El cardenal Raniero Cantalamessa, desde hace décadas predicador de la casa pontificia, ha pronunciado su segunda predicación de este Adviento ante el Papa y los miembros de la Curia vaticana, hablando del ejemplo de la fe de María, que creyó, actuó y dio fruto, y también de las enseñanzas del filósofo y matemático Blaise Pascal (1623-1662), que apelaba a las «razones del corazón».
Pascal: arriesgar por Dios, no aplazar a Cristo entre paréntesis
En junio el Papa Francisco dedicó una Carta Apostólica a recordar la figura de Pascal al cumplirse 400 años de su nacimiento. Cantalamessa recordó que este intelectual hablaba de que «Dios es amor» y el amor no se percibe tanto con el intelecto como «con el corazón».
“Es cierto que Dios es también verdad (“Dios es luz”, escribe Juan en su Primera Carta) y la verdad se percibe con el intelecto; pero si bien el amor presupone conocimiento, el conocimiento no presupone necesariamente el amor. ¡No se puede amar sin conocer, pero sí se puede conocer sin amar! Lo sabe bien una civilización como la nuestra, orgullosa de haber inventado la inteligencia artificial, pero tan pobre en amor y compasión”, advirtió Cantalamessa,
En los tres últimos siglos, dijo el veterano capuchino, el mundo parece haber seguido a Descartes más que a Pascal, con un racionalismo que ha terminado empujando hacia el nihilismo. Incluso entre los que piensan en la religión se habla mucho más en debates de «fe y razón» que de «fe y corazón» o de «fe y voluntad», apuntó.
“A menudo se cita a Pascal en relación con el “riesgo calculado” o la apuesta rentable. En la incertidumbre, escribe, apuesta por la existencia de Dios, porque «si ganas lo has ganado todo, si pierdes no has perdido nada». Pero el verdadero riesgo de la fe – él mismo lo sabe también- es otro: es el de poner a Jesucristo entre paréntesis. ¡Es un riesgo a largo plazo!”.
«No te conoces a ti mismo, ¿y buscas a Dios?»
Luego, Cantalamessa acudió a otro párrafo de Pascal que anima a una acción práctica. Pascal dijo: «¡Vuelve a tu corazón! Vuelve de tus andanzas que te han extraviado; vuelve al Señor. Él está listo. Vuelve primero a tu corazón, tú que te has vuelto extranjero de tanto vagar afuera. ¡No te conoces a ti mismo y buscas a Quien te creó! Regresa, regresa al corazón, despégate del cuerpo. Regresa al corazón: allí examina lo que tal vez percibes de Dios, porque allí se encuentra la imagen de Dios; Cristo habita en la interioridad del hombre».
Podemos concebir al Niño y hacerlo nacer, con la fe
El cardenal Cantalamessa también señaló la figura de la Virgen María como nuestra maestra en la fe; como ella, con la fe, también nosotros podemos concebir al Niño y darle a luz.
Planteó un tema que ya exploró Juan Pablo II: ¿fue creciendo María en la fe? La respuesta del santo Papa polaco y de Cantalamessa es que sí.
Antes, advierte, muchos daban por supuesto «que ella había hecho su acto de fe en el momento de la Anunciación y había permanecido estable en ese acto durante toda su vida, como quien, con su voz, ha alcanzado de repente la nota más alta y luego la mantiene por todo el resto de la canción. Se dio una explicación tranquilizadora para todas las palabras que parecían decir lo contrario”.
Pero en Lumen Gentium 58, en el Concilio Vaticano II, se lee que «la Madre de Dios avanzó en la peregrinación de la fe», es decir, no creyó «de una vez por todas, sino que caminó en la fe y progresó en ella”. Esta afirmación fue retomada y desarrollada por San Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Mater (nr.14).
