16/10/2024

Gonzalo, el «pringado» de Hakuna en Corea: «Allí supe que Dios no era una teoría, que Él está vivo»

«¿De qué va mi vida? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué hago lo que hago?»: En 2023, como ingeniero de telecomunicaciones, con un trabajo y una vida estable y con una participación desbordante en todos los apostolados e iniciativas de Hakuna, Gonzalo Echanove sentía que no podía conformarse. Con 25 años, quería entregar su vida y lo que debía saber era cómo… o a quién. Hasta que llegó la llamada.

La mañana de este martes, durante la presentación del Domund en la sede madrileña de Obras Misionales Pontificias, el joven habló de una vocación que se inició en 2022. Por aquel entonces, cuenta, «trabajaba mucho, participaba en muchas cosas de Hakuna, mis horas santas, mis misas, mis formación, mis charlas, participaba en los conciertos… Y un día me pregunté: ¿Por qué hago esto? ¿Qué papel está jugando Dios?».

«Descubrí a un Dios que me llama a amar al mundo»

Esas preguntas existenciales le llevaron a buscar una respuesta que se manifestó al descubrir a «un Dios vivo» y comprender que «no se trataba de lo que hacía, sino de lo que era: un hijo amado de Dios. Descubrí a un Dios que me quiere, que se relaciona conmigo, que me espera y que me llama cada día a querer al mundo como Él me quiere a mí, y a dejarle amar al mundo a través de mí».

El «cambio de chip» se manifestó en el acto. «Empecé a tener una alegría que se me salía por las orejas, en el trabajo, con mis amigos… Incluso en el tener la habitación ordenada porque a mi madre le gusta», dijo ante las risas de los asistentes.

Pero aunque buscaba de llevar esa alegría a sus conocidos o de «que todo estuviese perfecto», «nunca estaba satisfecho«. «¿Qué hago?», se planteó.

«¿Quién es Dios para vosotros?»

Como si de una respuesta se tratase, sonó el teléfono en Hakuna. Eran un grupo de coreanos que habían tomado ejemplo de la «familia eucarística» nacida en la JMJ de Río de Janeiro en 2013, dando sus primeros pasos y replicando sus conocidas horas santas. «Conocemos el método, pero no sabemos lo que estamos haciendo. Queremos conocer cómo lo vivís, quién es Dios para vosotros y qué es Hakuna«, les dijeron.

Una delegación de 30 jóvenes acompañada por el sacerdote José Pedro Manglano respondieron a la invitación y desembarcaron en Corea. Era diciembre de 2022. Como si de una familia se tratase, españoles y coreanos vivieron dos semanas conociéndose de una forma que Echanove recuerda como «muy natural».

«Nos llevaron a comer sus comidas, nos enseñaron su cultura, fuimos a la frontera con Corea del Norte, pudimos organizar las horas santas y encuentros en los que nos preguntaban… Pero sobre todo fue el día a día, el conocernos, lo que nos llevó a vivir algo que iba más allá de la forma, no solo a [explicar] tal canción o tal hora santa», detalla.

Sentadas las bases, con el viaje concluyendo y tras haber logrado unas amistades con las que quería compartir su vida, Echanove no quería volver. De regreso a Madrid, tras unos meses de formación y asentar sus ideas, tomó la decisión.

«Dios quería esto de mí, y yo quería responder»

«Sabía que sería algo temporal, que acabaría volviendo, pero sabía que Dios quería esto de mí y lo que quería era responder, ser feliz y vivir mi vida frente a él», recuerda. El joven dejó su puesto de trabajo y con el inicio de curso académico, se embarcó en un viaje que duraría 9 meses y le cambiaría por completo.

Las experiencias que vivió en Corea son incontables y califica de «increíbles» muchas de ellas, especialmente el comprender que «Dios es para todos» y aprender a querer a quienes vivían una cultura y cosmovisión tan distantes con la suya. Recuerda una vivencia fue especialmente significativa.

La intervención completa de Echanove en la presentación del Domund, que se celebra el domingo 20 de octubre y con el que se puede colaborar desde su página web.

Era Navidad y caminaba por las calles junto a un sacerdote, las misioneras de la caridad y otros «miembros de Hakuna con experiencia misionera» -como prefiere llamarlo hasta la definición explícita de misioneros en el movimiento-. Conforme caminaba, se sorprendía al conocer a ingenieros como él o empresarios viviendo en la calle, pasando noches al descubierto en un lugar donde las temperaturas podían bajar a los veinte grados bajo cero.

Familia, riqueza y verdad de la Iglesia: «Dios no es una teoría»

Los jóvenes iban con lo puesto, sin mucho que poder ofrecer, y cuando Echanove le preguntó al sacerdote cómo prepararse para lo que venía, la respuesta fue todo un preludio: «No hay que prepararse. Vamos a estar«.

Echanove lo comprendió al sentarse junto a un chico al que pronto se le unieron otros conforme avanzaba la conversación. En un momento, uno de los sintecho paró la conversación y les dijo: «No os dais cuenta de lo que acabáis de hacer. Mucha gente se piensa que necesitamos mantas, comida… pero me habéis dado la oportunidad de quereros, y habéis venido a quererme. Lo que tenemos aquí se siente como familia».  

La relatada por el joven de Hakuna es solo una de las muchas experiencias vividas junto a un rosario organizaciones en Corea, desde la estrictamente parroquial o pastoral hasta la propia preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, pasando por los salesianos, el Opus Dei, el Regnum Christi o las misioneras clarisas. Con todos ellos, agregó, «me di cuenta de la familia, la riqueza y la verdad que vivimos aquí, de que no solo es una teoría, de que Dios está vivo».

«Lo tienen todo y nada. Es una `periferia existencial´»

Pero la pobreza no es la norma en Corea. De hecho cuenta que «se vive bien, las personas viven acomodadas y es un país con mucho progreso». Si tuviese que definir la principal necesidad de la Iglesia en Corea, lo hace precisamente apuntando a la «periferia existencial«. O en otras palabras, gente que vive en «mucha soledad» y que «lo tienen todo y no tienen nada«. Y eso es lo que aporta la Iglesia en Corea, «amar a la persona que vive sola en el sinsentido y presentarle un Dios vivo que le ama».

Tras nueve meses evangelizando en el país asiático, Echanove encontró las respuestas a sus preguntas: «¿De qué va mi vida? Trato de vivir mi camino al cielo, de ser feliz, de amar y disfrutar de la vida, pero no de no sufrir. Y eso significa dejar entrar a Dios. ¿Cómo explicar mi decisión? Me hace muy feliz. Solo tengo una vida, una oportunidad para ser feliz, para amar, para ir al cielo y para abrirme a Dios».

Es posible colaborar con el domund en múltiples formas desde su página web.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»