23/12/2024

Francisco denuncia ante el cuerpo diplomático los vientres de alquiler y la ideología de género

Francisco recibió este lunes en el Aula de las Bendiciones al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, para el tradicional discurso de principio de año.

Omán, Kazajistán, Vietnam

Actualmente 184 estados mantienen relaciones diplomáticas plenas con el Vaticano, a las que sumar la Unión Europea y la Soberana Orden de Malta. De todos ellos, 91 mantienen misiones diplomáticas permanentes. A lo largo de 2023 se sumó a esta lista el Sultanato de Omán y se suscribieron acuerdos de representación con Kazajistán y Vietnam.

Tras las palabras del embajador chipriota y decano del cuerpo diplomático, Georges Poulides, con las que comenzó el acto, Francisco inició su discurso lamentando que el año 2024 nace «bajo el signo de conflictos y divisiones«.

La paz de Cristo

Frente a esta realidad, «hay una palabra que resuena en modo particular en las dos principales fiestas cristianas«, dijo el Papa: «La oímos en el canto de los ángeles que anunciaban en la noche el nacimiento del Salvador y la escuchamos en la voz de Jesús resucitado. Es la palabra paz. La paz es en primer lugar un don de Dios: es Él quien nos deja su paz, pero al mismo tiempo es nuestra responsabilidad«.

El pontífice quiso reflexionar sobre esa paz «en un momento histórico en el cual está cada vez más amenazada, debilitada y en parte perdida», entendiendo que es tarea de la Santa Sede en el seno de la comunidad internacional «ser una voz profética y una llamada a la conciencia«.

A continuación fue haciendo un repaso de las situaciones bélicas en el mundo, al mismo tiempo que recordaba los países donde ha viajado a lo largo del año: Mongolia, Hungría, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Dubai, Francia y Portugal.

Francisco reiteró su idea, expresada en otras ocasiones, de que el «creciente número de conflictos» que sacuden al mundo están transformando lo que él denomina “Tercera Guerra Mundial a pedazos” en «un verdadero y propio conflicto global».

Gaza

Citando el ataque terrorista contra Israel del 7 de octubre, el Papa reiteró su «condena por esa acción y por cualquier forma de terrorismo y extremismo» y lamentó que la «fuerte respuesta militar israelí en Gaza» haya supuesto «la muerte de decenas de miles de palestinos» y «una situación humanitaria gravísima con sufrimientos inimaginables».

Por eso pidió a las partes un alto el fuego en todos los frentes, «incluso en el Líbano», «la inmediata liberación de todos los rehenes en Gaza» y que lleguen a la población palestina las ayudas humanitarias.

El Papa volvió a apostar por la solución de los «dos Estados, uno israelí y uno palestino», y por «un estatuto especial internacionalmente garantizado para la ciudad de Jerusalén«.

Francisco saluda al embajador chipriota George Poulides, decano del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede y encargado de dirigirse al Papa en su nombre.

Seguidamente, Francisco hizo un repaso por los diferentes escenarios de conflicto en el mundo, como el de Ucrania («que se va gangrenando») o el de Armenia y Azerbayán, respecto al cual pidió «el regreso de los desplazados a sus hogares de forma legal y segura»: recordemos que los cristianos armenios han sido expulsados por los azeríes musulmanes de su patria milenaria en Nagorno-Karabaj.

En medio de ese prolijo recuento, se detuvo particularmente sobre la «preocupante» Nicaragua, «una crisis que se prolonga desde hace tiempo con dolorosas consecuencias para toda la sociedad nicaragüense, en particular para la Iglesia católica».

Las causas de la guerra

Francisco recordó luego la deshumanización de la guerra contemporánea: «Puede que no caigamos en la cuenta de que las víctimas civiles no son ‘daños colaterales’; son hombres y mujeres con nombres y apellidos que pierden la vida… Si fuésemos capaces de mirar a cada uno de ellos a los ojos, de llamarlos por su nombre y de evocar su historia personal, miraríamos la guerra por lo que es».

