Hermana espiga, la que estás granando
para ser en mis manos blanco trigo …
Camino de aquel día voy soñando,
déjame que esta vez sueñe contigo.
Hermana espiga. Esa. La elegida.
La que Dios enlazó con mi destino,
la que crece gemela con mi vida,
la que espera impaciente mi venida
-fiel a la cita- al borde del camino.
Yo no sé dónde creces, rubia hermana . . .
Pero sé que me aguardas. Sé que un día
cuando Dios esparcía
los granos de oro en tierra castellana,
en un grano escribía mi nombre y mi destino, y le decía:
«En sus manos serás mañana
trigo de eucaristía»…
Y sé que al ir rodando
por tantas sementeras,
entre el montón que han ido acumulando
las espigas de tantas primaveras,
sé que en tanto trasiego,
vas soñando conmigo … ¡y que me esperas!
(Padre Cue, S.J.)
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