“La Pascua es la fiesta de la nueva creación. Jesús ha resucitado y no morirá de nuevo. Ha descerrajado la puerta hacia una nueva vida que ya no conoce ni la enfermedad ni la muerte. Ha asumido al hombre en Dios mismo”, explicó Benedicto XVI. La Pascua, que los cristianos celebran en la gran vigilia pascual, es la celebración litúrgica más grande e importante para los cristianos, pues durante la noche se conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos. Desde los primeros siglos, esta fiesta solemne ha tenido un lugar en la liturgia, que se embellece como nunca, se celebra sin prisas y durante más horas y se llena de signos que muestran a Aquel que ha abierto las puertas del cielo redimiendo a la humanidad.
Índice para conocer todo lo relacionado con la Pascua
¿Qué es la Vigilia Pascual?
¿Es la Pascua el momento más importante para los cristianos?
¿Qué relación tiene con la Pascua judía?
¿Por qué la Pascua cambia de fecha cada año?
¿Por qué la Vigilia Pascual se celebra de noche?
¿Qué es la Octava de Pascua?
¿Cuáles son las partes que hacen especial la vigilia Pascual?
¿Qué es el cirio pascual?
¿Qué es el Pregón Pascual?
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¿Qué es la Vigilia Pascual?
Tras el dolor del Viernes Santo y el silencio del sábado, durante la noche los cristianos celebran la gran fiesta: la Resurrección de Cristo. Por eso los creyentes hacen vigilia, conmemorando su triunfo sobre la muerte a la vez que esperan su segunda venida.
San Juan Pablo II explicaba de manera bella y sencilla el 7 de abril de 2004 en la Audiencia General, apenas un año antes de su muerte, el sentido de la Vigilia Pascual: “Al anochecer del Sábado Santo comienza la solemne Vigilia pascual, la ‘madre de todas las vigilias’. Después de bendecir el fuego nuevo, se enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo que ilumina a todo hombre, y resuena jubiloso el gran anuncio del Exsultet. La comunidad eclesial, poniéndose a la escucha de la palabra de Dios, medita la gran promesa de la liberación definitiva de la esclavitud del pecado y de la muerte. Siguen los ritos del bautismo y la confirmación para los catecúmenos, que han recorrido un largo itinerario de preparación. El anuncio de la Resurrección irrumpe en la oscuridad de la noche y toda la creación se despierta del sueño de la muerte, para reconocer el señorío de Cristo, como subraya el himno paulino que hemos tomado como punto de partida para estas reflexiones: ‘Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclame «¡Jesucristo es el Señor!’”.
¿Es la Pascua el momento más importante para los cristianos?
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la ‘Fiesta de las fiestas’, ‘Solemnidad de las solemnidades’, como la Eucaristía es el Sacramento de los sacramentos (el gran sacramento). San Atanasio la llama ‘el gran domingo’ (Epistula festivalis 1 [año 329], 10: PG 26, 1366), así como la Semana Santa es llamada en Oriente ‘la gran semana’. El Misterio de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido”.
De este modo, el Catecismo también recuerda que “la Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz”.
¿Qué relación tiene con la Pascua judía?
“Se podría decir que la Pascua católica está escondida o prefigurada en la Pascua judía, y la Pascua judía es llevada a su plenitud, a su comprensión completa, en la Pascua católica. Fue justamente en la celebración de la Pascua judía cuando Jesús instituye la Eucaristía, en la recordada Última Cena”, explica en ReL Luciana Rogowicz. De este modo, existe un gran simbolismo debido a que la muerte de Jesús cumple así la antigua alianza, pues Cristo es el cordero de Dios inmolado el mismo día de la Pascua judía, cuando los hebreos toman ese día el cordero pascual. Así como Jesucristo libera del pecado y de la muerte con su Pascua, en la judía se recuerda la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud y su paso por el Mar Rojo. Pesaj, como se denomina a la pascua hebrea viene del verbo “pasaj”, que significa “pasó” y “atravesó”.
La celebración pascual aparece relatada en el libro del Éxodo (12, 1-20), conmemorando de este modo la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, el «paso» a través del Mar Rojo, hacia la tierra prometida. El signo principal de la Pascua, en el Antiguo Testamento, es el sacrificio del cordero, que nos alude a algo más grande, como recoge el Éxodo: «…Escogeos una res por familia e inmolad la Pascua. Tomad un manojo de hisopo, mojadlo en la sangre del recipiente y untad el dintel y las dos jambas con la sangre del recipiente; y ninguno de vosotros saldrá por la puerta de su casa hasta la mañana. Yahvé pasará para herir a los egipcios, pero al ver la sangre en el dintel y en las dos jambas, Yahvé pasará de largo por aquella puerta, y no permitirá al exterminador entrar en vuestras casas para herir” (Éxodo 12,21-23).
