Revestido del sacerdocio católico, el sacerdote recibe el poder de ofrecer el santo sacrificio de la Misa por los vivos y los muertos.
El divino sacrificio de la Misa contiene e inmola al mismo Jesucristo que se ofreció en la Cruz, pero en la Misa sin derramamiento de sangre.
A través de él obtenemos misericordia y encontramos gracia, auxilio y bendición.
Acerquémonos a Dios con un corazón contrito y arrepentido, con fe recta y con espíritu de temor y reverencia.
La Misa se ofrece por los pecados, las penas, las satisfacciones y otras necesidades de los fieles.
La Misa se ofrece por los vivos y por los que han muerto en Jesucristo y que aún no están del todo purificados.
No hay nada más bello, más grande y más santo que ofrecer la Santa Misa por los vivos y por los difuntos.
Es el acto perfecto del culto divino, el único capaz de reconciliar a los hombres con Dios.
El santo sacrificio de la Misa alivia a las almas del Purgatorio.
La Santa Misa derrama sobre los pecadores los frutos de la Pasión de Cristo y todos los beneficios del Cielo.
Fuente: Exposición de la doctrina sobre el sacrificio de la Misa, Concilio de Trento, 17 de septiembre de 1562 – Fsspx.Actualités».
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