Una vez consumada la salida forzada del Valle de los Caídos del P. Cantera, entregado por la cúpula de la Iglesia a la dictadura masónica a cambio de las 30 monedas de plata de la financiación estatal, hemos entrado en la fase de la «resignificación» del Valle. Fase anunciada a bombo y platillo por la dictadura sanchista, en parte para tapar que no van a poder derribar la Cruz ni echar a los monjes, gracias al empeño de Cantera.
Pero ahora hemos entrado en una guerra de comunicados entre los tiranos y la cúpula eclesial española. Según el régimen sanchista la Iglesia solo conservará en la Basílica el altar y tres bancos, en medio de un infame museo de los horrores de apología masónica y woke que convertiría las misas allá en una experiencia surrealista.
Mientras tanto la Conferencia Episcopal defiende que lo pactado con el régimen incluye que la basílica es intocable casi en su totalidad, aunque es posible construir un museo de los horrores en la explanada de la entrada. Dicen también que todo lo que se haga ha de contar con su visto bueno. ¿Dónde está la verdad?
Lo cierto es que al margen de que quien pacta con el Mal esperando que el Mal cumpla sus promesas, es un ingenuo, los obispos tendrían ahora una oportunidad, si fuesen valientes, de luchar por una auténtica resignificación, que tal vez si esté necesitando el Valle.
No por supuesto la infame manipulación que intenta sacar adelante el régimen masónico, sino un nuevo significado coherente con el espíritu cristiano con el que fue construido.
El Valle de los Caídos sería el lugar ideal para convertirse en el Monumento Nacional a los mártires católicos españoles de 1936-1939. En esos años, como es sabido, el partido masónico que tiraniza España ahora de nuevo, llevó a cabo el mayor genocidio de cristianos de Europa desde la época de Roma. Genocidio que motivó la Cruzada Nacional, bendecida por la Iglesia entonces, que salvó a la Patria y a la Fe católica en España.
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