30/11/2024

Lo que esconde «El cuerpo de Cristo» premiado por Urtasun: la autora habla de la polémica portada

Este 16 de septiembre, el Ministerio de Cultura encabezado por Ernest Urtasun galardonaba con el Premio Nacional del Cómic 2024 a la coruñesa Bea Lema (n. 1985) por su obra El cuerpo de Cristo (Astiberri). Con su primera edición en noviembre de 2023, ampliaba la técnica y contenido del ya publicado O Corpo de Cristo, que en 2017 recibió el XII Premio de Cómic Castelao de la Diputación de A Coruña. La historia presentada en el volumen de casi 180 páginas comienza con el nacimiento de Vera, que narra a lo largo de su infancia y juventud cómo vivió y creció junto a su madre Adela, paciente de un trastorno delirante crónico y tendencias paranoicas.

En sí mismo, el libro aborda la cuestión candente de los cada vez más numerosos problemas de salud mental y lo hace proponiendo una alternativa al modo de enfocarlos desde la psiquiatría actual. Entrevistada en el canal Kosmik Comics, ya declaró su vocación «activista» respecto de la necesidad de «romper el tabú» en torno a la salud mental «y de que cambie la forma de tratar las cosas en psiquiatría, que no sea ir a una consulta, que te den una medicación, te pongan una etiqueta y una receta y te vayas a tu casa», reivindicó.

La autora busca un cambio en el enfoque, de modo que se profundice en la relación con el paciente, en lo que hay tras el diagnóstico y en que, más allá del «etiquetado», se ahonde en la terapia.

Y si lo hace es porque, como ella misma relata, la historia de Vera y su madre enferma no solo es una novela autobiografía -ella prefiere llamarlo autoficción-, en buena parte un reflejo de su propia historia familiar, sino también «la de muchas otras personas» que pueden buscar ayuda y consuelo.

Polémica

Pero junto al premio del Ministerio de Cultura, El Cuerpo de Cristo también se ha convertido en tendencia por un título y una portada que, a nivel gráfico, se pueden definir de transgresores o irreverentes, presentando a una mujer orlada y velada en actitud orante, como si fuese a recibir la comunión pero, en su lugar, consumiendo una pastilla. No sin motivo, el jurado apuntó al conceder el premio que El Cuerpo de Cristo es «una obra innovadora y arriesgada en lo formal«.

Portada y titular han dado lugar multitud de interpretaciones. Pero, ¿qué pretendía la autora al presentar de esta forma el cómic? A primera vista, la motivación podría ser un mensaje cargado de contenido religioso y lo cierto es que el libro es, en cierta forma, un relato de cómo una madre enferma trata de «sobrellevar los tormentos» aferrándose a una fe que a veces parece superstición.

Ya desde las primeras páginas, madre e hija aparecen en una casa aparentemente deshabitada, plagada de imágenes religiosas y siendo recibidas por una meiga o curandera que comienza a practicar algo parecido a un exorcismo sobre la pequeña Vera. Desde entonces, las referencias religiosas son continuas.

Su inclusión en el hilo narrativo tiene sentido. Entre los delirios de la madre enferma, el predominante y más presente a lo largo del libro es la convicción de Adela de ser incesantemente acosada por el demonio. «Sentía que había un demonio dentro de su cuerpo. Una posesión», dice Vera siendo una niña.

En la historia, Adela afirmaba tener continuas visiones y acosos del demonio. 

A lo largo de las páginas se describe el empeoramiento de la madre. Comienza a ir al psiquiatra, a tomar medicación y se plantea crudamente el estigma social presente sobre las dolencias mentales. «Parece empastillada, de esa familia no sale nada bueno. Me da mucha pena Pedro -el marido de Adela-, con la de mujeres que hay por ahí y fue a dar con esta», murmuran personajes alrededor de la mujer.

Conforme Adela empeora y afirma ver al demonio allí donde mira, también se relata cómo la mujer busca consuelo en la fe, planteada a lo largo del cómic en no pocas ocasiones con marcados tintes supersticiosos.

«Mamá tenia diferentes formas de sobrellevar los tormentos. Íbamos a la iglesia todos los días, allí rezaba y le pedía a Dios que nos protegiera de Satanás. El mal que tenia no lo podía tratar un doctor. Los médicos sabían de otras cosas, pero con ella fracasaban. Por eso buscaba otros caminos», explica la niña.

