Este jueves Francisco dirigió el tradicional discurso de principio de año al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
Actualmente 184 estados mantienen unas relaciones diplomáticas plenas con el Vaticano, más la Unión Europea y la Orden del Malta, para un total de 90 misiones diplomáticas estables con sede en Roma, a las que añadir las de la Liga de los Estados Árabes, la Organización Internacional para las Migraciones y el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Entre los hitos de este año que citó el Papa en su discurso figuran un segundo protocolo en el acuerdo con Burkina Faso, un acuerdo con la República Checa y la renovación -por cuatro años en vez de dos- del polémico acuerdo provisional con China alcanzado en 2018 para el nombramiento de obispos.
Como testimonio de la intensa vida diplomática vaticana, Francisco destacó que en 2024 recibió a más de treinta jefes de estado de gobierno, a lo que añadir sus viajes al sureste Asiático, a Bélgica y Luxemburgo, a Córcega, etc.
Diplomacia «jubilar»
Tras las palabras del embajador chipriota George Poulides, decano del Cuerpo Diplomático, Francisco enmarcó sus palabras en el Jubileo que vive la Iglesia, entendido como «una pausa en el frenesí que caracteriza cada vez más la vida cotidiana, para reponer fuerzas y nutrirse de lo que es realmente esencial: redescubrirnos hijos de Dios y, en Él, hermanos, perdonar las ofensas, sostener a los débiles y a los pobres, dejar descansar la tierra, practicar la justicia y renovar la esperanza».
El Papa llega al acto, celebrado en el Aula de las Bendiciones.
«A ello están llamados todos los que sirven al bien común y ejercitan esa alta forma de caridad -quizás la forma más alta de caridad– que es la política«, añadió.
Venezuela: en favor de los arrestados
El Papa hizo un repaso por diversas situaciones de conflicto en el mundo. Particularmente significativa era la referencia a Venezuela, pues para el 10 de enero está prevista la toma de posesión de Edmundo González, presidente electo.
Nicolás Maduro se prepara para impedirlo amenazando con detenerle en cuanto entre en el país, en medio de una oleada represora contra la oposición, victoriosa en las elecciones presidenciales del 24 de julio.
«Pienso en Venezuela y en la grave crisis política en la que se debate», señaló el Papa, la cual «podrá ser superada sólo con la adhesión sincera a los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, a través del respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos de cada persona –incluidos los de quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de los últimos meses- gracias al rechazo de cualquier tipo de violencia y, deseablemente, al comienzo de negociaciones de buena fe y dirigidas al bien común del país».
Entre las situaciones de guerra o conflicto que laceran el mundo, hizo referencia a Ucrania («algunos signos alentadores se vislumbran en el horizonte»), Nicaragua («no hay verdadera paz si no viene garantizada también la libertad religiosa, que implica el respeto a la conciencia de los individuos y a la posibilidad de manifestar públicamente la propia fe y pertenencia a una comunidad»), Siria («parece que está recorriendo un camino de estabilización») o a «las crecientes expresiones de antisemitismo, que condeno firmemente».
«No puedo callar ante las numerosas persecuciones contra varias comunidades cristianas, frecuentemente perpetradas por grupos terroristas, especialmente en África y Asia, ni tampoco ante las formas más ‘delicadas’ de limitación de la libertad religiosa que se observan a veces inclusive en Europa«, apuntó.
Polarización, magnicidios y guerra mundial
Al principio de su discurso, Francisco había denunciado que en numerosos países los contextos sociales y políticos están «cada vez más exacerbados por contraposiciones crecientes», con «sociedades cada vez más polarizadas en las que se alberga un sentimiento general de miedo y desconfianza hacia el prójimo y hacia el futuro».
«Eso se ve agravado por la creación y difusión continua de noticias falsas, que no sólo distorsionan la realidad de los hechos, sino que terminan por distorsionar las conciencias, suscitando falsas percepciones de la realidad y generando un clima de sospecha que fomenta el odio, perjudica la seguridad de las personas y compromete la convivencia civil y la estabilidad de naciones enteras», señaló el Papa.
Llamativamente, señaló como ejemplos de ello los atentados sufridos por el primer ministro checo, Robert Fico, y «el presidente electo» de Estados Unidos, Donald Trump, ambos víctimas de fake news provenientes del establishment mediático globalista.
El momento inicial del acto, con las palabras del decano del cuerpo diplomático vaticano, el embajador chipriota Georges Poulides, en el cargo desde 2003.
El Papa alertó de una «amenaza cada vez mayor de una guerra mundial«, que debe evitarse dialogando «con todos, incluidos los interlocutores que se consideran más ‘incómodos’ o que no se estiman legítimos para negociar», en lo que parece una alusión a las críticas que él mismo ha recibido por mantener abierta la comunicación con Rusia.
