Va a ser que NO. «Convertirme» al ‘cambio climático’, como que NO; disguste a quien disguste: ahí, oigan, no me pillan. Como no me pillaron en la «conversión ecológica» por la Cuaresma de hace unos años, en la diócesis de Madrid.
Porque acabo de leer, y lo ponen en boca del Papa León, que llama o convoca a » la urgencia de convertirse al calentamiento global», o así.
Y, o me explican dónde viene eso en la Revelación, o que no me esperen. Ni estoy ni contesto. Mucho menos si eso significa, en verano y en España, que hay que volverse e ir donde más calorcito hace. Para nada. Nunca. Y lo digo alto y claro.
El Señor Jesús, el mismo que ha muerto por nosotros para rescatarnos del pecado y de su peaje obligatorio por ineludible, la Condenación Eterna, habla de Conversión. Faltaría más.
Y la Iglesia, la Católica de toda la vida, la de antes por ser la de siempre, no ha hecho sino recordárnoslo a tiempo -y siempre es tiempo: mientras uno lo tiene, claro -, y a destiempo: así nos lo ha dejado escrito San Pablo. Como que es su primordial Vocación y Misión!
Otra cosa es que haya gente de Iglesia que no esté por la labor o, incluso, que esté a la contra. Él, o ellos sabrán por dónde tiran y por qué. Claro que: yo, a lo mío.
En el fondo y en la forma, la Iglesia Católica no tiene otra «Buena Nueva» que no sea la que Cristo nos ha legado: Id por todo el mundo. Predicad el Evangelio. Perdonad pecados, curad enfermos, etc.
Pero, si nos vamos a su primigenia Predicación, nos encontramos en/con San Marcos: Se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de Dios, «convertios» y creed en el Evangelio.
Más claro, agua; y más concreto, imposible. Y más labor no la hay, eclesialmente hablando.
Los «problemas» los tiene la Iglesia -y van y se le acumulan, ya lo creo-, cuando los crea artificialmente. O sea: el «cambio climático».
O el «cambio litúrgico» , con batallas incluidas, llegando a la «sangre», por su. O el cambio de las praxis en el ámbito que sea, sin más explicaciones que «porque sí»: «que ya vale…!». O la «Amoris laetitia», claro.
O entrar a todos los trapos sucios de la pinza judeo-masónica: da igual que se trate de la «profecía» de la superpoblación, el «mito» del auto género, o la «crueldad» contra la mujer protagonizada por el ‘feminismo…’, que ya tiene mérito.
«Trapos» hay cuasi infinitos, a los que sólo entran y usan con devoción de «conversos de fin de mes», «los entregados», o «los vendidos», o «los que lo cobran bien» por sumarse al carro.
La Iglesia, que ha entrado a todos y a cada uno de ellos, normalmente a destiempo y mal -no ha presentado la menor batalla al respecto, antes al contrario-, ha salido muy mal parada.
Dicho en plata: perdiendo hijos en esa «entrega» inmoral, y montar tal cacao ideológico en el que reconocerse católico es casi imposible.
Bien a la vista está la Descristianización, causa primera de la «despoblación» de todas sus Instituciones: de parroquias a conventos, pasando por seminarios y familias.
Y, como no nos explican nada, simplemente nos lanzan las consignas para que digamos «amén»: nunca para tener Criterio al respecto, ni para que sepamos dar razón de nuestra Esperanza, que debería ser lo propio y adecuado, los fieles, abandonados por los Jerarcas, han tirado cada uno por su lado, con una «libertad» que no poseen, porque la han pervertido y corrompido en mero «libertinaje»: llamándose «católicos», xsu; y «comulgando» sacrílegamente, como si llevasen una semana sin probar bocado…: muertos de hambre como mínimo.
Así se siembran, y se recogen, los «católicos a lo Biden», por poner un poner. Así se siembra y se recoge, el desconcierto de las conciencias y de los corazones que quieren ser Fieles al Señor…, y no les dejan…!!! Así se llevan las almas a su Condenación Eterna, empezando por la de los Jerarcas: lo dice la Santísima Virgen de Garabandal. Así se destroza la propia Iglesia, y desde dentro.
Por tanto, y como conclusión presente desde el comienzo: NI pienso meterme en ese berenjenal, NI pienso celebrar esa neo Misa: prefiero celebrar, cuando lo permiten las rúbricas, la «Misa pro Ecclesia». Que la veo falta y necesitada.
Ya lo siento. Pero me lo pide así el cuerpo y el alma, además del corazón. Y mi libertad: esa que Cristo nos ha ganado.
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