24/12/2024

Fernandel se parecía mucho a su personaje Don Camilo: un buen católico «con gran sentido del deber»

Acaba de publicarse una biografía italiana del actor francés Fernandel (1903-1971) cuyo papel más recordado será siempre su interpretación, a lo largo de seis películas entre 1952 y 1970, del simpar Don Camilo, el sacerdote creado por Giovannino Guareschi.

Con este motivo, Samuele Pinna ha entrevistado en Il Timone al autor de la biografía, el periodista Fulvio Fulvi:

Fernandel, especialmente don Camillo

En mi libro A dottrina con don Camillo escribí cómo el protagonista de Mondo piccolo es «una de las figuras literarias contemporáneas más queridas: es capaz de interpretar -hay que decirlo- el papel del sacerdote que todo el mundo querría y también es capaz de transmitir enseñanzas profundas». Al éxito literario de los cuentos de Giovannino Guareschi siguió el del cine, gracias también a la magistral interpretación de Fernandel. No podemos pensar en el personaje de Guareschi sin ver el característico rostro del cómico francés.

‘El verdadero rostro de Don Camilo. Vida e historias de Fernandel’, de Fulvio Fulvi.

La vida de este extraordinario actor ha sido narrada por el periodista Fulvio Fulvi, a quien pregunto inmediatamente de dónde surgió la idea de escribir una biografía titulada El verdadero rostro de don Camilo. Vida e historias de Fernandel (Ares): «Surgió de una curiosidad personal mía: ¿quién era aquel simpático actor? Sabía que era un actor francés con una amplia sonrisa y poco más. Un increíble don Camilo, que sabía llevar bien la sotana y plasmaba en la pantalla el personaje que yo había conocido de niño leyendo los cuentos de Guareschi. Recuerdo los anuncios del carrusel televisivo en los que anunciaba un famoso coñac junto a Gino Cervi

Gino Cervi (Peppone) y Fernandel (Don Camilo) en 1965, juntos en un anuncio de Vecchia Romagna Etiqueta Negra, «el brandy que crea una atmósfera», según el lema publicitario.

»Desde joven me he dedicado al cine, mi gran pasión, y por eso intenté saber más de él haciéndome con aquellas películas que había protagonizado y que eran poco conocidas en Italia. Después, buscando para saber más, me di cuenta de que no había ninguna biografía de Fernandel publicada en Italia. Y empecé a escribirla yo…».

Razono: la popularidad de Fernandel creció aún más gracias a la personificación del párroco de la Bassa [Reggio Emilia], aunque ya era un artista consagrado en Francia cuando fue elegido para ese papel: «Sí», me confirma, «ya era muy popular por haber protagonizado unas 120 películas en su país: fue descubierto por Marcel Pagnol, un intelectual, escritor y dramaturgo de Provenza, su región; fue él quien lo lanzó al mundo del cine. Pero Fernandel, es decir, Fernand-Joseph-Désiré Contandin, había empezado hace ya tiempo actuando en sketches de vodevil en una pequeña compañía de teatro con su padre y su hermano, recorriendo los pequeños teatros de Provenza en furgoneta. Fue el director Julian Duvivier quien lo quiso como Don Camilo en la primera película, que se estrenó en 1951″.

Así comenzó la saga de películas sobre el «pequeño mundo» de Don Camilo y Peppone.

Es bien sabido que al principio a Guareschi no le gustaba Fernandel, pero luego se rindió ante su gran capacidad. Me gustaría saber más sobre el cura de manos grandes: «Don Camilo desde el punto de vista literario es un personaje complejo, un ejemplo de sacerdote que ama a su pueblo y se compromete con su gente, dando la cara por ellos… Un hombre que ama el Crucifijo y es consciente de ser su testigo, a pesar de su carácter irascible y algo brusco. Sin embargo, las películas de la saga Guareschi tienden a simplificar ciertos aspectos presentes en la obra del escritor de Roccabianca. Aunque no descuidan la sustancia. De todas formas, en mi opinión don Camilo es representado como es realmente, un pastor en medio de su rebaño, también gracias a la presencia de Peppone, el amigo-antagonista, el alcalde comunista que encuentra en la auténtica pasión por su pueblo un punto de encuentro con el párroco pendenciero, a pesar de la distancia ideológica entre ambos. Personajes ‘consustanciales’: no es posible entender a don Camilo sin Peppone. Y viceversa».

La sorpresa inicial de Don Camilo cuando Peppone va a confesarse… y la sorpresa final de Peppone con la penitencia.

El papel de sacerdote de Fernandel le va como anillo al dedo, tanto que dicen que muchas veces le confundían con un auténtico ministro de culto: «Sí, hablando con los ancianos de Brescello, la ciudad emiliana donde se rodaron las películas, me han contado muchas anécdotas divertidas. Fernandel solía pasearse por las calles vestido de escena durante los descansos del rodaje. Nunca se quitaba la sotana y un día una niña le paró y le pidió que bendijera su muñeca. Él intentó convencerla de que no era un sacerdote de verdad, pero ella insistió y al final él bendijo la muñeca. El hijo del sacristán de la iglesia de Brescello me contó que Fernandel solía echarse una siesta después de comer y pedía tumbarse en el sofá de la rectoría durante media hora antes de volver al plató. A cambio, pagaba con unos billetes al hijo del sacristán, que a menudo hacía de relevo entre el actor y el director, llevando mensajes a uno y otro. Recibía muchas cartas de los espectadores, que le trataban como a un verdadero sacerdote. En mi libro relato muchos episodios de este tipo».

