misión, y que ahora ha mutado, llamándole la atención «que tan poca gente responda sí a  la llamada».

En su caso, su primer destino misionero fue Etiopía, donde ya el primer día pudo visitar un orfanato construido por las Misioneras de la Caridad, dando cobijo a 140 niños.

«Fue el día más feliz de mi vida, pero también con el que más sufrimiento he sentido, porque conocí de cerca lo que vivían cada día estos pequeños», concluye.

Durante uno de sus viajes misioneros. 

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»