«La persecución en China se ha hecho digital. Controlan lo que pasa dentro de las iglesias utilizando tecnología de reconocimiento facial para ver quién entra, quién sale, quién está haciendo cursos sobre la Biblia. Controlan lo que se dice en la red y eso les hace perder puntos en el sistema de crédito social«: así describe Gia Chacón, fundadora de For the Martyrs (una organización de apoyo a cristianos perseguidos), las nuevas formas con las que el régimen de Pekín controla cualquier forma de disidencia.
Aunque siempre queda la más expeditiva: cancelar lo que estorba, como hizo recientemente con la aplicación de oración Hallow alegando la existencia en ella de «contenidos ilegales».
Los católicos chinos son un número difícil de determinar: en torno a 6 millones, según el Pew Research Center; el doble, en torno a 12 millones, según el Departamento de Estado norteamericano; es decir, entre un 0,5% y un 1% de la población. No son, evidentemente, los únicos súbditos del partido comunista sometidos a acoso, pero tal vez pensaron que el acuerdo firmado en 2018 entre la Santa Sede y el gobierno de su país mejoraría su situación.
Lo cierto es que los fieles se sienten cada vez más desamparados ante la creciente intromisión del Partido, ya no en sus actividades, sino incluso en sus creencias y actos de culto.
Renovación inminente
El acuerdo, renovable cada dos años y vigente hasta el 22 de octubre, se renovará en breve, según anunció hace ya meses el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano. El texto sigue siendo secreto. Según la Santa Sede, «concierne exclusivamente al nombramiento de obispos» y no afecta «directamente» ni a las relaciones diplomáticas bilaterales, ni al estatus legal de la Iglesia en China, ni a las relaciones entre el clero y las autoridades. Solo implica un compromiso de consenso para el nombramiento de obispos.
Compromiso que ya en sí es toda una anomalía. Después del Concilio Vaticano II, el Vaticano presionó para acabar con los pocos «derechos de presentación» de obispos que quedaban en países católicos (España entre ellos) como expresión histórica de su fe, y que pasaron a ser rechazados como intrusión intolerable de las autoridades en la libertad de la Iglesia. Sesenta años después el propio Vaticano ha otorgado algo similar (exactamente qué… no se sabe) a una de las organizaciones más brutalmente anticatólicas de la historia.
¿Ha conseguido al menos el objetivo que perseguía, a saber, evitar la existencia de dos jerarquías paralelas, la oficial y la clandestina, y que «los católicos tengan obispos en plena comunión con el Sucesor de Pedro y al mismo tiempo sean reconocidos por las autoridades de la República Popular china», en palabras de Vatican News? ¿Cómo ha influido sobre la libertad de la Iglesia china en el día a día? ¿Es posible una valoración de conjunto?
«Desastre»
Algunos analistas la han hecho en los últimos meses.
Damian Thompson, al plantear en The Spectator las expectativas de un futuro cónclave y el papel que puede estar reservado a Parolin en él, se preguntaba cómo podía alguien «sobrevivir» políticamente al «miserable desastre» de un acuerdo que ha dado al gobierno chino el inmenso poder de preseleccionar candidatos y obliga al Papa a no molestar demasiado a Pekín para que la respuesta no sea tan severa como acostumbra el presidente Xi Jinping.
George Weigel lamenta en Denver Catholic «la obstinada persistencia» del Vaticano en un acuerdo «evangélicamente desastroso, estratégicamente mal planteado y canónicamente dudoso». (El canon 377.5 del Código de Derecho Canónico afirma taxativamente: «No se concederá a las autoridades civiles ningún derecho ni privilegio de elección, nombramiento, presentación y designación de obispos». El lenguaje diplomático siempre puede escapar a dicho canon alegando que consensuar no es elegir, nombrar, presentar ni designar.)
«El acuerdo», concluye Weigel, «no está impulsando la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio en China. No está poniendo a la Iglesia al servicio de la sociedad china. Más bien está convirtiendo a los hombres de Iglesia, de facto, en portavoces de un régimen que persigue a los musulmanes de etnia hui y uigur y a los evangélicos y católicos nacionales».