Continúo. Hubo un encuentro importante, el que tuvo con Pío XII: «El Papa Pacelli hizo proyectar la primera película de Don Camilo en una sala privada del Vaticano, quedó impresionado y pidió conocer al actor. ‘Quiero conocer al sacerdote más famoso del mundo después de mí’, dijo a sus colaboradores. Así sucedió que un día, mientras Fernandel se encontraba en Roma con su hija, fue abordado por dos ‘camareros’ de Su Santidad que le invitaron un rendez-vous con el Pontífice al día siguiente. El actor quedó asombrado y, como católico que era, conmovido. En mi libro cuento ese momento gracias también a la descripción que él mismo hizo en una entrevista publicada en una revista francesa de la época».

No podemos no preguntarnos si Fernandel era un hombre de fe: «Fernand Contandin era un católico convencido, tuvo una educación religiosa, hasta el punto de que cuando le hicieron leer el guion de la primera película, estuvo a punto de renunciar al papel porque, como saben, hay pasajes -en mi opinión los más ‘decisivos’ del personaje- en los que Don Camilo habla con el Crucifijo y Él le responde. Pensó que era una blasfemia, pero luego se dio cuenta de que no era así».

La respuesta de Don Camilo al boicot de Peppone a la procesión de rogativas contra las inundaciones, porque el cura no le deja llevar la bandera comunista. Las ‘fuerzas vivas’ dejan solo al párroco, pero… ‘No me aparto por usted, me aparto por Él’, termina diciendo el alcalde, cuando cede. ‘¡Entonces, descúbrete!’, responde el sacerdote, antes de rezar por el pueblo con una oración que no tiene desperdicio: «Jesús, si las pocas casas honradas de este cochino pueblo pudiesen flotar como el arca de Noé, te pediría que el río se desbordase y lo anegase. Pero como la gente honrada vive en casas iguales a las de los criminales y no sería justo castigar a todos por culpa de este Peppone y de su banda sin Dios y sin ley, te ruego que salves al pueblo de las inundaciones y le traigas prosperidad. Amén».

La religiosidad -si es verdadera- se encarna en la vida cotidiana y por eso quiero saber algo de su vida privada: «Fernandel fue un marido fiel (estuvo casado con Henriette durante 46 años) y tuvo tres hijos, dos niñas y un niño, Franck, también actor (aunque de poco éxito). Con sus hijos era cariñoso pero estricto. Y tenía una relación idílica con su suegra: fue ella quien le dio el nombre artístico de Fernandel porque cuando, estando prometido, iba a visitar a su Henriette, la madre de ésta le presentaba diciendo: ‘Et voilà, le Fernand d’elle! [¡Aquí está su Fernando!]. De ahí, efectivamente… Fernandel. Brillante, ¿no?».

Además, el genio se manifestó también en su larga carrera, que no puede reducirse únicamente a los largometrajes sobre Don Camilo (basta pensar en la película con Totó, dos máscaras muy queridas de la época en sus respectivos países de origen): 

Fernandel y Totó, dos cómicos característicos de las cinematografías francesa e italiana, juntos en ‘La ley es la ley’ de Christian-Jaque.

«En el cine, Fernandel interpretó sobre todo personajes bonachones que reflejaban su simpatía natural. Sin duda, su rostro, con su impronta caballeresca, y su sonrisa también influyeron en su caracterización. Pero en su larga carrera también interpretó papeles dramáticos en películas más o menos ‘comprometidas’. Sin contar el gendarme de La ley es la ley de Christian-Jaque, con Totò, en 1957, los más importantes, entre los que también fueron conocidos en nuestro país, en mi opinión, fueron el vendedor ambulante Casimir en la película homónima de Richard Pottier de 1950, Topaze de Marcel Pagnol del mismo año y, tras su debut en el papel del párroco de Guareschi, El enemigo público nº 1 de Henri Verneuil, en 1953, La vaca y el prisionero –también de Verneuil– en 1959, donde interpreta a un soldado francés capturado por los alemanes y enviado a trabajar en una granja de Alemania, El juicio universal de Vittorio De Sica en 1961, El diablo y los Diez Mandamientos de Julien Duvivier, estrenada al año siguiente… ¡Y la lista podría continuar!»

Me despido del conocido columnista de Avvenire con una última pregunta: ¿qué mensaje nos deja como legado Fernandel? «El mensaje que en mi opinión nos ha dejado este gran actor es ante todo el de una jovialidad nunca trivial, una gran simpatía humana, un raro rigor profesional (prácticamente murió en el plató, durante el rodaje de la última película de la saga, Don Camilo y los jóvenes de hoy: estaba enfermo pero quiso trabajar de todos modos, se desmayó durante el rodaje y pocos días después falleció en su casa de París). Otro don suyo (algo de lo que deberíamos aprender) fue la capacidad de ser un buen amigo: así fue con Gino Cervi, Jean Gabin, el mismo Pagnol que lo lanzó como actor de cine. Era un hombre recto con un gran sentido del deber y amor a la familia. Y nosotros, espectadores ‘empedernidos’ de las películas de Don Camilo, que nunca nos perdemos una cuando las pasan por televisión, siempre queremos recordarle así, con sotana, con su bicicleta, hablando con el Crucifijo (que le contesta y ‘corresponde’) y discutiendo amorosamente con su compañero Peppone, que no era tan distinto de él».

Traducción de Verbum Caro.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»