“…Así se engendraron los monstruosos errores del modernismo, que nuestro Predecesor llamó justamente síntesis de todas las herejías y condenó solemnemente. Nos, venerables hermanos, renovamos aquí esta condenación en toda su extensión. Y dado que tan pestífero contagio no ha sido aun enteramente atajado, sino que todavía se manifiesta acá y allá, aunque solapadamente, Nos exhortamos a que con sumo cuidado se guarde cada uno del peligro de contraerlo […] Y no solamente deseamos que los católicos se guarden de los errores de los modernistas, sino también de sus tendencias o del espíritu modernista, como suele decirse; el que queda inficionado de este espíritu rechaza con desdén todo lo que sabe a antigüedad y busca con avidez la novedad en todas las cosas: en el modo de hablar de las cosas divinas, en la celebración del culto sagrado, en las instituciones católicas y hasta en el ejercicio privado de la piedad. Queremos, por tanto, que sea respetada aquella ley de nuestros mayores: “Que nada sea innovado, si no es en el sentido de la tradición” (Nihil innovetur, nisi quod traditum est); la cual, si por una parte, ha de ser observada inviolablemente en las cosas de fe, por otra, sin embargo, debe servir de norma para todo aquello que pueda sufrir mutación, si bien aún en esto vale generalmente la regla: Non nova, sed noviter (no novedades, sino de un modo nuevo)”.
Benedicto XV, Ad Beatissimi, 1-11-1914.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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