Si hubiese que sintetizar en tres frases cómo fue la relación entre el Papa Pío XII y el nacionalsocialismo, muy bien podrían ser las que citó el historiador y periodista José María García Pelegrín durante su intervención el pasado 5 de noviembre en la II Jornada de Historia de la Iglesia. El evento se celebró en el campus de Madrid de la Universidad de Navarra bajo el título Historia de la confianza en la Iglesia.
Tres preguntas y tres respuestas muy claras
¿Qué pensaba Pío XII de los nazis?
“El nacionalsocialismo es la herejía más grave de nuestro tiempo”, dijo en 1924 el entonces arzobispo Eugenio Pacelli, cuando era nuncio en Múnich, en una comunicación oficial a la Secretaría de Estado vaticana. Aún faltaban nueve años para que Adolf Hitler tomase el poder.
¿Qué pensaban los nazis de Pío XII?
Según anotó en su diario Joseph Goebbels, ministro de Propaganda, el mensaje navideño de 1939 de Eugenio Pacelli, ya como Sumo Pontífice, estuvo «lleno de ataques muy mordaces y escondidos contra nosotros, contra el Reich y el nacionalsocialismo”.
¿Qué pensaban los judíos sobre Pío XII?
“Ha fallecido un gran amigo del pueblo de Israel”, dijo la primer ministro israelí Golda Meir cuando murió el Papa el 9 de octubre de 1958.
¿Por qué este giro de opinión de 180°?
García Pelegrín, doctor en Historia por la Universidad de Colonia, es un gran estudioso de la tormentosa relación entre la Iglesia y el nazismo. Entre otros títulos, es autor de Cristianos contra Hitler y La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler, ambos publicados por LibrosLibres.
Dos de los libros de José María García Pelegrín sobre la Iglesia y el nacionalsocialismo.
Y en ReL hemos recogido diversas contribuciones suyas sobre la época:
Una arqueóloga judía fue la primera mujer con un contrato regular en el Vaticano: Hermine Speier
Erich Klausener: el líder de Acción Católica que irritó a los jefes nazis hasta ser asesinado
El mártir Alfred Heiss: por su fe católica se negó a servir en el ejército nazi y fue fusilado
Alojs Andritzki, el sacerdote que hizo en Dachau el voto de no quejarse nunca ni olvidar quién era
Wilm Hosenfeld, el oficial alemán católico que salvó la vida al pianista de la película de Polanski
Con todo este bagaje, ¿cómo abordó Pelegrín el tema que tenía encomendado, Pío XII y el nacionalsocialismo?
José María García Pelegrín, historiador y periodista, es uno de los grandes estudiosos de la actitud de la Iglesia alemana y del Vaticano ante Hitler.
Empezó señalando la paradoja de que, con los antecedentes que suponen las frases citadas, en 1999 se publicase un libro de John Cornwell titulado nada menos que El Papa de Hitler. Según dijo en 2013 el historiador y periodista Sven Felix Kellerhoff, «probablemente no exista ninguna otra figura histórica de rango mundial que haya pasado en tan poco tiempo de ser un modelo ampliamente respetado a una persona condenada por la mayoría».
Los orígenes del cambio se sitúan en la obra de teatro El Vicario de Rolf Hochhuth, estrenada el 20 de febrero de 1963, donde, explicó Pelegrín, «se acusa a Pío XII de ser un cínico sin escrúpulos que, llevado de su obsesión contra el comunismo, justificó las acciones de los nazis e incluso se puso de su lado».
Un experto en Pío XII, Michael F. Feldkamp, explicó en 2022 en el Frankfurter Allgemeine Zeitung que el Papa Pacelli fue víctima de «la propaganda bélica contemporánea», en este caso de la Guerra Fría, que lanzó esa leyenda negra que convenía al comunismo soviético.
Miles de judíos salvados en Roma
Porque, ¿cuál fue la realidad? Como recordó García Pelegrín, durante la ocupación alemana de Roma, del 10 de septiembre de 1943 al 4 de junio de 1944, Pío XII ordenó abrir los conventos de clausura para acoger a los judíos perseguidos: 155 conventos de la Ciudad Eterna escondieron a 4.238 judíos romanos: «A los que hay que sumar los otros 477 que fueron recibidos en el Vaticano y los aproximadamente 3.000 que fueron refugiados en la residencia de verano de Castelgandolfo, donde la habitación del Papa cobijó a mujeres judías embarazadas: en la cama papal nacieron unos 40 niños, muchos de los cuales recibieron el nombre de Eugenio o Pío».
También escogió Eugenio como nombre de bautismo el que era en esos años rabino superior de Roma, Israel Zolli, quien se convirtió al catolicismo el 13 de febrero de 1945 impulsado, entre otros motivos, por el agradecimiento al Papa por su acción salvadora para tantos judíos.
Judith Cabaud contó la historia de Israel/Eugenio Zolli en ‘El rabino que se rindió a Cristo‘ (Voz de Papel).
Pelegrín sacó a colacion asimismo un documento inédito hasta 2013, cuando lo hizo público el historiador Michael Hesemann: una carta del 16 de octubre de 1943 en la que el obispo austriaco Alois Hudal, en nombre de Pío XII, pide al comandante alemán de Roma, el general Rainer Stahel, que ponga fin a las detenciones de judíos.
