Hemeroteca Laus DEo03/05/2022 @ 00:50
«Mientras guardamos esta fiesta, somos exaltados con el Cristo crucificado, dejando atrás la tierra y el pecado para que podamos ganar las cosas de arriba. Una posesión tan grande y sobresaliente es la Cruz que quien la gana ha ganado un tesoro. Con razón podría llamar a este tesoro la más bella de todas las cosas bellas y la más costosa, tanto de hecho como de nombre, porque en él, por él y por él se nos devolvieron las riquezas de salvación que se habían perdido».
San Andrés de Creta
El título de esta conmemoración, proviene del verbo latino «invenio», que se traduce como hallar o encontrar.
En el sexto año de su reinado, el Emperador Constantino se enfrenta contra los bárbaros a orillas del Danubio. Se considera imposible la victoria a causa de la magnitud del ejército enemigo.
Una noche Constantino tiene una visión: en el cielo se apareció brillante la Cruz de Cristo y encima de ella unas palabras, In hoc signo vinces («Con esta señal vencerás»). El emperador hizo construir una Cruz y la puso al frente de su ejército, que entonces venció sin dificultad a la multitud enemiga. De vuelta a la ciudad, averiguado el significado de la Cruz, Constantino se hizo bautizar en la religión cristiana y mandó edificar iglesias en Roma y Trier.
No tardó en enviar a su piadosa madre, Santa Elena, a Jerusalén en busca de la verdadera Cruz de Cristo; esto acaeció alrededor del año 320. Una vez en la Ciudad Santa, la Santa Emperatriz Elena, mandó llamar a los más sabios y hasta se valió de torturas para conseguir la confesión del lugar donde se encontraba la Cruz.
En el monte donde la tradición situaba el Calvario, encontraron tres cruces ocultas. Para descubrir cuál de ellas era la verdadera, y siguiendo el consejo del Obispo de Jerusalén, San Macario, las colocaron una a una sobre un joven muerto (otras versiones especulan que fuese una mujer gravemente enferma) el cual resucitó al serle impuesta la tercera, por lo que enseguida todos entendieron que se trataba de la de Nuestro Señor Jesucristo.
Allí mismo mandaría edificar Santa Elena la Basílica del Santo Sepulcro, como desagravio por el templo que habían dedicado a Venus anteriormente y que fue demolido en pro del Cristianismo. A esta ejemplar monarca, debemos también la recuperación del Huerto de Getsemaní, la construcción de una iglesia cerca de la actual Basílica de la Natividad, otra sobre el Monte de la Ascensión, así como otros templos en la región de Palestina, alrededor de un total de ochenta edificaciones.
Dios se ha complacido en dar tanto poder a la Santa Cruz que a su sola señal los demonios vuelan; por ella el Sacerdote bendice a los fieles y los devotos reciben abundantes gracias. Los primeros Cristianos le tenían tanta devoción que, según los antiguos Padres, nunca comenzaban ninguna acción sin antes hacer sobre sí mismos la señal de la cruz. En la Edad Media no se comenzaba a escribir ninguna escritura pública, inscripción, ley, etc., sin antes trazar sobre ella la señal de la cruz. Este signo fue aceptado como la firma de los incultos; a menudo precedía al de los eclesiásticos, y en muchos distritos rurales incluso la masa y el pan se marcaban con una cruz antes de hornearlos.
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