Si para todos los cristianos ha sido una ofensa la representación blasfema de la Última Cena durante la inauguración de los Juegos Olímpicos, para los franceses orgullosos de su patria la indignación es doble, porque lo entienden como una torcida presentación de su país. Así lo han expresado desde el católico Philippe de Villiers, creador de Puy du Fou, al agnóstico Alain Finkielkraut.
«Como primogénito de la Casa de Borbón»
También Luis Alfonso de Borbón (n. 1974), a quien muchos consideran legítimo heredero de la corona de Francia. Es, como el propio Felipe VI en España, pariente de Luis XVI, cuyo asesinato durante la Revolución Francesa fue exaltado implícitamente en la ceremonia al ser exaltado el de su esposa María Antonieta.
En un artículo publicado este lunes en Le Journal du Dimanche, señala «el desprendimiento de uno mismo y el respeto a los demás» como signo distintivo del espíritu olímpico, el cual ensalza «cuanto de hermoso y bueno hay en el hombre». Y desea que los Juegos de París sean un momento «de sana comunión para todos los franceses».
La transmisión del evento logró en el país un 83,3% de cuota de pantalla y una de las mayores cifras de audiencia en la historia de la televisión gala, con más de 23 millones de espectadores.
Por eso, y por el escándalo producido, Luis Alfonso se siente forzado a intervenir «como primogénito de la Casa de Borbón», título que reclama por ser nieto de Don Jaime, primogénito a su vez de Alfonso XIII y hermano mayor de Don Juan, abuelo de Felipe VI. «Como descendiente de cuarenta reyes que construyeron Francia», lamenta, «no puedo permanecer callado ante el desolador espectáculo de una parte de la ceremonia de apertura».
La perfección artística y técnica desplegada, afirma, no fue óbice para destilar «un contenido ideológico mortífero y abyecto«, ofreciendo «escenas deliberadamente ofensivas y provocadoras» allí donde el espíritu olímpico debía intentar «unir a los pueblos en un clima respetuoso y apropiado para todos, niños y mayores».
Para Luis Alfonso de Borbón, lo sucedido no se circunscribe al ámbito de los propios Juegos, sino que define «el verdadero rostro del régimen actual, profundamente anticristiano«.
Francia no es eso
En referencia a la trivialización de María Antonieta decapitada como uno de los iconos de la noche, el bisnieto de Alfonso XIII y de Francisco Franco lamenta además que se olvidase «el largo pasado de Francia del que forma parte la monarquía cristiana, para encumbrar épocas revueltas donde solo reinaron el terror y la división«: «Aunque la ceremonia decía ser inclusiva y respetuosa con todos, tanto la religión católica como los muertos (¿qué pintaba ahí el asesinato de la pobre reina María Antonieta?) quedaron marcados por la infamia y la burla«.
La trivialización y exaltación del asesinato de una mujer, en este caso María Antonieta, fue uno de los signos distintivos de la inauguración de los Juegos de París.
El presidente de la República, Emmanuel Macron, apoyó la ceremonia afirmando que Francia era eso, pero Luis Alfonso de Borbón no lo comparte: «Me niego a que Francia sea conforme al modelo que fue presentado… Antes de ser la madre de las revoluciones y de un descarado progresismo, Francia fue la hija primogénita de la Iglesia, así como la patria de las Letras, de las Artes y de la elegancia«.
Defiende «que la grandeza vale más que el sarcasmo, la Belleza más que la fealdad, la Verdad más que la mentira«. Y con ello lanza un mensaje de esperanza: «A todos los franceses que se han sentido humillados y despreciados, a todos los deportistas que conservan el sentido de lo sagrado y de lo religioso, a los demás pueblos de la tierra que han sido ultrajados, os digo que Francia no es el espectáculo al que habéis asistido«.
Ese espectáculo no fue sino «la emanación de ideologías que han pisoteado una herencia milenaria de la que eran responsables»: «Nuestro país sufre los asaltos cada vez más violentos de esa ideología profundamente antinatural y destructiva… Hemos de reconstruir nuestra querida patria y construir un futuro sólido, creíble, anclado en las tradiciones, en el respeto y en la unión. Que San Luis proteja a Francia y le dé fuerza a nuestros deportistas para que brille un auténtico orgullo francés, modelo para las demás naciones».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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