09/01/2025

La archidiócesis de Madrid, un lugar secularmente puntero en la conciliación entre ciencia y fe

El 25 de marzo de 1964, nada menos que San Pablo VI elevó la entonces diócesis de Madrid-Alcalá a arzobispado, naciendo así la archidiócesis de Madrid, que a partir de 1991 incluiría las diócesis sufragáneas de Getafe y Alcalá.

Unas palabras casi programáticas

Unos días después del 60º aniversario, concretamente el 9 de abril de 2024, el cardenal José Cobo, actual arzobispo de Madrid, inauguraba la capilla de la Universidad Francisco de Vitoria, bajo la advocación de María Sede de la Sabiduría, coincidiendo con el 30º aniversario de su fundación.

En la homilía pronunciada dijo cosas como las siguientes: «La capilla universitaria está llamada a ser un centro vital para promover la transformación cristiana de la cultura… Todo serían ladrillos o piedras si no somos capaces de mostrar lo que hay detrás: el amor que Dios nos tiene… La Universidad Francisco de Vitoria, a través de este nuevo espacio, el más emblemático de su campus, busca reafirmar su compromiso con la formación integral de sus miembros… Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos… Cuando aprendemos a vivir en las claves del Evangelio, pero no individualmente, sino al lado de los hermanos, de los más frágiles y vulnerables, celebramos la sabiduría de Dios«.

La formación integral cuenta con la transmisión del conocimiento proveniente de la Revelación. Eliminar la transmisión de este conocimiento es condenar al hombre a vivir sin Dios, algo para lo que no ha sido creado por Él. Estas palabras del cardenal Cobo ponen de manifiesto que la conciencia de la Iglesia católica en cuanto a conciliación ciencia-fe sigue viva en la archidiócesis de Madrid. También el lugar donde fueron pronunciadas, el campus de una universidad de inspiración católica activa, habla de lo mismo.

Riqueza universitaria de inspiración católica en Madrid

En la actualidad, en la archidiócesis de Madrid tienen actividad científico-docente, además de la Universidad Francisco de Vitoria, la Universidad Pontificia de Comillas, la Universidad San Pablo CEU, la Universidad Eclesiástica San Dámaso, la Universidad Pontificia de Salamanca, la Universidad de Navarra, el Centro Universitario Villanueva, el CES Don Bosco, el Centro Universitario La Salle, el Centro Universitario Escuni, el Centro Universitario María Cristina (regido por la Orden de San Agustín y adscrito a la Universidad Complutense de Madrid: en él estudiaron Manuel Azaña, José Castillejo o Pedro Sánchez, entre otros) o la Universidad Camilo José Cela del Grupo SEK, que dice inspirarse en el humanismo cristiano, entre otras.

Sirvan estos datos para dar noticia de lo actual de la conciliación ciencia-fe en la archidiócesis de Madrid. O, dicho de otro modo: si la ciencia y la fe católica fueran incompatibles, ¿cómo explicar la presencia de estas universidades?

La tradición científica española

Si hay un país en el que la conciliación ciencia-fe católica haya sido real a lo largo de toda su historia, ese es España. Si dentro de ella hay una ciudad donde tal conciliación haya adquirido relieve, esa es Madrid.

La relación entre Madrid y la ciencia puede decirse que es desde siempre. Son muchas las publicaciones llevadas a cabo por el autor de este artículo -miembro colaborador del Instituto de Estudios Madrileños (CSIC)- en la revista Madrid Histórico en las que tal afirmación puede comprobarse: desde que Madrid inicia su existencia, la ciencia y la fe están unidas, hasta hoy.

Sirvan como ejemplo las instituciones del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (donde todavía se alberga la Biblioteca Laurentina -la mayor de la Cristiandad en su época, detrás de la del Vaticano- y donde estuvo la Real Botica, mayor laboratorio de química del mundo en ese momento) o la Universidad de Alcalá, fundada por el cardenal Cisneros.

