21/05/2025

«No quieren oírte a tí, porque no quieren oírme a Mí».

Son Palabras de Dios al Profeta. Le ha mandado que vaya al pueblo Judío a decirles lo que no les va a gustar -se han vuelto una vez más a los ídolos «de madera y plata «, y a los sacrificios pertinentes a su idolatría, y les va a caer una buena.

Para que sepan por qué sin la menor duda, y para que sean conscientes de su gran pecado -«se han prostituido», les dirá sin pelos en la lengua: Dios no es Dios de tontos, ni de listillos, ni de oídos delicados o sensibilidades irracionales o al gusto de cada uno-, y de que sin Él quedan reducidos a ser escoria -«sus cadáveres no serán enterrados: serán pasto de los perros, de las fieras y de las aves»-, les anuncia por el Profeta su Sentencia. Irrevocable: los van a masacrar.

Y qué hacen los judíos con sus Jerarcas al frente? Cargan contra el Profeta. Y acabarán por cargárselo. Y así les fue: tal como se les había anunciado.

De esta forma de funcionar no se salvará ni el mismo Señor: -«Crucificale! Crucifícale!». Y lo acusan y lo entregan, exactamente para eso.

Y así les va. Como les ha ido: aún van de «extranjeros en su propia Patria».

Dónde está el quid, hoy como ayer? Cambiamos de tercio: ya no hablo de los judíos y sus Jerarcas, sino de la Iglesia y los suyos… 

Exactamente en lo mismo: «No quieren oir». «No quieren oírme». Se han embotado sus oídos. Y se han cegado sus ojos. Y se ha corrompido su entendimiento.

Porque la Iglesia, a través de sus Jerarcas, y con esa misma derrota en su corazón -«No quieren oir-, ha dado un vuelco a su Discurso: ha pasado de hablar CON la Voz de Dios -«su» Palabra y «la» Verdad-, a hablar la voz de los hombres.

Que no es únicamente que sea palabrería inútil e interesada con intereses de parte -de parte del Demonio, «mentiroso y padre de la mentira»; y de parte de nuestra naturaleza caída y dañada por el pecado-, sino que ni Salva, ni puede Salvar; amén de que nos esclaviza, al privarnos de «la Libertad que Cristo nos ha ganado», sufriendo Pasión y Muerte de Cruz.

Sin Dios NO podemos vivir con la grandeza a la que nos eleva la excelsa Libertad con que nos ha regalado: la que nos ayuda a vivir como hijos de Dios en su Iglesia en medio del mundo.

El hombre sin Dios, y sin la palabra de Dios, queda a merced de los sin-dios, con todo lo que eso le va a granjear, sí o también. Necesariamente. Sin escapatoria: porque ésta se hace imposible. 

De este modo, la vida es una auténtica ratonera: amenizada única y exclusivamente para quien tiene poder y dinero, a costa del sufrimiento ajeno siempre. Como no puede ser de otra manera, porque no la hay.

Para no oír al Señor,  nos ha dejado, de entrada y comenzando con los niños, sin Catecismos. Que no ha sido un cataclismo menor, ni mucho menos. Debe ser ésto lo que se ha querido entender de aquello de Jesús: Dejad que  los niños se acerquen a Mi. No se lo estorbéis. 

Para que estén más solos aún, los Sacerdotes han ido desapareciendo de dar las Catequesis en muchos sitios: no entro ahora a analizar circunstancias paeticulares; con todo, si ahora hay menos Sacerdotes, hace 40 años aún había número. Luego NO es el número la causa real y próxima.

A esto se ha ido sumando el quitar muchas de las ocasiones de predicar. Para mayor abandono de las almas, se viene insistiendo en «homilías cortas, porfa». Es lo que deben entender, de aquello tan revelador por Revelado, de: Fides, ex auditu: la Fe entra, se acoge, madura y se enriquece… oyendo!!!

Porque, «donde no se halla quien hable bien, no se hallará quien viva bien». Así habla Señeri, SJ,  predicando a las gentes. De ahí el cuidado que ponía la Santa Iglesia en formar buenos predicadores. Y los ponía a trabajar a destajo.

O también puede ser que hayan despreciado el Mandato primigenio del Señor: Predicad el Evangelio! No pongo la mano en el fuego…

Para cerrar la trampa se ha llegado a tergiversado la misma Revelación. Es sintomático el número de traducciones de las Escrituras santas que se han hecho tras el Concilio. Curiosamente, no coinciden entre sí las realizadas en las lenguas vernáculas. Por no coincidir, no coinciden siquiera las Documentos que, emanados desde Roma llegan luego a las Diócesis.

Es decir: se busca positivamente la «división» desde dentro y desde arriba. Debe ser la traducción «liberal» y, por tanto, la respuesta Eclesial a aquello del Señor Jesús, citando al Salmista: 0mne regnum divisum contra se, desolabitur. Omne regnum divisum contra se, non stabit.

Si a ésto, y por si faltará algo para destrozar Institución y almas, se le añade el ninguneo a los que han alzado la voz, y cuando no la persecución en vivo y en directo… Apaga y vámonos!!!

La «iglesita en salida», es la que se ha salido de sí misma, arrasando muros y puentes.

Vamos: todo «profético» y muy «primaveral», y soplado por el «espíritu». Tal cual.

La gente, NO es que se haya ido de la Iglesia Católica: la hemos echado, complacidos, a patadas en el Cuerpo martirizado de Cristo, en permanente Pasión.

Qué NO es precisamente lo mismo. Ni mucho menos.

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