En efecto, según el informe del Departamento de Estado norteamericano del 8 de enero de 2020, en el año anterior la persecución religiosa en China había sido «de una intensidad que no se veía desde la Revolución Cultural» (1966-1969), la campaña represiva de Mao Tse Tung que causó millones de víctimas en todo el país.
El escritor Yan Lianke estuvo en España en junio para el lanzamiento de su última novela, ‘Duro como el agua’. En esta entrevista de ‘El Debate’, él, que forma parte del sistema de enseñanza chino, da cuenta de la impronta de Mao en la China actual y de las diez obras que tiene escritas pero no puede publicar en su país.
Otra opinión relevante es la que expresó el pasado 30 de agosto, en el programa de Raymond Arroyo en EWTN, el analista Gordon Chang, norteamericano de padre chino que ha colaborado como asesor con las agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos: «No soy católico, pero más allá de las creencias, me siento indignado. Los chinos violaron el acuerdo de 2018 nada más firmarlo y el Vaticano lo renovó a pesar de esas reiteradas violaciones. Realmente no sé qué decir». Y añadió: «El Vaticano le ha dado la espalda a figuras muy importantes de la Iglesia que hablan de este acuerdo y de la persecución de los católicos en China. No creo que haya justificación para lo que está haciendo».
Es cierto que la posición oficial de Estados Unidos en todo cuanto concierne a China está muy condicionada por su enfrentamiento en otras áreas, desde la estratégica a la comercial, y que los intereses de la Santa Sede son otros. Sin embargo, incluso una personalidad de cierta independencia como Mary Ann Glendon (embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede [2008-2009] y antes de eso representante de la propia Santa Sede en la Conferencia de la ONU sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995), considera en su libro En la corte de tres Papas que el Vaticano ha hecho «concesiones sin precedentes» a China.
Sandro Magister considera que los efectos del acuerdo «son más problemáticos que resolutivos», con una treintena de diócesis pendientes y las dos principales, Pekín y Shanghai, cubiertas con obispos que son, respectivamente, «los presidentes de la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos y del Consejo de los Obispos Chinos, es decir, de los dos organismos mediante los cuales el partido comunista controla y gobierna la Iglesia«.
Es lo mismo que aprecia Francis X. Rocca, corresponsal en el Vaticano, entre otros, de Wall Street Journal, quien sostiene en The Atlantic que «el acuerdo se hizo a expensas de la Iglesia clandestina, que antes ordenaba sus propios obispos con la aprobación de Roma y a la que ahora se le dice desde el Vaticano que se una a la Iglesia controlada por el estado». Esto «ha desmoralizado a los católicos chinos» y «ha reducido su libertad para evangelizar».
Nueve obispos ordenados en seis años
¿Cómo se ha ido aplicando el acuerdo? Ha habido varios momentos clave en estos seis años de continuo y tenso toma y daca en el nombramiento de obispos.
Primer bienio
El primer nombramiento tardó casi un año en llegar. Antonio Yao Shun fue ordenado obispo de Jining (en la Mongolia interior) el 28 de agosto de 2019. Ese mismo día recibió también la consagración Esteban Xu Hongwei como coadjutor de la diócesis de Hanzhong.
Durante este primer periodo, Roma reconoció ocho obispos nombrados anteriormente de forma ilegítima por los funcionarios del partido.
Segundo bienio
El segundo bienio empezó con dos nombramientos a finales de 2020, Tomás Chen Tianhao para la diócesis de Qingdao y Pedro Liu Genzhu para la diócesis de Hongdong, y continuó a mediados de 2021 con los de Antonio Li Hui como coadjutor de Pingliang y Francisco José Cui Qingqi en la diócesis de Hankow.
Tercer bienio
Tras la segunda renovación, se sucedió un tiempo de ‘sequía’ a la que puso fin el gobierno comunista con una auténtica bofetada al acuerdo: el 4 de abril de 2023 trasladó unilateralmente al obispo José Shen Bin, obispo de Haimen desde 2013, a la diócesis de Shanghai. Todo un desafío al que la Santa Sede se plegó: ante los hechos consumados, confirmó el nombramiento el 15 de julio siguiente.
