22/12/2024

PÍO XII, EL PAPA DE FÁTIMA, CONSAGRÓ EL MUNDO AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

 


Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre 
que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, 
la consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón,
 prometiendo salvarla por este medio. 
Tan numerosas son las almas que la Justicia de Dios 
condena por los pecados cometidos contra Mí, 
que he venido a pedir reparación. 
Sacrifícate y reza por esta intención 


Nuestra Señora a Sor Lucía de Fátima, el 13 de Junio de 1929, 
en la Capilla del Convento en Tuy, Pontevedra, España


             Nuestra Señora confió a Lucía: «Por fin, Mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”. A pesar de que el Papa Pío XI fue informado de esta petición de Nuestra Señora, nunca dio el paso; pese a lo cual, en Octubre de 1930, dio por sobrenaturales las Apariciones de Nuestra Señora en Fátima.


PRIMERA CONSAGRACIÓN 
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


             En Diciembre de 1940 Sor Lucía escribe a su Director Espiritual, Monseñor Ferreira, para que solicitase al Santo Padre la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María; Lucía lo narró así: «La noche del 5 de Marzo de 1942, Nuestro Señor pareció hacerme sentir más intensamente que se negaba a conceder la paz por los crímenes que ignoraban Su Justicia y también porque no se había obedecido a Sus peticiones, especialmente la de la Consagración al Inmaculado Corazón de María, aunque había movido el corazón de Su Santidad a cumplirla».



             Casi dos años después, el 31 de Octubre de 1942, en mitad de la II Guerra Mundial y cuando se cumplía el 25 Aniversario de las Apariciones de Fátima y a la vez de su Consagración Episcopal, el Papa Pío XII llevó a cabo una Consagración  del Mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo una mención velada de Rusia en los siguientes términos: «A los pueblos separados por el error y la discordia, y especialmente a los que profesan por Ti una devoción singular y entre los cuales no hubo casa que no honrara Tu venerable icono, hoy quizás escondido y reservado para mejores días, dales paz y llévalos de regreso al redil de Cristo, bajo el Único y Verdadero Pastor».

             En la primavera siguiente, como la guerra continuaba, Nuestro Señor dijo a la Hermana Lucía que la paz mundial no resultaría de esa Consagración del Papa, pero que la guerra se acortaría. El Papa repitió el mismo Acto Consagratorio el 8 de Diciembre de 1941.


SEGUNDA CONSAGRACIÓN


             Por fin, Pío XII consagró específicamente Rusia al Inmaculado Corazón de María en 1952.

          «… al igual como hace unos años, Nos, consagramos todo el género humano al Inmaculado Corazón de la Virgen María, Madre de Dios, así hoy Nos consagramos, y una manera más especial, encomendamos a todos los pueblos de Rusia a este Inmaculado Corazón…»

Papa Pío XII, Carta Apostólica «Sacro Vergente Anno», del 7 de Julio de 1952



FÓRMULA DE CONSAGRACIÓN 
DE LA IGLESIA Y DEL GÉNERO HUMANO 
AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


               ¡Oh Reina del Santísimo Rosario, Auxilio de los Cristianos, Refugio del género humano, Vencedora de todas las batallas de Dios! Ante Vuestro Trono nos postramos suplicantes, seguros de impetrar misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de Vuestro maternal Corazón.

               En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a Vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de Vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo dilacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

               Que os conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

               Vos, oh Madre de Misericordia, impetradnos de Dios la Paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la Paz. Reina de la Paz, rogad por nosotros y dad al mundo en guerra la Paz por que suspiran los pueblos, la Paz en la Verdad, en la Justicia, en la Caridad de Cristo. Dadle la Paz de las armas y la Paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el Reino de Dios.

              Conceded vuestra protección a los infieles y a cuantos yacen aún en las sombras de la muerte; concédeles la Paz y haced que brille para ellos el Sol de la Verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

              Dad la Paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquellos que os profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada vuestra venerada imagen, hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos, y haced que retornen al único redil de Cristo bajo el Único Verdadero Pastor.

               Obtened Paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; contened el diluvio inundante del neopaganismo, fomentad en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la Vida Cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

               Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de Vuestro Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en Él todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Vos, a Vuestro Inmaculado Corazón, para que Vuestro Amor y Patrocinio aceleren el Triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen Bienaventurada y entonen con Vos, de un extremo a otro de la tierra, el eterno Magníficat de Gloria, de Amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

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