31/01/2025

Nunca perder la virtud de la Esperanza

“Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste con tu pecado”. “Rectos son los caminos del Señor, los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos”. A veces, demasiadas veces, cuando tenemos nuestras caídas, nuestros pecados … pensamos que el Señor nos ha abandonado, nos ha “tirado.” Sin embargo somos nosotros los que “aflojamos las rodillas,” no nos acompasamos al ritmo de Cristo y terminamos por los suelos. A veces ante nuestras debilidades nos desanimamos, nos cansamos de intentarlo, dejamos la oración (“no estoy en gracia de Dios y no me vale para nada”, nos justificamos), atrasamos la confesión (“siempre me acuso de lo mismo y no noto que avance nada”), abandonamos la Eucaristía frecuente (“ya iré cuando lo sienta más profundamente”). En definitiva, nos quedamos tirados en el barro y pensando lo malo que es Dios que nos abandona.

El cristiano es el que se cae, aun con el cuerpo dolorido, vuelve a “subir al caballo” y “aprieta más fuerte las rodillas.” Sabe que se puede caer, una y mil veces, pero nadie le tira. Por eso, aunque no estemos en gracia de Dios, y nos sea difícil encontrar un sacerdote para confesarnos, no dejemos la oración, no olvidemos la Eucaristía, hagamos frecuentes comuniones espirituales y digamos al Señor: “Me duele todo, en cuanto pueda iré al médico de la confesión, pero vuelvo a subir al caballo y sigo avanzando; no me quedaré tirado en el barro”.

“Sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas”. Sagaces para no dejarnos dominar por la desesperación, para saber lo que realmente es importante. Y sencillos para saber que Dios nos conoce perfectamente, que sabe que podemos caer, pero no nos preocupemos de “qué le vais a decir o de cómo se lo diréis” (buscando echar la culpa a la “cabalgadura”), simplemente diremos: “Aquí está el tonto de tu hijo dispuesto a caerse un millón de veces y a levantarse un millón más”.

¿Dificultades? Todas, no nos extrañe, pero galoparemos por encima de ellas guiado por el maestro que va a nuestro lado: Jesús

Cuando la soberbia, el orgullo, la sensualidad, el amor propio … se encabriten y creamos que no nos puede mantener por encima de ellas,  le pediremos a nuestra Madre la Virgen que apacigüe a la “bestia” y se convierta en fiel instrumento de Dios.