A dos días de que el 7 de octubre estallase el conflicto latente entre Israel y Palestina, los muertos y heridos de ambas potencias en guerra superan los miles.
Aunque no es fácil de precisar y las cifras cambian por minutos, las fuentes oficiales informan de que los ataques israelíes han matado a más de 700 personas, entre ellas cerca de un centenar de niños, y han causado más de 4.000 heridos, según el Ministerio de Sanidad de Gaza. En el lado israelí, son más de 900 víctimas mortales y 2.600 heridos.
El estallido de ataques, aunque delimitado en el plano geopolítico, no distingue en las víctimas. Los civiles pierden sus vidas como si de combatientes se tratasen. Las 103 parroquias católicas de Israel y Palestina también se ven afectados, aunque nada tengan que ver en el conflicto. Unas sufren daños. Otras, ayudan a reparar sus estragos.
Conforme pasan los minutos, se conocen más testimonios de sacerdotes y peregrinos católicos que presenciaron y sufrieron las consecuencias del enfrentamiento armado.
Uno de ellos es el sacerdote colombiano Jesús Hernán Orjuela, más conocido como «el padre Chucho», a quien los bombardeos sorprendieron junto a los más de 100 peregrinos que le acompañaban.
«Íbamos a tomar el Mediterráneo para subir a Tel Aviv (ciudad de Israel) y entonces lo que se veía eran aviones, un control súper estricto del Ejército, que no me pareció normal, y nos indicaron que acababa de pasar eso, un acto terrorista», señaló.
A día 9, el sacerdote y su gente se encuentran en Nazaret, a la espera de que las gestiones diplomáticas puedan llevarle a él y a los peregrinos que le acompañan a salvo, a su país natal.
El sacerdote desconfía de tomar parte de una de las dos visiones del conflicto, «según lo que se cuenta aquí». Lo que está provocando esta situación, dice, «es que retrocedamos con ideologías. Son conscientes de que apoyan a la gente que vive en la Franja de Gaza, pero a los terroristas no les ha importado destruir familias, jóvenes y niños, no les importa nada».
En el momento en que fue entrevistado, el sacerdote destacó que las autoridades dejaban cruzar la frontera de regreso únicamente a ciudadanos israelíes, y envió un mensaje tranquilizador dirigido a las familias de los peregrinos que le acompañaban.
«Nosotros estamos en territorio de violencia en Colombia, pero aquí es distinto. No sabemos qué va a pasar… Somos 110 personas que pasábamos la frontera, a los extranjeros nos dejaron atrás, a los israelitas los pasaban«, narró.
Otro de los sacerdotes que han relatado su vivencia del conflicto es el argentino Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia en Gaza y perteneciente al Instituto del Verbo Encarnado.
El que según ACI es el único párroco católico de la región, compartió con esta agencia de información un comunicado el mismo día 9 en el que informaba de que la situación continuaba «muy mal».
«Nunca hemos visto cosas como las de esta vez«, cuenta desde la ciudad de Belén, a la espera de poder regresar a la parroquia: «Todos nuestros religiosos y religiosas en esta parte de la Tierra Santa de Palestina e Israel estamos bien», aclaró en el comunicado, aunque reconoció que la misión en Gaza «es la que está pasando momentos muy pesados».
Del propio testimonio del sacerdote se desprende que la Iglesia está colaborando en la ayuda humanitaria desde el inicio del conflicto. Solo en la parroquia de Romanelli se han recibido a más de 80 cristianos y no pocos vecinos de no católicos también han pedido alojamiento y refugio.
En Gaza viven unos mil cristianos, casi todos de lengua y etnia árabe, de los que unos 200 son católicos de rito latino y unos 800 de iglesias orientales. Así es como viven.
«Podía pasar algo» pero «no imaginé algo así»
«Hay cientos de muertos y miles de heridos entre la población», informó el sacerdote, que antes de concluir agradeció también los «cientos de mensajes» que está recibiendo.
A Romanelli tampoco le sorprendió lo sucedido. Según otras declaraciones del sacerdote a La Nación, que lleva residiendo en el país cerca de 30 años, ya preveía «que podía pasar algo».
«En mayo tuvimos una guerra de cinco días. Ya estaba en el ambiente, ciertamente fue un año muy violento y por más que habían cesado las ofensivas de mayo, no quedó bien toda la zona. Por más que nosotros sospechábamos que iba a pasar algo, más por la experiencia, más por lo que hay en el aire, en el ambiente, jamás me imaginé algo así«.
«Desde aquí sigo rezando y trabajando mucho por nuestra misión católica en Gaza, por el bien de todos», concluyó.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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