23/12/2024

«Francisco, repara mi Iglesia, ¿no ves que se hunde?»: una reconquista del alma desde Asturias

Un campo de trabajo para jóvenes que dedican unas semanas a recuperar iglesias en mal estado podría ser uno más de los tantos voluntariados veraniegos que se celebran estos días. Sin embargo, en el caso del que ha desarrollado en la segunda quincena de julio la Universidad CEU San Pablo (Madrid, España) hay mucho más.

El lema era “Francisco, repara mi Iglesia, ¿no ves que se hunde?”. Son las palabras que sintió el joven Francisco de Asís que Dios le decía: empezó reparando una ermita y aquello creció y transformó el mundo.

Esta iniciativa universitaria también implicaba limpiar y rehabilitar unas iglesias de piedra, pero eso era el pretexto para relacionar a unas parroquias asturianas acogedoras y a la comunidad universitaria que se ponía a servir, en el marco de la belleza imponente de los Picos de Europa.

Oración y trabajo para universitarios en la España vaciada

La propuesta es sencilla y la explica el P. Daniel Rojo, capellán en la Universidad CEU San Pablo y fundador del proyecto Patrimonio que da vida, en el que se enmarca este voluntariado. “Hemos creado un espacio de trabajo y de oración en el que los universitarios conocen la España vaciada y la Iglesia vaciada, que tan lejanas les resultan”.

El trabajo se concreta en ponerse a disposición de párrocos locales que con muchos pueblos a su cargo y pocos recursos no llegan a todo. Este año el apoyo se ha concretado en las iglesias de Oceño, Panes, Poo de Cabrales y Carreña, en el Oriente asturiano.

Se ha hecho trabajo de carácter manual- limpieza y pintura de templos o lijado de bancos– pero también espiritual y humano- acompañar a los ancianos de una residencia, o hacer posible una procesión del Carmen en un municipio que no podía celebrarla hace años por falta de quienes portaran la imagen.

Cada mañana Laudes, cada tarde misa u oración

Los espacios de oración han sido muy diversos, según explica el P. Rojo: “Por las mañanas, cada equipo de trabajo rezaba Laudes en las furgonetas camino de su labor, y una vez terminado por las tardes, nos reuníamos todos en la celebración de la Eucaristía o en la Hora Santa”

La oración compartida ha sido fundamental para otro de los puntos clave del campo de trabajo: la comunidad. Para Vicky Garrafe, alumna egresada de Genética, ha sido posible por la apertura a una realidad distinta de la propia. «Fuimos a encontrarnos con personas, fuimos a encontrarnos con esa realidad que necesitaba de nuestra ayuda y- principalmente- nos dejamos encontrar por el Señor para que Él guiara nuestros pasos, para dejar esas iglesias mucho mejor, para acompañar a los ancianos de la residencia, para encontrarnos allí con la comunidad y con todas las demás personas que conformamos este campo de trabajo”.

Es un encuentro que, dice ella, implica apertura y cambio. «Fue como encontrarse con lo desconocido y dejarnos transformar. Y no sólo reparar esas iglesias físicas sino también reparar las piedras físicas que somos para luego continuar con esta misión a dónde quiera que sea que vayamos”.

Procesión con la Virgen del Carmen, entre los Picos de Europa, en Asturias; hacía años que no se celebraba esta procesión porque faltaba quien pudiera llevar la imagen. Los estudiantes recuperaron una experiencia aplazada mucho tiempo. 

Testimonio de vivir la alegría cristiana

El encuentro también es clave para María Carbajal, alumna de Arquitectura y una de las coordinadoras del campo de trabajo.

“Ha sido impresionante ver como un grupo de 50 personas que prácticamente no se conocían de nada antes ha compartido estos días como si fuese una familia», destaca.

«Es muy bonito ver que eso es posible porque todos tenemos en el corazón un deseo de ver a Cristo. Y creo que, en este campo de trabajo, todos y cada uno nos hemos encontrado con Cristo y eso ha hecho que podamos compartirlo”. Y añade “Para mi este campo de trabajo es un testimonio de lo que es vivir la alegría cristiana.”

La imponente belleza de Asturias

El escenario del campo de trabajo también tiene intención: la belleza inefable de las montañas, los valles y los desfiladeros de los Picos de Europa que como explica- siguiendo a San Juan Pablo II- la profesora de arquitectura Sonia Izquierdo, produce un gozo que no sacia y suscita la nostalgia de Dios.

«La imponente belleza de Asturias sale al encuentro, asombra, envuelve y acerca al misterio de Dios. Es una belleza que impacta, que no deja indiferente. Admirarla es un disfrute para los sentidos y una interpelación sobre su Creador y Artista. Los picos de sus inmensas montañas inspiran sentimientos de pequeñez, y al mismo tiempo de protección, de renovación y de eternidad», detalla Izquierdo.

Una joven estudiante recupera bellezas olvidadas, pero hay que limpiar y frotar y trabajar para recuperar el antiguo esplendor.

Más que mercado, la Universidad puede ofrecer sentido

Otra de las profesoras participantes en el campo de trabajo, Elena Cebrián de la facultad de Humanidades y Comunicación, explica el sentido de que el campo de trabajo fuera con universitarios. “Hay una propuesta alternativa a esa idea que parece estar imponiéndose de que la Universidad debe limitarse a facilitar un buen trabajo, y a formar profesionales que encajen con lo que las empresas necesitan”.

La alternativa consiste, según Cebrián en proponer servicio y sentido frente a mercado. “El campo de trabajo nos ha presentado a los universitarios- profesores y alumnos- una realidad que nos es lejana y completamente ajena, una realidad en la que no ganamos nada, pero que necesita ayuda, y se nos ha propuesto reconocer esa necesidad, acercarnos a ella y responderla”.

El horizonte de esta respuesta, es para esta profesora, “vivir de forma práctica la idea de que la universidad para lo que está es para mejorar la sociedad y la vida de las personas que la forman y proponer el bien común como un horizonte más sugerente que la rentabilidad o el éxito”. Con un añadido en el caso de una universidad católica como la suya, añade Cebrián.

«Trabajar recuperando iglesias, asistiendo a sacerdotes sobrecargados de trabajo o acompañando comunidades envejecidas y pequeñas, nos ha mostrado que la Iglesia de piedra y la Iglesia de carne son fuente de sentido en la vida de la gente, cosa que no es tan visible en el Madrid urbano, con mil estímulos y absolutamente focalizado en la eficacia, del que nosotros venimos», explica.

Dejar cosas innecesarias: desánimos, protagonismos, arrogancias

El balance de la suma de universidad, servicio, comunidad, naturaleza y liturgia, resulta muy positivo para los 50 participantes. Lo pone en palabras Javier Lorenzo, estudiante de Farmacia y otro de los coordinadores de sus actividades: “Para mí ha sido darme cuenta de que ayudando pierdo cosas: Pierdo la fatiga y el estrés porque me siento útil. Pierdo el desánimo, porque en la plenitud de la obra veo un camino de esperanza, veo que en la restauración arrojamos luz y damos testimonio público en los vecinos del pueblo. También pierdo la envidia porque comparto, pierdo la ira, la arrogancia, el protagonismo… Cosas que cuando me las dejo, me permiten ver más allá del horizonte, y crecer como persona y como creyente”.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»