Como viene siendo tradición de unos años para acá, el Papa Francisco presidió este domingo una Eucaristía desde la Basílica de San Pedro por la Jornada Mundial de los Pobres. En los primeros bancos del templo se situaron decenas de personas sin hogar.
«En esta Jornada Mundial de los Pobres, detengámonos precisamente en estas dos realidades: angustia y esperanza. Realidades que siempre están combatiendo dentro de nuestro corazón. Primero la angustia. Es un sentimiento extendido en nuestra época, donde la comunicación social amplifica los problemas y las heridas, haciendo que el mundo sea más inseguro y el futuro más incierto», comenzó diciendo el Papa.
Alarga nuestra mirada
Sobre el Evangelio de hoy, Francisco comentó: «También hoy vemos el sol oscurecerse y la luna apagarse, vemos el hambre y la carestía que oprimen a muchos hermanos y hermanas, vemos los horrores de la guerra y las muertes inocentes. Frente a esta realidad, corremos el riesgo de hundirnos en el desánimo y dejar pasar inadvertida la presencia de Dios dentro del drama de la historia. De este modo, nos condenamos a la impotencia; vemos como a nuestro alrededor crece la injusticia que provoca el dolor de los pobres, sin embargo, nos dejamos llevar por la inercia de aquellos que, por comodidad o por pereza, piensan que ‘el mundo es así’ y ‘no hay nada que yo pueda hacer'».
En la misa estuvieron presentes varias personas sin hogar invitadas por el Papa.
«Así, incluso la fe cristiana se reduce a una devoción pasiva, que no incomoda a los poderes de este mundo y no produce ningún compromiso concreto en la caridad. Y mientras una parte del mundo está condenada a vivir en los sectores marginales de la historia, al tiempo que crecen las desigualdades y la economía castiga a los más débiles, mientras la sociedad se consagra a la idolatría del dinero, sucede que los pobres y los excluidos no pueden hacer otra cosa que continuar esperando».
«Pero Jesús, en medio de ese cuadro apocalíptico enciende la esperanza. Nos abre completamente el horizonte, alargando nuestra mirada para que aprendamos a acoger, incluso en la precariedad y en el dolor del mundo, la presencia del amor de Dios que se hace cercano, que no nos abandona, que actúa para nuestra salvación».
Puedes ver aquí completa la misa de la Jornada Mundial de los Pobres.
El Papa también advirtió en su homilía: «Y no debemos fijarnos sólo en los grandes problemas de la pobreza global, sino en lo poco que todos podemos hacer en lo cotidiano: con nuestro estilo de vida, con la atención y el cuidado del ambiente en el que vivimos, con la búsqueda constante de la justicia, compartiendo nuestros bienes con los más pobres, comprometiéndonos social y políticamente para mejorar la realidad que nos rodea. Podría parecernos poca cosa, pero nuestro poco será como las primeras hojas que brotan de la higuera, una anticipación del verano que se acerca».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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