06/01/2025

La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo

Juan 1, 1-18 “La gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo”

«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer». 

El prólogo de Juan nos evoca las primeras páginas del Génesis. En el principio dice el primer libro de la Biblia existía el caos, el desorden, la nada. En cambio, fruto de la experiencia de encuentro con Cristo el principio se llena de esperanza, de resurrección y de vida. En el principio no está el vacío, ni la oscuridad, sino Cristo es la Vida. No intentemos saciar el hambre y la sed de nuestro corazón con sucedáneos, porque al corazón no se le engaña. Los que acogemos a Cristo en nuestras vidas recibimos el poder y la gracia del Espíritu Santo que nos capacita para llegar a ser hijos e hijas de Dios. Podemos vivir muchas cosas de piel afuera, pero que no dejen ninguna huella amable de piel adentro. 

La invitación para el día de hoy es que lo pasemos junto a Jesús, como hicieron los primeros discípulos. En este primer domingo del año se nos invita a elegir seguir a Jesús, esto es: vivir donde Él vive. Nuestra posición es la de estar cerca Él. Viviendo como hijos, con una relación de total intimidad y confianza con el Padre y realizando su obra. Y viviendo como agentes creadores de fraternidad. Jesús no expresa miedo o desconfianza frente a la humanidad, sino que inicia un diálogo, un acercamiento. Le interesa lo que queremos, lo que buscamos, de qué hablamos por el camino, por qué lloramos. Todas las preguntas que Jesús hace en los evangelios nos muestran que su principal interés somos nosotros. Y eso es precisamente lo que Jesús nos ofrece. Quiere saciar todos nuestros deseos, pero no en clave consumidora sino contemplativa. Trabajemos por hacer de cada uno de nuestros días una historia de amor. En los pequeños detalles, en la actitud de servicio. En darnos cuenta de las necesidades de quien nos rodea.

Jesús tiene capacidad de convertir la historia en eternidad. Nuestras opciones diarias, nuestras elecciones se convierten en el cumplimiento libre y consciente de hacer la voluntad de Dios. El que convierte nuestras vidas demandantes en manantial de vida que salta hasta la vida eterna. Seguir al que es la Palabra no es repetir un rito. Para un discípulo no basta ir a misa. Comulgar es disponer todo nuestro ser mente, corazón, corporalidad, para que se identifique con la intención de Jesús. Comulgamos para llegar a ser lo mismo que recibimos. Qué agradecidos tenemos que sentirnos por la dimensión celebrativa que la Iglesia nos ofrece. En cada rincón si buscamos podemos encontrar una comunidad creyente que celebra el pan de vida y el banquete de la Palabra. Dios no tiene vacaciones, Él sigue amando con todo su ser a toda la humanidad. Que acoge toda la gracia de Dios y la comparte de forma gratuita, como gratis la ha recibido.