El general Stahel intervino ante el jefe de las SS Heinrich Himmler y cesó la persecución de los judíos en Roma: «Si hasta entonces habían sido deportados a campos de exterminio 1.800 judíos romanos, el resto de los 12.000 que vivían en Roma lograron sobrevivir», señala Pelegrín. En ninguna otra ciudad europea ocupada por los nazis se dieron porcentajes tan elevados de judíos que escapasen a la deportacion o la muerte.
De hecho, el comité de Yad Vashem [Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá] otorgó en 1985 el título “justo entre las naciones” al sacerdote Pietro Palazzini (1912-2000), entonces vicerrector del seminario romano, quien protegió a muchos judíos en edificios extraterritoriales propiedad de la Santa Sede. Cuando recibió ese honor, el ya cardenal Palazzini dijo que detrás de toda aquella ayuda había estado el Papa.
Judíos a los que hay que añadir los salvados indirectamente: «En 2002, Ruth Lapide, esposa del famoso escritor judío Pinchas Lapide, confirmó que él estimaba en unas 800.000 las personas salvadas directamente por la diplomacia vaticana entre 1939 y 1945″, apuntó el conferenciante.
El riesgo de cada intervención
Pero no todas las intervenciones de la Santa Sede surtían efecto. Pío XII recordaba bien, porque era entonces secretario de Estado de Pío XI, la reacción violenta del régimen nacionalsocialista tras la publicación en 1937 de la encíclica condenatoria Mit Brennender Sorge.
Y gestiones de Pío XII durante la guerra, por ejemplo en favor de los sacerdotes polacos, se tradujeron en mayor represión: «El Papa sabía que un desafío público a los nacionalsocialistas podría tener graves consecuencias para los católicos», recordó Pelegrín, y por supuesto también para los judíos, como había resultado de la intervención en su favor del arzobispo de Utrecht.
El libro de Johan Ickx
Seguidamente, García Pelegrín citó algunos hechos muy concretos y documentados extraídos de «la publicación más reciente y documentada al respecto: el libro de Johan Ickx, director del Archivo Histórico del Departamento para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, publicado en dos versiones originales, en italiano (Pio XII e gli ebrei) y en francés (Le Bureau. Les juifs de Pie XII)».
El fundamental libro de Johan Ickx, en las ediciones italiana (Rizzoli) y francesa (Tallandier).
«Esta obra es significativa porque se basa exclusivamente en los archivos vaticanos de esa época, muchos de los cuales permanecían inexplorados hasta que se abrieron al público en marzo de 2020″, explica Pelegrín: estos archivos «iluminan los esfuerzos del Papa y la Santa Sede en defensa de los judíos y otros perseguidos por el régimen nazi».
Y recuerda que, «desde el punto de vista del Derecho internacional y la diplomacia, la Santa Sede estaba legitimada para intervenir en defensa de los católicos de todo el mundo y, en el caso de los judíos, de los judíos bautizados», y sin embargo extendió su protección a todos los judíos, bautizados -una minoría- o no.
«Uno de los hallazgos más significativos de Ickx es que, al inicio de la guerra, Pío XII creó una unidad organizativa en la Secretaría de Estado que se encargaba exclusivamente de las solicitudes y peticiones de judíos perseguidos en toda Europa», señala Pelegrín: «La documentación de archivo muestra que esta oficina intentó salvar a judíos siguiendo instrucciones directas del Papa».
El archivo Ebrei [Judíos] contiene unos 2.800 expedientes relacionados con intervenciones específicas y solicitudes de ayuda, proporcionando un registro detallado de los esfuerzos del Vaticano para salvar a más de 4.000 judíos.
Dos casos y una conclusión
Respecto a éstos, Pelegrín selecciona dos entre los dieciocho casos concretos que recoge el libro de Ickx:
Uno, la intervención, el 20 de marzo de 1942, del nuncio en Eslovaquia, el arzobispo Giuseppe Burzio, ante el gobierno eslovaco para detener la deportación de judíos, respondiendo a una petición del rabino de Budapest. La “oficina del Papa” envió una nota oficial al embajador de Eslovaquia ante la Santa Sede con el siguiente tenor: “La cuestión judía es una cuestión de humanidad. Las persecuciones de que son objeto los judíos en Alemania y en los países ocupados o […] sometidos son una ofensa a la justicia, a la caridad y a la humanidad. El mismo trato brutal se extiende a los judíos bautizados. Así pues, la Iglesia católica está plenamente autorizada a intervenir tanto en nombre de la ley divina como en nombre de la ley natural”.
Un mes después, el nuncio en Budapest, Angelo Rotta, informó que las deportaciones se habían intensificado, sugiriendo que los esfuerzos del Vaticano, lejos de detener las atrocidades, podrían haber exacerbado la represión nazi en algunos casos. Sobre este incidente, Ickx concluye: “No había nada que la Iglesia pudiera haber dicho o hecho para cambiar la política de persecución de los nazis«.
Dos, el Vaticano también logró éxitos aislados, como la obtención de visados para un grupo de profesores judíos alemanes e italianos que pudieron escapar a universidades en Estados Unidos, Uruguay y Brasil.
A la luz de todos estos hechos, concluye José María García Pelegrín, queda claro que «Pío XII siguió una postura coherente y comprometida en defensa de los judíos y otros perseguidos, siguiendo los principios morales que había defendido durante toda su vida».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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