«Este es el único camino para romper las cadenas de odio y venganza que aprisionan y para desactivar las bombas del egoísmo, del orgullo y de la soberbia humana, que son la razón de toda voluntad beligerante que destruye», subrayó.
Colonización ideológica, cancelación y aborto
Francisco hizo asimismo algunas consideraciones de índole social y cultural.
«Nunca como en esta época la humanidad ha experimentado el progreso, el desarrollo y la riqueza, y quizá nunca como hoy se ha encontrado sola y perdida, prefiriendo con frecuencia tener animales domésticos en vez de hijos«, por lo que urge «recibir una buena noticia», que es la que «Dios nos ofrece en la noche de Navidad».
Por otro lado, «el ser humano está dotado de una innata sed de verdad«, pero «en nuestro tiempo la negación de verdades evidentes parece tomar la delantera», con tendencias que se crean «su propia ‘verdad’ ignorando la objetividad de lo verdadero». Estas tendencias «pueden ser incrementadas por los modernos medios de comunicación y la inteligencia artificial, usados abusivamente como medios de manipulación de la conciencia con fines económicos, políticos e ideológicos».
En ese sentido, lo que en muchas cosas es un progreso con «indudables beneficios», en otras contribuye «a la polarización, a restringir las perspectivas mentales, a la simplificación de la realidad, al riesgo de abusos, a la ansiedad y, paradójicamente, al aislamiento»: mencionó en particular «el uso de las redes sociales y los juegos on line«.
«Allí donde falta el vínculo entre realidad, verdad y conocimiento, la humanidad deja de ser capaz de hablarse y de comprenderse, ya que le faltan los fundamentos de un lenguaje común, anclado en la realidad de las cosas y por tanto comprensible universalmente», apuntó, señalando que una de las consecuencias negativas en el ámbito diplomático es que en los contextos multilaterales el «éxito» depende de una condición: «Un lenguaje sencillo, claro y concordado».
Francisco señaló también como víctimas a «los tratados sobre los derechos humanos», pues «cambiando el significado de los términos o reinterpretando unilateralmente el contenido» se sacan adelante «ideologías que dividen, que pisotean los valores y la fe de los pueblos. Se trata, en efecto, de una verdadera colonización ideológica que, según programas planificados en un escritorio, intenta erradicar las tradiciones, la historia y los vínculos religiosos de los pueblos. Se trata de una mentalidad que, presumiendo de haber superado aquellas que considera ‘las páginas oscuras de la historia’, deja espacio a la cultura de la cancelación«.
«En ese contexto», precisó, «es inaceptable, por ejemplo, hablar de un presunto ‘derecho al aborto‘ que contradice los derechos humanos, en particular el derecho a la vida. Toda la vida debe protegerse, en cada momento, desde su concepción hasta la muerte natural, porque ningún niño es un error o es culpable por existir, así como ningún anciano o enfermo puede ser privado de esperanza o ser descartado».
Por todo ello, pidió una reforma de las instituciones multilaterales, «teniendo presente que cualquier reforma debe basarse en principios de subsidiariedad y solidaridad, y en el respeto de una soberanía paritaria de los estados«.
Esclavos, inmigrantes y gota fría
Francisco hizo mención asimismo de diversas formas de esclavitud, como la «esclavitud laboral» (el trabajo «pasa de ser un medio a convertirse en el fin de la propia existencia, y muchas veces estas personas son esclavas de las condiciones laborales inhumanas, en términos de seguridad, horarios de trabajo y salario»), las toxicomanías («el execrable fenómeno del narcotráfico») o el tráfico de seres humanos (que «requiere el compromiso común de la comunidad internacional para eliminar este miserable comercio»).
En línea con posicionamientos anteriores, Francisco opinó con «desconsuelo» que «las migraciones están todavía cubiertas por una nube oscura de desconfianza, en vez de ser consideradas una fuente de crecimiento», pidió «itinerarios regulares seguros» y afrontar las causas mediante la cooperación al desarrollo y la condonación de deuda.
En otro orden de cosas, según el Papa «la naturaleza parece rebelarse ante la acción del hombre mediante manifestaciones extremas de su poder», y puso como ejemplo -citando, entre otros, la gota fría de Valencia- «los devastadores aluviones que se han verificado en Europa central y en España, como también los ciclones que han afectado en primavera a Madagascar y, poco antes de Navidad, al departamento francés de Mayotte y a Mozambique». Por todo ello pidió, en línea con la COP 29 de Bakú, «mayores recursos financieros para la acción climática» y criticó «una nueva forma de iniquidad», la «deuda ecológica entre el norte y el sur».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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