Hemeroteca Laus DEo11/07/2023 @ 08:51
En esta fiesta de san Benito, la primera lectura nos habla de la sabiduría. Si preguntamos a la gente qué considera que es un hombre sabio, muchos dirán que es el que «sabe mucho». Sí, pero este saber no es el que se aprende en los libros. Los libros sapienciales repiten a menudo que «principio de la sabiduría es el temor del Señor». Y hoy leemos que «el Señor concede sabiduría, de su boca brotan saber e inteligencia». La verdadera sabiduría es un don de Dios que Él concede a los que viven según su voluntad. Y es un saber que ilumina la vida, toda la realidad, a la luz de la fe y de la experiencia de las maravillas del Señor. Por ejemplo, lo que vemos hoy en el Evangelio: que si dejas algo por el Señor, que si renuncias a algo por amor de Dios, Él te da el céntuplo. Una vez un amigo mío, un seminarista de Nueva York, estaba haciendo una experiencia en Italia y el obispo le había dado tres mil dólares para los gastos. Otro de los seminaristas que estaban haciendo esa experiencia, del Congo, le compartió muy angustiado que había muerto su padre, y que él era el hermano mayor y tenía que organizarlo todo, pero no sabía cómo hacer. Sin pensarlo, le dio los tres mil dólares, aunque era todo lo que tenía, y el otro se fue inmediatamente a casa para enterrar a su padre. Unos días después, una familia amiga de Nueva York le dijo que le habían ingresado cinco mil dólares para lo que necesitase. No es cien veces más, pero bueno, ¡era más de lo que había dado!
Esa sabiduría la podemos ver y gustar en la vida monástica. El ritmo de oración y trabajo, a golpes de campana y de gregoriano; esa paz que transmiten los monjes de toda una vida entregada a Dios en el silencio, tras los muros del monasterio. Ya solo con la mirada te hablan de Dios. Hoy damos gracias a Dios por san Benito que vivió y extendió esta sabiduría por toda Europa.
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