Mary Ann Glendon acaba de publicar unas memorias (En la corte de tres Papas) explicando sus trabajos para la Santa Sede a lo largo de dos décadas.
Resulta particularmente interesante por varias razones. En primer lugar porque se trata de una mujer laica, profesora de Harvard, es decir, una profesional muy competente.
Hasta los 50 años de edad no tuvo nada que ver con el Vaticano y, por tanto, su contacto con esa institución comienza en una época madura de su vida.
Glendon es una persona de gran categoría humana, equilibrada en sus opiniones y, en este sentido, plantea una mirada nada polarizante y realista de las dificultades que tiene trabajar en una institución como la Iglesia.
La autora lideró la delegación vaticana en la conferencia de la mujer de la ONU en Pekín (1995), fue miembro y presidente de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales (1994-2014), embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede (2007-2009) y miembro de la comisión para reformar el banco Vaticano, el IOR (2013).
Desde una experiencia tan variada, analiza en profundidad el papel de los laicos como trabajadores en la Iglesia y la necesidad que esta tiene de su valiosa aportación.
Aunque la hora de los laicos fue una llamada el Concilio Vaticano II, todavía falta mucho para que la Iglesia la comprenda y dé verdadera libertad y confianza a los laicos para que lleven a cabo su misión evangelizadora en el mundo y en la propia Iglesia. Glendon denuncia la pasividad de los seglares a la hora de defender a la Iglesia y sus derechos como ciudadanos, aunque reconoce que no fue consciente de ella hasta muy avanzada edad.
Mary Ann Glendon, ‘En la corte de tres Papas’ (Rialp).
La autora también aborda otros asuntos, como lo difícil que es para una mujer trabajar en un mundo tan masculino como el del Vaticano o el carrerismo y la mundanidad de algunos prelados, que tantas veces denuncia el Papa. No hace sangre sobre el asunto, pero es clara a la hora de decir las carencias que esto conlleva.
Los aficionados a las conspiraciones o la influencia de la actual Agenda 2030 en el mundo, disfrutarán con los capítulos sobre los tejemanejes de la ONU en sus encuentros internacionales y su visión tan limitada y negativa de la mujer y la familia.
Particularmente sugerente es cómo plantea la autora lo difícil que es para un norteamericano entender a un Papa latinoamericano. Glendon es amiga de George Weigel (el famoso biógrafo de Juan Pablo II, conocido por sus desacuerdos con muchas decisiones de Francisco) y ha lidiado con frecuencia con los comentaristas más críticos de este pontificado.
Su testimonio, sin embargo, muestra la continuidad entre los tres últimos papas respecto a la doctrina social de la Iglesia y la necesidad de buscar las semillas de verdad en cualquier planteamiento, aunque sea el de personas alejadas de la Iglesia.
La obra reconoce con humor en varias ocasiones la escasez de medios con los que cuenta el Vaticano, ya sean económicos o puramente materiales. Es especialmente gracioso cuando cuenta que Kissinger se alojó en la casa Santa Marta y, un año después, todavía estaba sorprendido por la falta de servicios, en comparación con un hotel medio, de la espartana residencia papal.
Me dejo muchas cosas interesantes en el tintero, como las anécdotas personales con los tres últimos Papas y muchas personalidades eclesiales; el escándalo de la medalla de oro a Obama en Notre Dame; las bajezas de la vida política; la falta de profesionalidad administrativa de la Santa Sede; los escándalos del IOR, su reestructuración y situación actual (Glendon entrevistó personalmente a los 115 trabajadores de la institución…); etc.
En definitiva, un libro muy sugerente para entender el Vaticano y cómo funciona el mundo desde dentro de las grandes instituciones.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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