El próximo 19 de julio los restos mortales del padre Fernando Huidobro Polanco, S.J. (1903-1937) serán reubicados en la iglesia de San Francisco de Borja, donde reposan desde 1958. Pero ahora quedarán en el claustro del gran templo jesuita madrileño para facilitar su veneración, que no ha cesado desde que, como capellán del Tercio, muriese en combate en la Cuesta de las Perdices, en el frente de Madrid, durante la guerra civil española.
Su causa de beatificación, promovida por el arzobispado castrense y por la Compañía de Jesús, se abrió el 8 de enero de 2021 y se cerró el 17 de octubre de 2022 en su fase diocesana.
La divulgación de su vida está recibiendo un gran impulso gracias al empeño personal de Emilio Domínguez Díaz, colaborador de ReL, antiguo caballero legionario, profesor de inglés especializado en la figura del poeta surafricano Roy Campbell y autor de Padre Huidobro. Héroe de almas legionarias (SND Editores), obra con la que profundiza en la vida de este joven religioso.
-¿Por qué se ha decidido ahora el traslado de sus restos?
-Tras concluir hace unos meses la fase diocesana del proceso de la causa de beatificación del padre Huidobro y una vez exhumados sus restos el pasado 9 de abril, los jesuitas han decidido dar un mayor estatus al capellán y ubicar su nuevo sepulcro en un lugar, el claustro, de mayor preponderancia dentro de la iglesia de San Francisco de Borja.
»Allí, a la espera de su beatificación, reposará junto a otro santo de la Compañía, el padre José María Rubio (1864-1929), desde el próximo 19 de julio. Además, la sala anexa donde reposaban esos restos tenía dos inconvenientes: el deterioro por las humedades y el hecho de estar algo apartada o casi escondida dentro del templo.
-¿Cuál es la situación actual del proceso de beatificación del padre Huidobro?
-Ahora mismo todo el expediente de conclusiones de la fase diocesana está en Roma, donde, en diferentes etapas y con diversos especialistas en estas lides. Se ha dado inicio a la fase romana que, como es natural, seguirá el curso habitual y la normativa eclesiástica vigente en este tipo de proceso en pos de que el padre Huidobro sea declarado beato.
-¿Había elementos de santidad en la vida del padre Huidobro antes de los que demostró en el frente?
-La razón principal de la causa de su beatificación está relacionada con sus continuas muestras de santidad y la práctica de virtudes heroicas en vida. Es importante subrayarlo.
»En otras palabras, no hemos de limitar la culminación de su más que posible beatificación a lo acaecido en el frente de batalla, sino a la «exhibición» de virtudes dentro del mundo jesuítico (colegios, noviciados, centros, universidad…) antes de la Guerra Civil Española y, luego, en la relación con los legionarios de su IV Bandera una vez alistado en Talavera de la Reina a principios de septiembre de 1936.
Emilio Domínguez Díaz, ‘Padre Huidobro. Héroe de almas legionarias‘ (SND Editores).
-¿Dónde se encontraba el padre Huidobro al estallar el Alzamiento?
-Concretamente, a mitad de julio de 1936, el padre Huidobro se encontraba en un centro de la Compañía de Jesús, el Colegio Pignatelli de Les Avins-en-Condroz (Bélgica). En un principio, iba a dar clases allí una vez acabado el verano.
»Acababa de regresar de Friburgo, en cuya universidad había pasado el curso recién finalizado. El hecho de estar allí se debía a que, tras la firma del decreto de disolución de la Compañía por la Segunda República el 23 de enero de 1932, los jesuitas fueron al exilio y, los aproximadamente cuatrocientos de la casa de Oña –donde estaba el padre Huidobro– fueron a parar al destierro de Marneffe (Bélgica) en el primer trimestre de 1932. Posteriormente, por motivos académicos, el padre Huidobro viajaría a otros países como Holanda o Francia, antes del último emplazamiento en Alemania para preparar su tesis doctoral.
-¿De no haber sido por la guerra, cuál habría sido su camino?
