Una vez más, y son ya casi innumerables, el Sr. Cardenal de Barcelona y más cosas o así, ha hablado…, «y parió la abuela», como dice el dicho.
Y ha largado, más que interesadamente, que «muchos quieren que el Papa muera para que muera la implantación del Concilio», o algo muy parecido. Que tampoco pasa nada.
Porque, en mi opinión y en buena lógica -tanto intelectual como Eclesial-, una cosa no implica la otra; y viceversa. Para nada, oigan.
Hay gentes a los que el Papa, a estas alturas, no les interesa en absoluto. Pueden desear, por el bien de la Iglesia fundamentalmente, que este papado acabe cuanto antes. Sin la menor relación con la implantación del Concilio. O sí.
Hay gentes que han estado en contra de esa implantación -«Concilio, Concilio, Concilio!», ha sido el grito más «aguerrido» y más escuchado en la Iglesia, desgraciadamente para Ella, sus Instituciones, y las almas todas-, porque hace mucho que se han caído del guindo y de la patraña en la que se ha transformado el Concilio con la impagable complicidad del «soplo del espíritu»; y, con él y desde él, la misma Iglesia. Sin necesidad de que deseen que este Papa se muera o no. O sí.
Por cierto: no soy el único que opina que este Concilio se ha pergeñado como el mejor y más eficaz «Caballo de Troya» que se haya podido inventar para reventar la Santa Iglesia Católica ab intra.
«Por sus frutos los conoceréis», es uno de mis más acendrados puntales para hacerme una idea de las cosas. Y no me falla nunca: no porque yo acierte, sino porque esas Palabras, de Cristo, ni fallan ni pueden fallar. Nunca.
Desde dentro, por supuesto: no desde fuera; aunque no hayan faltado esas impagables ayudas, que las ha habido. Por ejemplo: sin dinerillo y demás NO se habría podido construir el famoso caballito. Y sin presiones eficaces, en momentos adecuados y dirigidos a las personas más convenientes, tampoco.
Pero, sin la complicidad interior NO se habría conseguido nada, seguramente, ni a estas velocidades. Que no hemos asistido a una maratón, sino a los 100 m lisos: a toda mecha.
Hay gentes, además, que pueden querer las dos cosas, como dice el Cardenal. Y gentes que no quieren, por cierto, ninguna de las dos.
Por qué esta largada, y con este nexo?
Omella, ha pretendido -me da-, no sólo «arrimar el ascua a su sardina», sino a DOS sardinas a la vez. Que alimentarán más, digo yo. Y me explico.
Manifestarse públicamente al lado del Santo Padre no es mala opción. En su caso concreto, sería manifestación de un gran agradecimiento personal, que siempre honra.
Y manifestarse a favor del Oficialismo más acendrado, tampoco es una opción errada: al contrario. Por lo mismo y por la misma, podría haber sido también perfectamente, y sin el más mínimo problema, «Sinodalidad»; y hubiese quedado también muy chulo; y muy Oficial.
El caso es escoger muy bien y con acierto el mejor árbol bajo el que guarecerse, en la situación y el momento más conveniente para uno.
Porque soltar esa largada, en sí misma no tiene el menor sentido. Otra cosa es lo que se busque. Haya salido de él, o se lo hayan sugerido.
Que todo ha podido pasar, porque todo puede pasar. Incluido «lo impensable». Pero hay que prepararse en la rampa de salida con la mejor posición posible: la pole.
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