Sala Principal o de los Frescos de la Biblioteca Laurentina (Imagen cedida por J.L. del Valle, Director Real Biblioteca del Monasterio del Escorial).

La Junta de Amplicación de Estudios

Durante el siglo XX la primera institución a nivel nacional cuya sede se instala en Madrid es la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), fundada en plena monarquía parlamentaria confesional católica de Alfonso XIII, y en cuyo decreto fundacional se indicaba: “Y sin embargo, no falta entre nosotros gloriosa tradición en esta materia. La comunicación con moros y judíos y la mantenida en plena Edad Media con Francia, Italia y Oriente; la venida de los monjes de Cluny; la visita a las Universidades de Bolonia, París, Montpellier y Tolosa; los premios y estímulos ofrecidos a los clérigos por los Cabildos para ir a estudiar al extranjero, y la fundación del Colegio de San Clemente en Bolonia, son testimonio de la relación que en tiempos remotos mantuvimos con la cultura universal.

»La labor intelectual de los reinados de Carlos III y Carlos IV, que produjo la mayor parte de nuestros actuales centros de cultura, tuvo como punto de partida la terminación del aislamiento en que antes habíamos caído, olvidando nuestra tradición envidiable, y restableció la comunicación con la ciencia europea que, interrumpida luego por diversas causas, no conserva ahora sino manifestaciones aisladas, como las pensiones para viajes concedidas a los becarios de Salamanca y el Colegio de Bolonia” (Gaceta de Madrid, Año CCXLVI, nº 15, martes 15 de enero de 1907, Tomo I, págs. 165-167).

La JAE tendría como vocales fundacionales a fervorosos creyentes a la par que científicos tales como Leonardo Torres-Quevedo, Ramón Menéndez Pidal, José Marvá Mayer, Julián Ribera, Marcelino Menéndez Pelayo, etc., y hasta su mismísimo presidente, el Premio Nobel de Fisiología o Medicina Santiago Ramón y Cajal, que se casó con la piadosísima Silveria Fañanás con la que tendría numerosa prole, y nunca renunció a sus creencias en Dios y en el alma inmortal, de cuyas vidas hablo en Iglesia católica y ciencia en la España del siglo XX. También hemos hablado aquí en ReL de la contribución-no precisamente pequeña, en la puesta en marcha de la Universidad Complutense o la Autónoma de Madrid en 1968, de profundos creyentes y profesores universitarios feligreses de esta archidiócesis.

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas

En este año se cumple el 85º aniversario de la más importante institución científica de la historia de España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), algo que hemos recordado en ReL , así como la vida de uno de sus fundadores, José María Albareda.

El CSIC fue puesto en marcha por científicos católicos, y fundó el primer centro de investigación teológica fuera del ámbito eclesial, el Instituto de Teología Francisco Suárez, ya desaparecido por presiones de las ideologías laicistas ateas herederas del Frente Popular (que siguen persiguiendo a la Iglesia católica de Madrid a través de la cultura).

Respaldo a la ciencia de Eijo Garday y Morcillo

Llegó a dirigir dicho Centro monseñor Leopoldo Eijo Garay, consejero del CSIC. Fue canónigo, predicador y capellán real, obispo de Tuy y Vitoria, Patriarca de la Indias Occidentales, Padre Conciliar, además de académico de la Lengua y de Ciencias Morales y Políticas, y catedrático de la Universidad Pontificia, enseñando lengua hebrea y siendo además catedrático de Teología. Todo ello, durante la Edad de Plata, sentando las bases de la conciliación ciencia-fe una vez que la diócesis de Madrid echó a andar. Siendo obispo de Madrid-Alcalá huyó a Vigo para librarse de la muerte a manos del Frente Popular durante la persecución religiosa desencadenada por él en su afán de imponer la dictadura del proletariado, coordinando a través de vicarios generales la Iglesia clandestina de Madrid, muy conocida y estudiada por José Manuel Ezpeleta, que ha sido además objeto de investigación en una tesis doctoral.

