Hemeroteca Laus DEo06/11/2021 @ 19:26
Los primeros Cristianos recogían con piedad los cuerpos de sus Mártires y sobre su tumbas celebraban la Santa Misa, para simbolizar así que el sacrificio del Mártir se asocia al Sacrificio de Jesús en el Monte Calvario. La santa y piadosa Tradición de venerar las Reliquias de los Santos, la encontramos consignada por los primeros seguidores de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como nos refieren algunos de los anales de los Mártires:
«Tomamos sus huesos, que eran más valiosos que las piedras preciosas y más refinados que el oro y los depositamos en un lugar adecuado. Y allí nos reunimos siempre que podemos; el Señor nos dará celebrar con gozo y alegría el aniversario de su martirio». («El Martirio de San Policarpo», 150 después de Cristo).
«Solamente las partes más duras se sus reliquias se dejaron y estas las enviamos a Antioquia envueltas en lino, como un inestimable tesoro dejado a la Santa Iglesia, como cuenta de la gracia que ha sido en este Mártir». ( «El Martirio de San Ignacio», 108DC ).
Hemos acompañado ya en su Triunfo a los Santos en el Cielo; pero aquí en la tierra tenemos todavía sus cuerpos, que fueron templo del Espíritu Santo, que le sirvieron dócilmente para realizar actos heroicos y que un día han de resucitar para participar, juntamente con las almas, de la Bienaventuranza Eterna. La Festividad de los Santos se completa con esta de las Sagradas Reliquias, que se celebra dentro de la Octava.
Merecen las Reliquias de los Santos culto, ya que por su influencia podemos lograr bienes materiales y espirituales; así como de la Santa Humanidad de Cristo Nuestro Señor, salía una virtud que curaba a cuantos a Él se acercaban, así también las Reliquias de los Santos pueden obrar maravillas, según reza la Oración de la Misa propia de hoy. De hecho, Dios mismo ha puesto sobre las reliquias virtudes sobrenaturales para arrojar a los demonios, curar a los enfermos, devolver a los ciegos la vista, alejar las tentaciones y alcanzarnos otros bienes y dones excelentes.
CLASIFICACIÓN DE LAS SAGRADAS RELIQUIAS
La Santa Iglesia Católica, siguiendo la Sagrada Escritura y la Tradición, reconoce tres grupos de reliquias, que califica de «primera, segunda o tercera clase, o grado».
– Las RELIQUIAS DE PRIMERA CLASE: tomadas del cuerpo del santo (hueso, carne, pelo…), como los huesos del profeta Eliseo, que hicieron resucitar a un muerto (II Reyes, 13, 21).
– Las RELIQUIAS DE SEGUNDA CLASE: objetos que usaron en vida (rosario, libros, indumentaria…), como la capa de Nuestro Señor, que como antes citamos, con sólo tocarla la hemorroísa, quedó curada.
– Las RELIQUIAS DE TERCERA CLASE: cualquier objeto tocado a una reliquia de primera clase o a la tumba del santo (normalmente pequeños trozos de tela).
Es necesario aclarar que las reliquias de primera clase se dividen a su vez en tres tipos:
– Reliquias insignes: cuerpos enteros o una parte completa de él (cráneo, una mano, una pierna, un brazo), como también algún órgano incorrupto (como la lengua de San Antonio de Padua, el cerebro de Santa Margarita de Alacoque, el corazón de Santa Teresa, etc).
– Reliquias notables: partes importantes del cuerpo pero sin constituir un miembro entero (la cabeza del fémur, una vértebra, etc)
– Reliquias mínimas: astillas de huesos o pequeños trozos de carne.
La Iglesia manda guardar las reliquias -sobre todo las de primera clase- en “relicarios“, que tienen consideración de vasos sagrados; a lo largo de la historia, los relicarios han dado lugar a verdaderas obras de arte de la orfebrería. Pueden tener diferentes formas, dependiendo del tamaño de la reliquia que conserven; en los casos de cuerpos enteros, se emplea un cofre-relicario llamado capsa, mientras que si es una parte del cuerpo, el cofre es algo más pequeño y recibe el nombre de capsella.
Las reliquias mínimas se guardan en un recipiente metálico, bien de plata u otro material, generalmente con forma redondeada conocido como teca. En ocasiones, las reliquias también pueden ser colocadas en imágenes que representen al Santo al que pertenece o bien en pequeñas cruces. Entre los Obispos Católicos, es común llevar al menos una reliquia en la Cruz Pectoral.
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