En la Iglesia, como en todas partes, siempre ha habido ciertos grupos de presión, de tal forma que pertenecer a alguno de ellos aseguraba unos ciertos privilegios o, al menos, no quedar relegado. En política tenemos desde los cuatro del Peugeot al grupo de la tortilla sevillana, pasando por la camarilla de Sánchez o la de Aznar. Si se trata de delincuentes, podemos hablar de la banda del Perete, el clan de los Gómez o la partida del Pernales. Las mafias se reconocen mejor por familias ¡quién no recuerda el padrino!
¿Y en la Iglesia?
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