Fallecido Eijo Garay en 1964 es erigida la archidiócesis y nombrado el madrileño monseñor Casimiro Morcillo, obispo auxiliar de la diócesis Madrid-Alcalá en 1943 y primer arzobispo de Madrid. Buena parte de la conciliación ciencia-fe y mencionada con anterioridad (universidades y CSIC) sigue su curso en la archidiócesis y llega hasta nuestros días. La Iglesia de Madrid, bien como institución bien a través de sus miembros, no ha dejado de aportar en este sentido. Don Casimiro fue subsecretario de la primera sesión del Concilio Vaticano II, y presidente de la Conferencia Episcopal Española hasta el año 1971, cuando falleció. Ha sido el único obispo madrileño de la diócesis de Madrid. El crecimiento poblacional de Madrid de forma exponencial le obligó a crear más de trescientas nuevas parroquias. Amplió estudios en París y se doctoró en Roma. Fue profesor de Literatura y Lengua en el Seminario de Madrid durante tres cursos. Continuó las buenas relaciones con el CSIC y las universidades católicas y públicas, y fue impulsor de la renovación del arte sacro con su Carta magna del Arte Sacro y la Gran Exposición de Arte Sacro.

San Dámaso

Y vamos con San Dámaso…

Fue en 1967 cuando se erigió por la archidiócesis de Madrid el Estudio Teológico, como prolongación de la actividad docente que, desde su fundación en 1906, desarrollaba durante la Edad de Plata madrileña el seminario diocesano. Aquel mismo 1967 quedó afiliado a la Universidad Pontificia Comillas mediante un convenio ratificado por la Congregación para la Educación Católica.

Tras diversas intervenciones del cardenal Ángel Suquía, sería el cardenal Antonio María Rouco Varela quien impulsaría las definitivas gestiones que terminarían alumbrando en 2011 la Universidad Eclesiástica San Dámaso, que integraría las facultades de Teología, Filosofía, Derecho Canónico, Literatura Cristiana y Clásica San Justino y el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

El actual Gran Canciller de San Dámaso, cardenal Cobo, arzobispo de Madrid, oído el parecer de la Junta de Gobierno de la Universidad y habiendo recibido la confirmación del Dicasterio para la Cultura y la Educación, ha nombrado nuevo Rector para el cuatrienio 2024-2028 al profesor Nicolás Álvarez de las Asturias, actualmente vicerrector de ordenación académica. En la persona del nuevo rector vuelven a darse cita ciencia y fe pues el profesor Nicolás Álvarez de las Asturias es catedrático de Historia del Derecho Canónico en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y licenciado en Teología por la Universidad Pontificia Comillas, y consultor ad casum del Dicasterio de las Causas de los Santos.

No me entretengo en relatar los logros académicos de los cardenales Suquía y Rouco, así como los de obispos auxiliares como Juan Antonio Martínez CaminoEugenio Romero Pose, de los cuales hay abundante información gratuita en la red, porque no acabaría el artículo, que pretendo finalizar haciendo una breve mención de la Academia San Dámaso, fundada precisamente por el cardenal Suquía, y que no parece en la actualidad vivir uno de sus mejores momentos.

La Academia de Arte y de Historia San Dámaso fue erigida canónicamente en 1978, en plena actividad del cardenal Suquía como arzobispo de Madrid, con el fin de contribuir a la defensa, conservación y promoción del patrimonio cultural, artístico y documental de la Iglesia en la diócesis de Madrid-Alcalá. Tiene como fines propios la promoción del estudio y cultivo de las Bellas Artes y de los documentos históricos y bibliográficos que tengan relación con la Iglesia, contribuir a la realización de estudios sobre la historia de la Iglesia en España y especialmente en la provincia eclesiástica de Madrid a través de cauces documentales y artísticos, y contribuir a la defensa, conservación y promoción del patrimonio cultural, artístico y documental de la Iglesia en esta provincia eclesiástica.

Entiendo que yo, con mis estudios históricos relacionados con la ciencia en Madrid, contribuyo a los mencionados fines, en contra de lo que sin cesar propone la historiografía atea.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»