Desde hace casi 40 años, los monjes de la abadía Sainte-Madeleine du Barroux cultivan su viñedo con un esmero excepcional, y sus vinos son elogiados por grandes catadores internacionales. Pero uno de sus tractores vitícolas, comprado en 1985, ya no da más de sí. Y necesitan vender cinco mil botellas para comprar otro.
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