Como explica la autora, la fe fue útil frente a la enfermedad en el caso de la autoficción de Adela. 

Incluso ella, Vera, dirige algo parecido a una oración por su madre ante un improvisado altar cargado de peluches y muñecas, imitando al de su madre, repleto de imágenes de Jesús y María: «Santa sirena y santo poni, sacadle los espíritus del cuerpo y del alma. Por aquí pasó nuestro señor Jesucristo antes que el mal fuese visto. Fuera el mal y viva Jesucristo».

La intrahistoria

La búsqueda de explicación a los delirios de su madre es un reflejo de ese activismo de la autora por profundizar en la intrahistoria de los pacientes mentales. Y ella lo hace yendo al origen de Adela, nacida en la España de 1946. Con 18 años emigró a Suiza, donde «fue feliz, se sentía realizada, conoció a papá y nació Alfredo». Situación que cambió con su regreso a España, donde «se sintió atrapada en su vida de mamá-ama de casa. Poco a poco empezó a aislarse, no aceptaba las invitaciones de otras mamás para hacer planes y desconfiaba de sus preguntas».

De nuevo en el presente, Adela sigue empeorando, se entrega al alcohol y la percepción de voces y presencias demoníacas se hacen presentes al punto de incitarla al suicidio. Cuando Vera intuyó las intenciones de su madre, nuevamente se puso a rezar: «Padre nuestro, que estás en los cielos, por favor, no dejes que mamá haga nada malo. Haz que vuelva a casa. Nunca más volveré a portarme mal. Estaré siempre atenta en misa. Por favor, por favor, por favor, la quiero mucho. Amén».

La oración de Vera por su madre, que afirmó que iba a quitarse la vida. 

Vera seguía creciendo, cuidando de su madre durante años como si los papeles se hubiesen invertido. Ya de adolescente, relata cómo ingresan a su madre en un psiquiátrico, mientras pedía ayuda para morir y las visiones del demonio la seguían persiguiendo.

Es entonces cuando la narradora presenta los verdaderos orígenes del conflicto interno de su madre. Entre dibujos aparentemente infantiles y viñetas bordadas de elevada calidad técnica y visual, se presenta una España de la posguerra en blanco y negro, con Adela siendo una niña, rezando junto a su madre y hermanos, lamentándose de un padre «que se gasta todo el dinero en el bar«.

«Padre nuestro, que estás en los cielos, protégenos del mal. Haz que papá vuelva pronto y  que no nos pegue. Cuando bebe se convierte en el mismísimo demonio», reza la madre de Adela en la mesa.

`Haz que papá vuelva pronto y que no nos pegue´, la oración de la madre de Adela durante la explicación de los orígenes de su dolencia mental. 

En uno de los puntos álgidos del cómic, uno de los hermanos pequeños de Adela muere ante la impotencia de su madre, histérica al saber que el padre había gastado los ahorros que podrían salvar a su hijo en el bar. Tras culparle, el padre comienza a golpearla antes de presentar una imagen de madre e hija ante la tumba del pequeño y después, en su propia casa. «Adela, corre las cortinas, no sé quién habrá sido, pero estoy segura de que nos han echado un mal de ojo. Las desgracias de esta familia son cosa del demonio«, dice la madre.

Desde entonces, son varias las escenas que representan a un padre violento, desapegado y dedicado al alcohol, siendo quizá el momento más significativo cuando se le sitúa castigando duramente a Adela e inmediatamente después, una imagen del demonio acosándola.  

«¿Qué van a pensar los vecinos viéndote así? Compórtate, ya eres una señorita. Las chicas de tu edad son una tentación para los hombres. Dios no estará satisfecho contigo. Te vigilaré de cerca«, le dice.

La escena de la portada

Es entonces cuando la escena representada en portada cobra todo su sentido. De nuevo en el presente, 12 de abril de 2018, Vera se dedica por entero a su madre y acude cada día a darle a su medicación, ante una aparente mejoría. En una escena, se presenta a una Adela sonriente, que ya no quería morir, yendo con su hija a tomar un café en el momento de la medicación. En uno de esos instantes, la madre reconoce que hacía años sufría dolores de cabeza en pleno trabajo, obligándole a ausentarse y tomar lo que parece un analgésico.

