Pesa 78 mil millones de kilos (como 78 mil grandes transatlánticos), su velocidad es de 100.000 kilómetros por hora (cien veces más rápido que un disparo con una 9 milímetros), mide 500 metros (como el mayor radiotelescopio del mundo)… y podría impactar contra la Tierra (según datos de la NASA). Eso sí, con una baja probabilidad (una entre 2.700) y dentro de 160 años, en torno al 2182.
Pero la NASA quiere tomar precauciones respecto a Bennu, un misterioso y antiguo asteroide que, además, podría contener los ingredientes necesarios para que se produzca la vida.
Para ello, la Agencia comenzó en septiembre de 2016 la misión OSIRIS-REX que, tras 27 meses de travesía, llegó al asteroide para recabar información en 2018.
Se espera que las muestras recopiladas llegarán a la Tierra el 24 de septiembre. En cuanto la carga llegue a su destino, comenzará una carrera a contrarreloj para resguardar «el paquete» espacial y preservarlo de toda contaminación. Entonces, podrá estudiarse y arrojar conclusiones.
Y aquí entra en juego un hermano jesuita, Bob Macke.
«Orgulloso de mostrar que ciencia y fe trabajan juntas»
Como astrónomo del Observatorio Vaticano en Roma y especialista en el análisis y estudio de meteoritos, Macke lleva años convencido de que la ciencia puede emplearse para adorar y venerar a Dios.
«Uno de los principales objetivos del Observatorio Vaticano es mostrar cómo la fe y la ciencia pueden trabajar juntas, y me siento muy orgulloso de ser una voz pública en el avance de esa noción», expresó en una entrevista para un portal provincial de los jesuitas.
Por su experiencia en el estudio de los cuerpos celestes, uno de los dirigentes de las operaciones de análisis de OSIRIS-REX, Andrew Ryan, ha acudido a Macke para encomendarle una misión: elaborar el dispositivo que analice la densidad y porosidad de Bennu y así poder identificar el misterioso asteroide.
El dispositivo en cuestión es un picnómetro, utilizado con este fin, pero con especificaciones muy concretas de la NASA. Ryan no encontró empresas dispuestas a fabricar lo que necesitaban, solo a vender los dispositivos en stock. Pero el hermano Macke accedió.
Hace tiempo que Macke publica en su canal de YouTube sus estudios e investigaciones astronómicas y ha dedicado algunos vídeos a detallar el proceso de elaboraciones y actualizaciones informativas sobre su participación en la misión.
En uno de sus vídeos, detalla que elaboró el picnómetro en cinco semanas, ayudado por estudiantes de la Universidad de Arizona y colaboradores con el telescopio de tecnología avanzada del Observatorio Vaticano en Tucson.
La ciencia, una forma de dar culto a Dios
En marzo entregó el dispositivo al Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston para una prueba. Los responsables del análisis manejarán las muestras y el dispositivo, mientras que el hermano Macke dirigirá el programa de software que construyó para medir la porosidad y densidad de las muestras, explicó el 21 de abril.
«Nuestro trabajo es examinarlo y descubrir qué hay allí. Estamos tratando de responder algunas preguntas básicas como, ¿hay más de un tipo de roca dentro? ¿O es todo el mismo tipo de roca? Por lo que vimos en en la superficie del asteroide Bennu, esperamos encontrar dos y tal vez más», afirmó.
«Los resultados del análisis inicial ayudarán a informar la selección de muestras para una ciencia más detallada que se realizará en laboratorios de todo el mundo», explicó.
Macke, residente la mayor parte del año en Castel Gandolfo, detalla que su misión, ya sea colaborando con la NASA o en proyectos modestos, es ante todo evangelizadora.
«Cuando estoy en el laboratorio, me centro en la ciencia, pero todo lo que hago está en un contexto de fe. Para mí, la mejor manera de mostrar que la Iglesia apoya la ciencia es producir y promover buenos hallazgos científicos y bien investigados. La razón por la que hacemos este trabajo es mostrar alabanza y adoración a Dios. La ciencia en sí misma, conducida con la mentalidad correcta, es una forma de culto», expresa.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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