El alma de nuestra Patria, que vivificó ese imperio donde no se ponía el sol, en lenta agonía se acerca al ocaso. La Impiedad se apoderó de nuestra Patria, destruyendo la familia. El divorcio legaliza la impiedad y en cadena va cayendo casa sobre casa y así todos nuestros pueblos; lo que nos rodea es un campo de ruinas y desolación. El aborto es el arma con que los impíos secan la fuente de la vida, de la esperanza y de un mañana, y a quién alcanzan a nacer tratan le mancillar su inocencia. Con mezquino egoísmo se esteriliza toda paternidad, los hogares, no son hogares, son un estéril erial invadido de bestias grandes y pequeñas. ¡Pobres ancianos! Apartamos su venerable presencia de nuestra existencia y los olvidamos sin piedad junto con sus tesoros de historia y experiencia, y una vez eutanasiados, cremamos sus restos porque no tenemos piedad ni con los muertos.
No enseñan ya la verdad en los colegios con un sistema que llaman laico que en realidad es ateo, no se imparte justicia en los tribunales pues han desterrado de las leyes las enseñanzas morales predicadas por el cristianismo , nada ayuda a que los pueblos vivan en paz. Partidos rozagantes oprimen al pueblo quebrantado, degradado, depravado por los vicios, sojuzgado por la tiranía de las multinacionales. Partidismos que aborrecen hasta el concepto del bien común y la Ley Natural. Es impiedad la pornografía. Es la misma impiedad quien inspira las artes. El espíritu de este mundo moderno, con su crueldad impía borra del ayer el apoyo al mañana, y así denigra las tradiciones que les permite a los católicos ser la sal de este mundo.
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