«He sufrido tanto en silencio… Creo que la jefa sospechaba algo», dice Adela.

«Nunca me habías contado eso», le responde su hija mientras le da la medicación.

«Porque soy una santa», responde Adela, justo antes de que se muestre la imagen de portada, una mujer orlada y velada, aparentemente una representación de la Virgen María, recibiendo una pastilla como si fuese la comunión.

Lo cierto es que la imagen resulta chocante y fácilmente malinterpretable. Su sentido se comprende conociendo la intrahistoria y, especialmente, escuchando las declaraciones de la propia autora, Bea Lema, al canal Kosmik Comics.

Bea Lema, galardonada con el Premio Nacional del Cómic 2024. Foto: captura Instituto Cervantes.

Lo que la portada viene a contar, explica, «es una crítica de cómo la ciencia, con la medicación, puede ser igual de dogmática que la religión cuando nos vamos a los extremos. La religión nos dice lo que hay que hacer, pero la ciencia con el tema de la medicación también es muy estricta y rígida. Es un intento de decir: veamos los grises».

La explicación podría no satisfacer los recelos surgidos ante la polémica portada, pero para la propia autora, criada y educada como católica, escribir el libro ha supuesto algo similar a una catarsis que, en cierta manera, la ha «reconciliado» con la fe que la vio nacer.

«El libro ha servido para reconciliarme con la religión católica. Crecí en ese entorno, se iba cada domingo a misa, mi madre rezaba, yo hice la comunión y confirmación… hasta llegue a la escuela de catequistas. Pero en esa visión de intentar respetar las creencias de los demás, entiendo el papel que cubre la religión, en el caso, para Adela», explica.

Para la protagonista del cómic, la fe «es el único lugar donde su realidad tiene cabida, donde se siente escuchada en un momento de completa y absoluta soledad», subraya.

En el mismo podcast, de haber tenido una motivación beligerante contra la fe, la autora tuvo la oportunidad en bandeja de explayarse cuando una de las entrevistadoras afirmó que la fe o la Iglesia «es para muchas mujeres la vía de escape», «el único sitio donde se pueden juntar sin tener que dar ningún tipo de explicación» ni tener «a un marido detrás diciendo cuándo se cena».

La respuesta de Lema no fue en esa línea. «También está la necesidad, la parte espiritual en el sentido de la paz que le puede aportar a una persona creyente rezar el rosario, entender que ahí hay un espacio de estar con uno mismo, de tranquilidad y de paz, que tiene un valor. La Iglesia y las creencias han tenido una función muy importante, ha sido tremendamente represiva, pero ha tenido su razón de ser y hay cosas en que ha servido», respondió la autora.

¿Transmite El Cuerpo de Cristo una visión laicista beligerante o el lector se encontrará ante un volumen que transmita positivamente ciertas formas de fe popular? Tras leer el libro, la realidad parece ser otra que nada tiene que ver con ambas hipótesis.

A lo largo de 170 páginas elaboradas con una técnica compleja y nada corriente como es «coser un cómic», el lector podrá encontrar una imagen de la vivencia de la fe con tintes supersticiosos, algún que otro cliché políticamente correcto o la visión en ocasiones de una España atrasada y pobre y marcada por un hipotético patriarcado, pero su intención no parece ser ideológica. Lo que busca, dijo en una reciente entrevista, es enseñar «cómo cuidar y como acompañar» en la enfermedad.

«Cuando convivimos con una enfermedad, lo importante es saber cómo actuar. Ante alguien que está viviendo delirios, es fácil caer en negar lo que está sintiendo y eso es lo peor que podemos hacer. Muchas veces, simplemente decir que estas ahí, que escuchas, preguntarle qué necesita o simplemente cogerle la mano y decirle que aunque no puedas comprender lo que siente, estás con ella para lo que pueda necesitar, puede ayudar mucho«, subraya.

Uno de los aspectos que destaca la autora de `El Cuerpo de Cristo´ es la importancia de que se involucrase toda la familia en el cuidado de Adela, en lugar de hacerlo solo su hija: la visión del padre cambia por completo cuando comienza a cuidar de ella en lugar de vivir despreocupado. 

Actualmente Bea Lema está adaptando El Cuerpo de Cristo para un corto de animación, una adaptación del libro donde también empleará fondos bordados y con una animación en dos dimensiones que simularán también el bordado tradicional.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»