Desde la loggia central de la Basílica de San Pedro, Francisco se dirigió al mundo con el tradicional mensaje y bendición Urbi et Orbi, a la que estaba acordada una indulgencia plenaria para quien, con las condiciones habituales, la recibiese in situ o a través de la radio, la televisión o cualesquiera otras tecnologías de comunicación.
La Plaza de San Pedro, tres minutos antes de la bendición Urbi et Orbi.
«La mirada y el corazón de los cristianos de todo el mundo se dirigen a Belén«, dijo el Papa, en una alusión doble al misterio del nacimiento de Jesús y a la guerra que se vive en Tierra Santa tras los crímenes terroristas de Hamás del 7 de octubre.
La auténtica alegría de la Navidad
Que Dios se haya hecho carne, que haya «nacido para nosotros», es «la noticia que cambia el curso de la historia«, recordó Francisco. Pero la felicidad que anuncia Belén «no es la felicidad pasajera del mundo, ni la alegría de la diversión, sino una alegría ‘grande’ porque nos hace ‘grandes'» con «una esperanza inaudita, la de haber nacido para el Cielo«, de ser «hijos amados».
«No estás solo, no estás sola», se dirigió el pontífice a quienes le escuchasen desde ese sentimiento de soledad, porque «Cristo nació para ti»: «Alégrate tú, que has perdido la esperanza, porque Dios te tiende la mano. No apunta su dedo contra ti, sino que te ofrece su manita de Niño para liberarte de los miedos, aliviarte de las fatigas y mostrarte que a sus ojos vales más que nada«.
Frente al Príncipe de la Paz que nace se opone «el príncipe de este mundo» (Jn 12, 31), al que vemos en acción con la matanza de los inocentes de Herodes, pero también hoy con matanzas «en el seno materno, en los caminos de los desesperados que buscan esperanza, en las vidas de tantos niños cuya infancia se ve devastada por la guerra. Son los pequeños Jesús de hoy, esos niños cuya infancia ha sido devastada por la guerra, por las guerras».
La Guardia Suiza y una representación del Ejército italiano interpretaron los himnos respectivos antes y después de la bendición.
Seguidamente, el Papa hizo un llamamiento a decir «no a la guerra» y a hacerlo «con valentía», porque es «una derrota sin vencedores, una locura sin excusa».
Que se conozca el gasto en armas
Francisco fue muy severo también al relacionar la guerra con las armas: «¿Cómo puede hablarse de paz si aumenta la producción, venta y comercio de armas?» Pidió transparencia a los gobiernos: «La gente ignora cuánto dinero público se destina a armamento. ¡Pero debe saberlo! Que se hable de ello, que se escriba al respecto, para que se conozcan los intereses y beneficios que mueven a los hijos de la guerra«.
Francisco repasó brevemente los escenarios de conflicto en el mundo, pidiendo por el triunfo de la paz en todos ellos.
Francisco recordó a las víctimas «del execrable ataque del 7 de octubre», en el que los terroristas de Hamás asesinaron a casi mil quinientas personas y secuestraron a 240 personas, por cuya liberación pidió el Papa. También pidió «que cesen las operaciones militares, con su espantosa consecuencia de víctimas civiles inocentes» y que «se ponga remedio a la desesperada situación humanitaria abriendo la llegada de ayuda«.
«Que dejen de alimentarse la violencia y el odio y se busque una solución a la cuestión palestina mediante un diálogo sincero y perseverante entre las partes, sostenido por una fuerte voluntad política y el apoyo de la comunidad internacional», dijo el Papa.
Seguidamente mencionó los principales escenarios de conflicto en el mundo: Siria, Yemen, Líbano, Ucrania, Armenia, el Sahel, el Cuerno de África, Sudán, Camerún, la República Democrática del Congo, Sudán del Sur y la península coreana.
«Desde el pesebre», concluyó, «el Niño nos pide ser la voz de quien no tiene voz«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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