En enero de 2024 el Papa nombró dos obispos, Tadeo Wang Yuesheng para la diócesis de Zhengzhou y Pedro Wu Yishun para la diócesis de Shaowu, y un tercero, Antonio Sun Wenjun, para la primera diócesis de nueva creación desde la ocupación comunista del poder en 1949, la de Weifong, cuyos límites, que modificaban los de la prelatura preexistente, fueron establecidos por Pekín.
Se ha llegado así a nueve obispos consensuados en seis años, pero con el aderezo de unos desplantes gubernamentales que dejaban continuamente en evidencia a la Santa Sede. Así que Pekín quiso tener un gesto con vistas a la ya anunciada renovación del acuerdo, y el 27 de agosto reconoció como obispo de Tianjin a Melchor Shi Hongzhen, quien había asumido la diócesis como coadjutor en 2019, al fallecimiento de su predecesor. Nunca se había sometido al régimen, el cual, en consecuencia, no le había reconocido, pasando un largo periodo de tiempo en arresto domiciliario.
Melchor Shi Hongzhen, obispo de la Iglesia clandestina, ahora reconocido por el gobierno como gesto hacia el Vaticano.
El Vaticano no quiso ocultar su «satisfacción«, y presentó esa victoria como «fruto positivo del diálogo» entre las partes, dejando todo listo para prorrogar el acuerdo hasta 2026.
Lo sucedido en Hong Kong
Y mientras el acuerdo recorría en este último periodo ese accidentado camino, ¿qué pasaba con los católicos chinos?
Es paradigmático el caso de Hong Kong. Entregada por Margaret Thatcher al régimen comunista en 1984, el traspaso se hizo efectivo en 1997. El principio «un país, dos sistemas», que debía salvaguardar el régimen político y económico del antiguo enclave británico, empezó a quebrar en 2014. Recién llegado al mando supremo, Xi Jinping empezó a controlar políticamente la ahora región autónoma y estalló la «revolución de los paraguas». En 2018, con una católica en el poder, Carrie Lam («si quiere ir al cielo, tendrá que arrepentirse de lo que ha hecho», le dijo el cardenal Joseph Zen), Hong Kong aprobó una ley de extradición que sometía a la oposición a los jueces de Pekín.
La represión, desde entonces, no ha hecho sino acentuarse. En plena vigencia del acuerdo con la Santa Sede, a caballo de la última prórroga, el gobierno se ha permitido el lujo de detener y multar al cardenal Zen con 90 años de edad, y condenar y encarcelar, muy posiblemente de por vida (por el momento, 6 años) a un católico converso de 76 años que encabeza la oposición al régimen.
Un documental del Instituto Acton, doblado en español, sobre la situación de Hong Kong y el papel desempeñado en ella por Jimmy Lai.
«Sinización»
Eso, en Hong Kong. Al mismo tiempo, en toda China se ha acelerado en los dos últimos años el proceso de «sinización«, es decir, intensificar el control externo de la Iglesia -y otras comunidades religiosas, cristianas o no- e implementar una imposición del culto al régimen en las conciencias y en el culto.
¿En qué consiste la «sinización»? No tiene nada que ver con la «inculturación», advierte George Weigel. Sinización, explica el escritor estadounidense, es conformarse al creciente culto a la personalidad de Xi Jinping; es «impulsar los objetivos hegemónicos del régimen comunista chino«; es «un llamado a la aquiescencia obsequiosa hacia el programa de control social del régimen, que esencialmente consiste en un refinamiento de lo que describió George Orwell en la novela distópica 1984«, distopía que se presenta como una «utopía de la abundancia maridada con una restauración del honor y la dignidad nacionales mediante la dominación del mundo».
La «sinización» no es una mera idea. Es toda una estructura de imposición. Los representantes de la Asociación Patriótica Católica (es decir: activistas del Partido encargados del sometimiento de la Iglesia) recorren el país ‘visitando’ parroquias para concretar su sujeción a la ley que regula las organizaciones religiosas y promover la «sinización del catolicismo«, como expresan sin rodeos.
