15/11/2024

Lo nuevo de Astérix, «El lirio blanco», una inteligente y saludable bomba contra la cultura actual

¿Qué pasaría si un gurú de la autoayuda, el vegetarianismo y el buenismo pacifista se trasladase al mundo de la aldea gala de Astérix, Obélix y compañía? Es el planteamiento del cuadragésimo volumen de la serie, que bajo el título El lirio blanco (Salvat) se ha lanzado a nivel mundial este jueves.

Expectación mundial

Había nervios por conocer el contenido de esta nueva entrega. El título se sabía hace tiempo, y la portada se desveló durante la Copa del Mundo de Rugby que concluye este sábado en Francia. Sin embargo, la editorial protegió la historia con el máximo secreto, no anticipando ejemplares a los medios hasta el mismo día de su distribución comercial.

El lirio blanco sale con 5 millones de ejemplares simultáneamente en 20 lenguas, tres más que el volumen anterior, de hace dos años. Desde que René Goscinny (1926-1977) como guionista y Albert Uderzo (1927-2020) como dibujante creasen en 1959 a los inolvidables personajes de la Galia y Roma, se han vendido 393 millones de copias de sus hazañas.

Goscini (izquierda en la foto) y Uderzo, los creadores de ‘Astérix’.

La ‘franquicia’ se encuentra, pues, en perfecto estado de salud, como lo demuestran el estreno en enero pasado de su decimoquinta película de ficción o animación (Astérix y Obélix y el reino medio) y también los 2.800.000 visitantes que han pasado ya este año por el parque temático Parc Astérix, inaugurado en 1989 al norte de París.

Los dibujos son, por sexta vez, de Didier Conrad, y se estrena con los textos Fabrice Caro (Fabcaro). El relato, como siempre, divierte. El lector infantil se reirá aunque no capte los guiños, y el lector adulto, además de reírse, se verá sacudido por las alusiones que cuestionan de forma hilarante la cultura contemporánea y su moda del desarrollo personal, la autorrealización y el pensamiento positivo. Moda que, contra todo pronóstico, lo siembra todo de cizaña.

Didier Conrad (izquierda de la foto) y Fabrice Caro (Fabcaro).

Es la ‘marca de la casa’ de Fabrice, un historietista nacido en 1973 que ha logrado varios bestseller: «Si mi padre viviese aún, sin duda tendría los libros de Fabcaro en su biblioteca, por ese humor excéntrico y por llevar lo absurdo al máximo», le cumplimentó Anne Goscinny, hija del guionista original, durante una de las presentaciones del cómic.

Viciovirtus: el largo brazo del César

¿A qué problema se enfrentan los héroes galos en esta ocasión? Lo contaremos sin caer en spoilers.

En el centro de la portada de ‘El lirio blanco’, los dos hombres que van a enfrentarse en lucha de ingenio por ganar esta batalla: Viciovirtus y Astérix.

César está preocupado porque sus legionarios en las Galias han perdido espíritu de combate.  Reúne a sus mejores tribunos militares y les consulta la estrategia a seguir para revertir la situación. Tras escuchar diversas propuestas, se queda con la de su médico, Viciovirtus, denominada por éste «el lirio blanco», y que está inspirada en el filósofo griego Quebuenrollos. Es muy simple: «¡Un legionario feliz es un legionario combativo! Para eso, ¡no hay nada mejor que pensar en positivo y llevar una dieta sana!», explica.

La gracia, sobra decirlo, es cómo será recibida esa doctrina por los soldados romanos y por sus adversarios galos. No reventamos ningún misterio si anticipamos que a Obélix no le va a gustar nada lo de la «dieta sana» y el vegetarianismo. Y no será el único mal que el buenismo y el buenrollismo produzcan en unos y otros cuando todos empiecen a hablar ese lenguaje eufemístico, complejo, de palabras «bonitas pero intrascendentes» (Astérix dixit) al que nos han acostumbrado los manuales actuales de autoayuda, las obsesiones por la alimentación saludable y la pretensión de atribuir siempre al diálogo propiedades balsámicas.

«Nuestros amigos tienen personalidad suficiente», imagina Astérix al principio, para no seguir esa neolengua orwelliana «como borregos». Obviamente… ¡se equivoca! Las frases grandilocuentes que nos regala El lirio blanco en boca de los distintos personajes (y las consecuencias que producen) son para estudiar y disfrutar una a una. Llevarán a Obélix a añorar los viejos tiempos: «¿Tú crees que volveremos a discutir, a abofetearnos y a obstruirnos las arterias entre carcajadas como antes?». Una apología de la franqueza, del sopapo y de la grasa que suena hoy a pura incorrección política, con un Astérix asustado por la pérdida «de rebeldía y espíritu crítico» de sus paisanos.

«Vitriolo en vena»

Más no se puede decir sin destripar El lirio blanco. Auguramos a los fans de la colección muy buenos momentos con el ritmo trepidante de escenas en donde los Panorámix, Asuracentúrix, Abraracúrcix y demás irán reaccionando, con sus estilos respectivos, ante los desafíos que a cada página plantea la trama.

Al publicista Francisco Segarra (nuestro Coronel Pákez), inveterado seguidor de los héroes galos, le ha entusiasmado la frescura rompedora del planteamiento de El lirio blanco: «Esto es verdaderamente evangelizar la cultureta actual de una manera muy eficaz. Vitriolo en vena para los woke. Lo comparo al cristianismo en vena que te mete El señor de los anillos, sin nombrar a Dios ni una sola vez. ¡Y encima con humor!», nos comenta.

Evangelizar, por supuesto, no en sentido estricto, pues nuestros galos viven en el año 50 antes de Cristo, sino en el sentido de acondicionar la mente -despejándola de telarañas a base de manotazos de Obélix- al modo en el que, más académicamente, hacía el profesor John Senior en los años 70.

Mensajes transgresores nada subliminales

Aunque la burla a la cháchara biempensante y a las obsesiones contemporáneas puede ser meramente costumbrista (Fabcaro ya ha publicado varias obras satíricas de crítica social), El lirio blanco sí deja algunos mensajes transgresores contra la cultura dominante:

-escuchar los cantos de sirena de un charlatán no puede traer más que desgracias;

-el buenismo debilita a los pueblos y facilita su conquista por el enemigo;

-el diálogo y el buenrollismo no siempre solucionan los conflictos, en ocasiones los desencadenan;

-el bienestar corporal no es lo único ni lo más importante en la vida;

-la felicidad del matrimonio real en la vida cotidiana vale más que la supuesta «realización de los sueños» de los cónyuges por separado.

En resumen: que para las personas y las comunidades, el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones, aunque se formulen en lenguaje de coaching o en politiqués. Porque no todos gozan la suerte de que el espíritu despierto de un Astérix o el brazo hercúleo de un Obélix te devuelva, aunque sea a caponazos, al sendero correcto.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»