28/03/2025

Lo sacaron fuera de la viña y lo mataron

Mateo 21,33-43.45-46 “Lo sacaron fuera de la viña y lo mataron”.

«En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’. Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”». Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular? Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta».

En el capítulo cinco del libro de Isaías aparece la parábola de la viña del Señor. Esperando que diera uvas dulces, fruto abundante, dio agrazones, uvas amargas. Jesús reinterpreta esa parábola y la utiliza para hacer un breve recorrido por la historia de la salvación de Dios con su pueblo. Dios trabaja como un agricultor su campo. Con mimo, con detalle, con esfuerzo, con paciencia. Quita piedras, abona, construye, prepara sistemas de regadío. Pero con la esperanza de cosechar unos frutos. En la parábola se describe como los arrendatarios de la finca responden de forma hostil al deseo del Señor. Se apropian de lo que no era suyo, y agreden a los enviados del dueño de la viña. Eso ha pasado a lo largo de la historia. Hombres y mujeres han ejercido su misión profética y han sido sistemáticamente ninguneados, olvidados, agredidos.

La Iglesia en medio de la cultura actual es fiel a esa vocación profética. En medio de un tiempo cambiante sigue anunciando una palabra de salvación. Pero como a los profetas muchas veces se le presta nula atención y muy poca credibilidad. Se silencia todas las declaraciones en favor del justo trato a los inmigrantes, de la condena al sistema de neoliberalismo capitalista, que empobrece a muchos, que enriquece a unos pocos. La Iglesia que se enfrenta a desahucios, a la trata de personas, a la crispación y corrupción política.

Dios que es compasivo y misericordioso no se desanima frente a la respuesta negativa de la humanidad. En un esfuerzo por renovar su amor, ya no envía mensajeros. En la plenitud de los tiempos Dios envío a su Hijo Único. Tanto ama Dios nuestras vidas que nos regala y acerca lo que más ama: a Jesús. Esperando que su vida y su ministerio atrajeran a la humanidad y la salvara, vivió el trágico camino de su pasión y muerte. En este tiempo de preparación para celebrar el misterio de la Pascua preguntémonos cómo acogemos a los enviados de Dios. Con la humildad de quien reconoce que Jesús nos visita a través de los hermanos, o con la autosuficiencia que muestras los jornaleros del evangelio. Y recuperemos todos esa vocación al profetismo que hemos recibido por pura gracia en el bautismo.