El Papa criticó la «enorme disponibilidad de armas«, porque «incentiva su uso e incrementa su producción». «Reitero una vez más la inmoralidad de fabricar y poseer armas nucleares«, añadió.

También afirmó que para conseguir la paz hay que «extirpar de raíz las causas de las guerras», entre las que citó el hambre, la explotación de los recursos naturales y de las personas y las catástrofes naturales y ambientales. Francisco celebró en este sentido la conclusiones de la XXVIII Conferencia de los Estados Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), celebrada en Dubái, y a la que no pudo asistir por razones de salud.

Respecto a la presión migratoria en el Mediterráneo, dijo que «acabamos cerrando nuestros corazones, atrincherándonos tras el miedo a una ‘invasión’«, aunque reconoció que la inmigración debe ser «reglamentada para acoger, promover, acompañar e integrar a los migrantes, en el respeto a la cultura, la sensibilidad y la seguridad de las poblaciones que se encargan de la acogida y la integración».

Colonización ideológica

A continuación, Francisco dedicó una parte de su intervención a dos importantes cuestiones provida: «El camino hacia la paz exige el respeto de la vida, de toda vida humana, empezando por la del niño no nacido en el seno materno, que no puede ser suprimida ni convertirse en un producto comercial. En este sentido, considero deplorable la práctica de la llamada maternidad subrogada, que ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño; y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre. Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato. Por ello, hago un llamamiento para que la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica. En cada momento de su existencia, la vida humana debe ser preservada y tutelada, aunque constato, con pesar, especialmente en Occidente, la persistente difusión de una cultura de la muerte que, en nombre de una falsa compasión, descarta a los niños, los ancianos y los enfermos».

Del mismo modo, hizo una mención a la manipulación de los derechos humanos, «principios racionalmente evidentes y comúnmente aceptados»: «Desgraciadamente, los intentos que se han producido en las últimas décadas de introducir nuevos derechos, no del todo compatibles respecto a los definidos originalmente y no siempre aceptables, han dado lugar a colonizaciones ideológicas, entre las que ocupa un lugar central la teoría de género, que es extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos. Tales colonizaciones ideológicas provocan heridas y divisiones entre los Estados, en lugar de favorecer la construcción de la paz».

Diálogo y libertad religiosa

Francisco pidió igualmente que se refuercen las estructuras de diálogo internacional, amenazadas por «polarizaciones ideológicas al ser instrumentalizadas por algunos Estados», y afirmó que «el camino hacia la paz pasa también por el diálogo interreligioso, que exige ante todo la protección de la libertad religiosa y el respeto de las minorías».

Lamentó «el aumento de actos de antisemitismo que se han verificado en los últimos meses» y «el aumento de la persecución y discriminación contra los cristianos, sobre todo en la última década… En total, más de 360 millones de cristianos en todo el mundo sufren un alto grado de persecución y discriminación a causa de su fe, y son cada vez más aquellos que se ven obligados a huir de sus países de origen».

Resaltó la importancia del «reto educativo» y del «uso ético de las nuevas tecnologías», en particular de la inteligencia artificial: «Es esencial que el desarrollo tecnológico se lleve a cabo de manera ética y responsable, preservando la centralidad de la persona humana, cuya contribución no puede ser ni será nunca sustituida por un algoritmo o una máquina».

Concluyó este repaso a la actualidad internacional pidiendo la protección del patrimonio genético humano para que no se realicen «prácticas contrarias a la dignidad humana, como la patentabilidad de material biológico humano y la clonación de seres humanos».

Necesidad del Jubileo

«Quizá hoy más que nunca necesitemos el año jubilar», concluyó Francisco, porque frente a todos los problemas citados, «el Jubileo es el anuncio de que Dios nunca abandona a su pueblo y siempre mantiene abiertas las puertas de su Reino. En la tradición judeocristiana, el Jubileo es un tiempo de gracia en el que se experimenta la misericordia de Dios y el don de su paz. Es un tiempo de justicia en el que los pecados son perdonados, la reconciliación supera la injusticia y la tierra reposa».

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»