Así, Juan Pablo II enseñó:
«Las palabras de Isabel «Feliz la que ha creído» no se aplican únicamente a aquel momento concreto de la anunciación. Ciertamente la anunciación representa el momento culminante de la fe de María a la espera de Cristo, pero es además el punto de partida, de donde inicia todo su «camino hacia Dios», todo su camino de fe».
María siguió apoyándose en la fe, creciendo en ella, en cada nueva prueba: «por la fe, María presentó al Niño al templo, por la fe lo siguió, manteniendo un perfil bajo, en su vida pública; por la fe estuvo bajo la cruz; por la fe, esperó la su resurrección».
María confió y esperó como Abraham
“Ella está allí, impotente ante el martirio de su Hijo, pero consiente con amor. Es una réplica del drama de Abraham, pero ¡cuánto más exigente! Con Abraham, Dios se detiene en el último momento, pero no con ella. Acepta que su Hijo sea sacrificado, lo entrega al Padre, con el corazón quebrantado, pero firme, fuerte en su fe. Aquí es donde la voz de María alcanza su nota más alta. Lo que el Apóstol dice de Abraham debe decirse de María con mucha mayor razón: María creyó, esperando contra toda esperanza, y así llegó a ser madre de muchos pueblos”.
Cantalamessa considera que los textos de San Agustín son los que inspiraron la mariología del Concilio Vaticano II, que se incluyó en Lumen Gentium (que hablaba sobre la Iglesia) y no en un documento aparte.
Citando a San Agustín, Cantalamessa proclama: «María creyó, y en ella se cumplió lo que había creído. ¡Creemos también nosotros, para que lo que en ella se hizo realidad pueda beneficiarnos también a nosotros!».
La enseñanza del belén y San Francisco
Cantalamessa es franciscano capuchino, y quiso hablar también de los 3 centenarios que celebran los franciscanos:
– el del primer belén, hace 8 siglos;
– el de los estigmas de San Francisco (en 2024);
– y el de su muerte (en 2026).
Tommaso de Celano, que fue el primero en escribir la vida y milagros de Francisco de Asís, recoge las palabras con las que él hablaba del primer belén: «Me gustaría, dijo, representar al Niño nacido en Belén, y de alguna manera ver con los ojos de mi cuerpo las dificultades en las que se encontró por la falta de las cosas necesarias para un recién nacido, cómo lo colocaron en una cuna y cómo yació entre el buey y el asno».
Cantalamessa admite que hoy un belén puede ser una especie de forma de arte o espectáculo, pero sigue cumpliendo su función de signo y sería una tontería renunciar al belén.
Hacer un belén en nuestro corazón
«El belén es, por tanto, una tradición útil y hermosa, pero no podemos conformarnos con los tradicionales belenes exteriores. Debemos montar un belén diferente para Jesús, un belén del corazón. Corde creditur: con el corazón se cree. Christum habitare per fidem in cordibus vestris: “que Cristo, por la fe, venga a habitar en vuestros corazones”, escribe el Apóstol a los Efesios (Ef 3,17). María y su esposo continúan, místicamente, llamando a las puertas, como lo hicieron aquella noche en Belén».
Luego, el predicador pontificio matizó que en el corazón del hombre «hay lugar para muchos invitados, pero sólo hay sitio para un dueño. Hacer nacer a Jesús significa dejar morir nuestro «yo», o al menos renovar la decisión de no vivir ya para nosotros mismos, sino para Aquel que nació, murió y resucitó por nosotros» (cf. Rom 14, 7-9).
Recordó una frase de los ateos existencialistas que decían ‘Donde nace Dios, el hombre muere’. Desde el punto de vista cristiano, es cierto si el que muere es «el hombre viejo», corrompido y destinado, en cualquier caso, a terminar en la muerte. Con el Niño Jesús nace el hombre nuevo, «creado en la justicia y la verdadera santidad, destinado a vivir para la eternidad. Es una empresa que no terminará con la Navidad, pero sí que puede comenzar con ella».
Y finalizó deseando un «feliz cumpleaños a Jesús» y feliz Navidad a todos los presentes.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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