Ayer estuvimos (bueno, estuvo un chaval), plantando césped. Este verano los jabalíes se tomaron el jardín de la parroquia como el patio de su recreo y levantaron casi todo el jardín. Plantar desde la semilla tiene sus riesgos: los pájaros, las hormigas, que cambie el tiempo y hiele, los niños de catequesis y un montón más de peligros. Muchos de esos riesgos no los puedes controlar y los dejas en manos de Dios y ya se verá mientras intentamos vigilar su crecimiento.
Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
No todo lo podemos controlar. Ni la historia, ni lo que pasa en la Iglesia, ni la maldad de los malos o la bondad de los buenos. Pero si debemos hacer lo que nos toca, sembrar la semilla, vigilarla, regar y esperar que germine. Dios no te pedirá cuenta de “los acontecimientos” sino de tu vida y de la vida de los que te han sido encomendados o están contigo. Por eso hoy que celebramos a San Juan Pablo II hay que decir: ¡ NO TENGÁIS MIEDO! El es nuestra paz. Tu haz lo que tienes que hacer y si llega el Señor, aunque aún no haya germinado la semilla, ábrele la puerta, sea pronto o tarde.
Bienaventurados seremos si el Señor nos encuentra así, como María, al pie de la Cruz.
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