-Seguramente, de no haber estallado la Guerra Civil, el Colegio Pignatelli podría haber sido su primera opción como profesor de Filosofía, aunque él ya había dado clases en otros centros adscritos a la Compañía –en Madrid y Aranjuez, por ejemplo– en el camino de su sacerdocio.
»Hay una anécdota de sus estudios filosóficos que tiene que ver con la Universidad Central de Madrid y el dirigente socialista Julián Besteiro [catedrático de Lógica]. Allí realizó exámenes en septiembre de 1931 después de haber aprobado el preparatorio de Derecho. En una disertación para el examen final de Lógica –preparando asignaturas de Filosofía y Letras para su futura docencia–, obtendría una matrícula de honor al desarrollar las teorías de Kant y, tras recibir las felicitaciones del tribunal, se dispuso a rebatir esas ideas en una exhibición de pensamiento propio y crítico que asombró a los presentes.
-En su libro explica que estuvo muy en contacto con la filosofía alemana de su tiempo, en particular con Martin Heidegger…
-Respecto a Heidegger, el padre Huidobro tuvo una notable y activa participación en las 13 sesiones del Seminare Kant-Leibniz-Schiller, celebrado en la Universidad de Friburgo entre el 6 de noviembre de 1935 y el 19 de febrero de 1936, hasta el punto de ser considerado como «brillante discípulo» por el propio Heidegger de acuerdo a su pensamiento y opiniones en los protocolos establecidos por escrito por el también jesuita Johannes Baptist Lotz, con quien el padre Huidobro compartió estancia en la residencia Carolushaus de Friburgo durante todos los meses del seminario.
»Como se ha dicho antes, el capellán tuvo una formación filosófica importante, pero no hay que olvidar que su base y conocimientos de Derecho, su formación jesuítica y la aplicación jurídica en su pensamiento le alejaban de planteamientos filosóficos, ontológicos o metafísicos de los protagonistas del seminario de Friburgo y asistentes como Wilhelm Hallwachs, Emil Schill, Curt Arpe, Jan Aler, Erna Spitta, Annelise Mayer, Alberto Wagner, etc.
-¿No puede ser considerado «divisivo» que se beatifique a un sacerdote que pertenecía a uno de los bandos de la Guerra Civil?
-Para nada, su posible beatificación no ha de ajustarse a razones políticas o ideológicas. Todo lo contrario. De hecho, el haber servido en la Legión, tal vez, puede haber retrasado la culminación de un proceso detenido a mediados de la década de 1980.
El historiador José Luis Orella introdujo a Emilio Domínguez Díaz en la presentación en el Espacio Ardemans, el pasado 5 de abril, de ‘Padre Huidobro. Héroe de almas legionarias’.
»Que alguien quiera interpretar «división» no es de extrañar. Con la polarización existente en cualquier ámbito a nivel nacional o mundial, hay gestores de la fracción: el interés que les mueve es mantenerse en las poderosas élites y regir naciones o instituciones con dudosas e infames intenciones.
»El padre Huidobro, en su forzoso exilio en Centroeuropa –recordemos que tanto él como la Compañía de Jesús no se fueron de vacaciones, sino que fueron expulsados por la Segunda República–, jamás exigió enrolarse en la Legión. De hecho, entre sus primeras opciones quería ir a lugares complicados, esos dominados por el Frente Popular y el comunismo o, incluso, la Cruz Roja.
»Su inclusión en una Bandera legionaria, como otros muchos jesuitas, fue la adaptación del perfil de los hijos de San Ignacio de Loyola a las duras exigencias en cuanto a riesgo y férrea disciplina demandadas por el bando nacional a través de su principal fuerza de choque: la Legión.
»De hecho, el primer encuentro con el padre Caballero, capellán de la X Bandera, pudo ser decisivo en su determinación para enrolarse como páter de una de las Banderas legionarias.
-¿Se adaptó bien al espíritu legionario?
-Desde su primera intervención con su IV Bandera en Cazalegas (Toledo), el padre Huidobro dio señales del primer espíritu, el del legionario, del Credo de la Legión: «Es único y sin igual, es de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta».
