Francisco comenzó la audiencia general en la Plaza de San Pedro anunciando que hacía «un paréntesis» en la catequesis habitual de los miércoles, centrada en las últimas semanas sobre el Espíritu Santo, «para que podamos reflexionar sobre la realidad de tantas personas que tienen que dejar su tierra buscando un lugar donde poder vivir en paz y con mayor seguridad».
Esas rutas, unas que están a menudo «bajo los reflectores» y otras apenas conocidas, son «mortales» para muchos de ellos, y por eso quiso el Papa detenerse «en este drama, en este dolor«.
«Del Mediterráneo he hablado muchas veces, porque soy obispo de Roma», dijo, y volvió a decir, como en otras ocasiones, que «se ha convertido en un cementerio«: «Y la tragedia es que muchos, la mayoría de estos muertos, podrían haberse salvado. Hay que decirlo claramente: hay quienes trabajan sistemáticamente por todos los medios para repeler a los migrantes. Y esto, cuando se hace con conciencia y con responsabilidad, es un pecado grave«.
Una imagen de la audiencia general de este miércoles en la Plaza de San Pedro.
Francisco no especificó qué tipo de rechazo considera «pecado grave» dentro de la amplia casuística que supone el fenómeno de la inmigración. Hay una alusión implícita a la negación de auxilio en alta mar, que practican los países y las mafias que lanzan los barcos, frente a los países occidentales, que están invirtiendo recursos ingentes en salvamento marítimo (incluso a distancias mayores que los propios países de origen) y están desbordados logísticamente por la transgresión masiva de sus fronteras.
Pero otras palabras posteriores de su intervención aluden a cuestiones legislativas, como la petición de leyes más restrictivas (recientemente el gobierno socialdemócrata alemán ha decidido acelerar las deportaciones ante la oleada de acuchillamientos): así, dijo que «en esos mares y desiertos mortíferos, los migrantes de hoy no deberían estar… y están, desafortunadamente. Pero no es mediante leyes más restrictivas, no es mediante la militarización de las fronteras, no es mediante rechazos como lo conseguiremos. Por el contrario, lo conseguiremos ampliando las rutas de acceso seguras y las vías de acceso legales para los migrantes, facilitando el refugio a quienes huyen de la guerra, de la violencia, de la persecución y de tantas calamidades; lo conseguiremos fomentando por todos los medios una gobernanza mundial de la migración basada en la justicia, la fraternidad y la solidaridad. «.
«El mar y el desierto», añadió, «son lugares de sufrimiento, de miedo, de desesperación, pero al mismo tiempo son lugares de paso hacia la liberación –¡y cuánta gente pasa por los mares y los desiertos para liberarse, hoy–, son lugares de paso hacia la redención, hacia la libertad y el cumplimiento de las promesas de Dios«.
En cualquier caso, según el Papa, «el Señor está con nuestros migrantes en el mare nostrum, el Señor está con ellos, no con los que les rechazan«.
Y, tras invitar a rezar por ellos, se dirigió a los presentes para interrogarles: «A vosotros, os pregunto:¿rezáis por los migrantes, por los que vienen a nuestra tierra para salvar su vida? ¡Y vosotros queréis echarles!«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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