Delegados de la Iglesia ‘patriótica’ encabezados por un sacerdote oficialista visitan una parroquia de la ciudad de Wuxi para establecer con sus responsables la estrategia de ‘sinización’. Foto: Catholic Church in China.
«Estoy contento»
Y ¿cómo ve el Vaticano la aplicación del acuerdo? En julio de 2023, tras convalidar el nombramiento unilateral por parte del régimen del obispo de Shanghai, Parolin no tuvo más remedio que protestar públicamente. En una entrevista con ese solo objeto, dijo que actuar como lo había hecho Pekín era «despreciar el espíritu de diálogo y cooperación establecido«: «Los obstáculos que se ponen en el camino minan la confianza y restan energía positiva. Sin embargo, las razones para el diálogo me parecen aún más fuertes«.
El pasado día 13, durante el vuelo de regreso de su largo viaje por el sureste asiático, a Francisco le preguntaron directamente: «Estamos cerca de renovar el acuerdo China-Santa Sede sobre el nombramiento de obispos. ¿Está satisfecho o no con los resultados del diálogo que se han obtenido hasta ahora?». La respuesta del Papa no admite equívocos: «Estoy contento con los diálogos con China, el resultado es bueno, incluso para el nombramiento de obispos trabajamos con buena voluntad».
Un repaso a la situación de las relaciones entre la Santa Sede y China.
El Papa busca a toda costa abrir cauces de comunicación a largo plazo con Pekín, con vistas a unas futuras relaciones plenas. Según Gianni Valente, director de la agencia Fides (de las Obras Misionales Pontificias), en opinión recogida por Vatican News, se trata de «realismo cristiano«.
En virtud del cual, el pasado 14 de agosto el cardenal Matteo Zuppi, encargado del Papa para trabajar por la paz en Ucrania, intercambió pareceres por teléfono con Li Hui, representante especial del gobierno chino para los asuntos euroasiáticos. Hacerlo público fue una forma de reconocer el papel mediador de Pekín y mostrar que hay una vía entre ambas partes que no pasa por la Secretaría de Estado y puede auspiciar nuevos acuerdos.
Según expresa Andrea Gagliarducci en National Catholic Register, el modelo a seguir puede ser el empleado con cierto éxito en Vietnam, con quien las relaciones se van intensificando tras unos comienzos y un acuerdo muy similares al firmado con China, con negociaciones que conoció Parolin, ya entonces en la Curia.
¿Cuál es el nivel de acoso a los católicos que puede tolerarse mientras llega ese momento? Desde el 14 de diciembre de 2023, cuando fue aprobado, está vigente un Plan Quinquenal para la sinización del catolicismo en China (2023-2027) que no tiene solo pretensiones políticas, sino incluso teológicas. Según resume Gianni Criveller, misionero en China durante décadas y director de Asia News, no figura en el Plan alusión alguna ni al Papa ni a la Santa Sede ni al acuerdo de 2018, pero Xi Jinping aparece citado cuatro veces y 53 veces la palabra ‘sinización’, con esta pretensión claramente expresada: «Es necesario intensificar la búsqueda para dar fundamento teológico a la sinización del catolicismo, para mejorar continuamente el sistema de pensamiento teológico sinicizado y que el catolicismo se manifieste constantemente con características chinas».
La sociedad socialista
Por supuesto, en el lenguaje oficial «características chinas» es un eufemismo para designar la línea del Partido. El Plan está suscrito por las asociaciones «patrióticas», no por la Iglesia, pero… desde 2018, en virtud del acuerdo, ya no hay jerarquías paralelas. Así, nombre quien nombre a los obispos, el poder para aplicar el Plan solo reside en unas manos: las del Estado.
Aunque siempre hay quien está dispuesto a bendecirlo, como el obispo de Shanghai, Shen Bin, quien traduce lo que es «sinización» para quien quiera entenderlo: «La ‘sinización’ consiste en una señal y una dirección para adaptarse a la sociedad socialista, así como un requisito fundamental para la supervivencia y el desarrollo de la Iglesia católica en China». Así ha quedado mucho más claro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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