»Sin embargo, él no portaba bayoneta, ni arma alguna, sino un crucifijo con el que, raudo y veloz, acudía al auxilio espiritual y últimas palabras de aquel que caía en vanguardia, donde de manera milagrosa llegaba antes que nadie. Sus legionarios, asombrados, describían esa velocidad en la atención, su inmediatez, el cargar o arrastrar cuerpos casi muertos para una última confesión o darles la extremaunción.
-A soldados de ambos bandos…
-Todas sus acciones fueron ajenas a distinciones de defender uno u otro bando. No las hizo, simple y llanamente se limitó a cumplir con la misión que tenía encomendada y cumplir los ministerios de la Iglesia.
-¿Fue herido alguna vez antes de su muerte?
-Efectivamente, el padre Huidobro había sido herido en las primeras estribaciones de la Casa de Campo el 9 de noviembre de 1936. Un disparo alcanzó una de sus rodillas y, durante aproximadamente un mes, estaría convaleciente entre Griñón, Talavera de la Reina y Toledo antes de reincorporarse –con la solicitud de alta voluntaria– al frente con sus legionarios de la Cristo de Lepanto (IV Bandera) a mediados de diciembre de 1936.
-¿Cómo fue su muerte?
-Su muerte fue el 11 de abril de 1937, aquel Domingo del Buen Pastor en el que a primera hora había oficiado una Misa de campaña en la Casa de Campo. Posteriormente, se pondría a disposición del entonces capitán Iniesta para avanzar a puestos de vanguardia, donde le gustaba estar, hasta recibir la orden de su superior para que retrocediese al puesto de socorro en el que, debido a la crudeza y peligrosidad de los combates –como había ocurrido en los últimos días–, empezó a acumularse un gran número de heridos.
»Allí, atendiendo a uno de sus legionarios, recibió el impacto en la cabeza de un proyectil de calibre 12,40 –supuestamente francés– que, de manera instantánea, le llevó al encuentro con el Señor.
»Sobre su muerte, sorprende esa intuición que tenía respecto a estar muy próxima como, de hecho, había hecho constar por carta a su hermano sacerdote días antes del fatídico desenlace y, por otro lado, la ficción, esa historia no documentada ni testimoniada de que un legionario le había disparado, ¡ojo!, por la espalda.
-¿De dónde procedía el infundio?
-Como narro en La mentira histórica, uno de los capítulos del libro, ha habido una pérfida teoría de Hilari Raguer y la cobertura de Paul Preston, que, sin fundamento, ha circulado durante muchos años en un afán de desvirtuar la vida y muerte del padre Huidobro, así como a la Legión. No me cabe la menor duda, viniendo de quien ha venido.
»Afortunadamente, el minucioso estudio forense de los restos durante abril y mayo del presente 2024 servirá para cerrar esas bocas impregnadas de odio y mentira –su sustento–, además de delatar las graves carencias de rigor académico de pseudo-historiadores movidos por el rencor de su ideología.
-Usted fue legionario. ¿En qué consideración tiene ahora mismo la Legión al padre Huidobro?
-No sólo ahora el padre Huidobro es el receptor de las oraciones de damas y caballeros legionarios del presente. Cuando vienen mal dadas, recurrimos a nuestro Protector, el Cristo de la Buena Muerte, pero la atracción del padre Huidobro como intercesor va in crescendo según pasa el tiempo y te das cuenta de ello no sólo al hablar con gente que, de una u otra forma, está vinculada a la Legión, sino a otras personas que no guardan relación alguna con esta unidad.
-Y su devoción personal, ¿de dónde nace?
-Hace tres décadas, en mi primer contacto con la Legión en Melilla, ya conocí la figura del capellán de la concordia. Con el paso de los años, he seguido la evolución de los acontecimientos y, de hecho, he escrito varios artículos antes de la reciente publicación de Padre Huidobro, héroe de almas legionarias en diversos medios porque sí que es cierta la existencia de una revitalización, un nuevo impulso, con los últimos generales jefes de la Legión y, más en concreto, los coroneles y tenientes coroneles del Tercio Duque de Alba de Ceuta y su IV Bandera Cristo de Lepanto, donde sirvió este ejemplar sacerdote portando concordia y conciliación, casualmente lo que no existe en España, Europa y una sumisa y decadente civilización occidental.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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