24/01/2025

Philip Reilly, el gran precursor provida en EEUU, creó la Marcha por la Vida y salvó 10.000 almas

En el movimiento provida de Estados Unidos, el nombre de Philip Reilly ha sido sinónimo siempre de perseverancia. Monseñor Reilly, nacido en Nueva York y fallecido el pasado 30 de noviembre a los 90 años, abandonó una carrera académica prometedora para responder al llamado de Dios y despertar conciencias sobre el crimen del aborto.

Mientras era capellán en un monasterio de Brooklyn, Nueva York (EE.UU), en 1989, fundó los Ayudantes de los Preciosos Infantes de Dios. Su dedicación infatigable para aconsejar a miles de mujeres angustiadas, y para capacitar a cientos de personas a hacer lo mismo, salvó a unas 100.000 vidas. National Catholic Register ha contado su historia.

Un gran «campeón provida»

«Reilly fue un gran testigo de la dignidad de la vida. Lo conocí en sus últimos años, cuando sufría terribles dolores físicos, pero nunca se quejaba, siempre con una gran fe y una disposición alegre«, dijo el obispo Robert Brennan de la diócesis de Brooklyn. La obra de este gran provida se ha extendido por todas partes, y los Ayudantes están presentes en 45 estados de EE.UU y 30 países, incluidos Australia, Canadá, Irlanda e Inglaterra.

Entre los fundadores del nuevo ministerio provida estaba su propia hermana, la madre Agnes Mary Donovan, de las Hermanas de la Vida. Reilly, tras visitar la cárcel, ideó una estrategia de oración para ayudar a las mujeres embarazadas de la ciudad de Nueva York. Organizó vigilias dirigidas por cardenales, con hasta 2.500 participantes.

Reilly continuó con su misión en las calles ya muy anciano.

Blanco de la ira de los abortistas, siempre antepuso a los bebés y a sus madres.

En 2005, Monseñor Reilly describió la labor de los Ayudantes: «Les llevamos la verdad y tratamos de no permitir que nuestra presencia se interponga en ese propósito. Hacemos tres cosas: vamos a rezar, a informar y a ofrecer ayuda real«, comentó. 

Además, organizaba una misa mensual y la exposición del Santísimo, seguido de una procesión hasta el centro de abortos.

El obispo Kevin Sweeney, de la diócesis de Paterson, Nueva Jersey (EE.UU), recuerda cómo fue invitado a ser Ayudante por el propio Reilly. «Estaba en el colegio cuando escuché por primera vez la palabra ‘aborto’. El director de mi escuela era un gran ‘campeón provida’… se llamaba monseñor Reilly y estaba iniciando a los Ayudantes… Cuando estaba en tercero de la Universidad me preguntó si estaría dispuesto a pasar algún tiempo, una vez a la semana, un sábado por la mañana, rezando en la acera de una clínica de abortos en Queens, Nueva York. El grupo creció de manera constante en las semanas y meses siguientes», recuerda.

A lo largo de su vida, Reilly capacitó a cientos de provida, como Joe Scheidler, fundador de la Pro-Life Action League, y David Bereit, fundador de 40 Days for Life. Además, monseñor Reilly fue uno de los organizadores de la primera Marcha por la Vida en Washington, DC, y participó durante muchos años en ella viajando en autobús con otros activistas de la zona.

Algunos de los bebés salvados por las oraciones y la ayuda de monseñor Reilly. En la foto, con el actor Eduardo Verástegui (el segundo por la izquierda).

Con frecuencia, Reilly escribía artículos, oraciones, daba charlas, conferencias, retiros y vigilias de oración. Después de 22 años de rezar y ofrecer alternativas en un centro de abortos de Brooklyn, este finalmente logró cerrar. Los propietarios dijeron que la presencia continua del grupo ahuyentó tanto a madres como a médicos.

Craig Glantz y su esposa Wenqi, ambos conversos, conocen bien el impacto que tuvo en ellos su amigo Reilly. «En 2007, asistí a una charla de monseñor Reilly, fue una experiencia reveladora sobre el aborto. Después hablé con él sobre la ley del aborto en China y de cómo se podría ayudar a cambiarla. Me sugirió que fuera a verlo al monasterio», comenta Wenqi.

Así comenzaron las visitas regulares para recibir orientación espiritual y formación provida, Reilly los guió como matrimonio y les ayudó a llevar la desgarradora pérdida de su segunda hija. Nacida con ancefalia (falta una parte del cerebro), los médicos les habían recomendado el aborto, pero la pareja confió en Dios y en los consejos de su amigo para superar el dolor.

Los Glantz conducían varias veces al año desde Filadelfia hasta el monasterio de Brooklyn donde vivía Reilly. «Daba igual lo que hiciéramos, era una enorme bendición estar cerca de monseñor. Tenía una santidad que nunca había sentido en ninguna otra persona en mi vida«, recuerda Craig. «Queríamos ser santos porque él era santo», apostilla.

«Nuestro objetivo, nuestro propósito, no es sólo salvar la vida física del niño. Lo que buscamos en última instancia es la conversión de los corazones y la salvación de las almas. Buscamos unirnos a la Santísima Madre y a San Juan al pie de la cruz, en este Calvario moderno que son las clínicas de abortos, donde la imagen de Cristo entre nosotros está siendo crucificada», dijo el padre Reilly en su día, resumiendo la gran labor que llevó a cabo.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»