¿Por qué la Pascua cambia de fecha cada año?
La Semana Santa no tiene una fecha fija, sino que cada año varía días e incluso varias semanas. Eso sí, nunca será más tarde del 25 de abril ni se celebrará antes del 22 de marzo. Y la explicación viene precisamente de la fecha en la que se establece la Pascua. El Catecismo de la Iglesia Católica explica que en “el Concilio de Nicea (año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para que la Pascua cristiana fuese celebrada el domingo que sigue al plenilunio (14 del mes de Nisán) después del equinoccio de primavera. Por causa de los diversos métodos utilizados para calcular el 14 del mes de Nisán, en las Iglesias de Occidente y de Oriente no siempre coincide la fecha de la Pascua. Por eso, dichas Iglesias buscan hoy un acuerdo, para llegar de nuevo a celebrar en una fecha común el día de la Resurrección del Señor”.
El porqué viene de la celebración de la Pascua judía, donde el pueblo de Israel celebraba la fiesta de Pascua en recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto, el día de la primera luna llena de primavera (en el hemisferio norte), es decir, entre finales de marzo y principios de abril. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año solar del calendario moderno. Es por esta razón que cada año la Pascua cambia de día, pues se le hace coincidir con la luna llena.
¿Por qué la Vigilia Pascual se celebra de noche?
La Vigilia Pascual, la noche entre las noches, es conocida también como “la madre de todas las vigilias”. Se celebra desde los inicios del cristianismo y siembre se ha celebrado durante la noche del Sábado Santo. Incluso en el pregón pascual, del siglo IV, se atisba como se celebraba durante toda la noche hasta la llegada del “lucero de la mañana”.
La Pascua conmemora el triunfo de Cristo sobre la muerte, su resurrección, y en los primeros cristianos esta pascua tenía un vínculo muy fuerte con la pascua judía, donde se conmemora la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y que se produjo durante la noche. Desde aquel momento la celebraron como un “memorial”. Para los cristianos supone una prefiguración de la Pascua auténtica de Cristo, en la noche de su resurrección.
Desde su comienzo, la Iglesia ha celebrado con una solemne Vigilia nocturna la Pascua anual. Precisamente la Resurrección de Cristo es el fundamento de la fe y de la esperanza para los cristianos. Además, esta Vigilia es también la espera de la segunda venida del Señor. Es la noche de la verdadera liberación, en la cual “rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo”.
¿Qué es la Octava de Pascua?
La Octava de Pascua comprende la primera semana de la cincuentena pascual que se inicia con el Domingo de Resurrección. Toda esta primera semana es considerada como un solo día, como este domingo, donde se celebra la Resurrección de Jesús, por lo que el gozo y la alegría se prolonga durante ocho días seguidos. Durante esos días las lecturas se centran en los relatos de Jesús resucitado. La Octava concluye el domingo de la Divina Misericordia, primer domingo después del Domingo de Resurrección.
¿Cuáles son las partes que hacen especial la vigilia Pascual?
La Vigilia Pascual se estructura en cuatro partes muy definidas que hacen de esta celebración litúrgica la más solemne e importante:
Primera parte: el lucernario
Según explica la Conferencia Episcopal Española el “inicio de la vigilia o lucernario” se realiza a la entrada del templo donde se preparará la hoguera destinada a la bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las tinieblas e ilumine la noche. El cirio pascual evoca realmente que Cristo es la luz del mundo. La procesión con la que el sacerdote y los ministros entran a la iglesia, se ilumina únicamente con la llama del cirio pascual. Del mismo modo que los hijos de Israel durante la noche era guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado. La llama del cirio pascual pasará poco a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos, permaneciendo apagadas las lámparas eléctricas. Al llegar al altar, se proclama el pregón pascual.
Segunda parte: liturgia de la Palabra
En esta segunda parte se proclaman lecturas de la Sagrada escritura en la que se describen momentos culminantes de la historia de la salvación, cuyo número destaca por encima del resto de celebraciones litúrgicas durante el año. De este modo, hay siete lecturas del Antiguo Testamento, entresacadas de los libros de la Ley y los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir, la lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera la Iglesia “comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas”, interpreta el misterio pascual de Cristo.
Tercera parte: Liturgia bautismal
Una parte esencial de la vigilia pascual es la liturgia bautismal donde se celebra el el sacramento del bautismo. Aun en el caso en que no haya bautizos, en las iglesias parroquiales se hace la bendición del agua bautismal. Si esa bendición no se hace en la pila bautismal, sino en el presbiterio, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio, donde será conservada durante todo el tiempo pascual. Donde no haya bautizos ni se deba bendecir el agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea, a fin de recordar el bautismo. A continuación tiene lugar la renovación de las promesas bautismales, introducida por la monición que hace el sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos, responden a las preguntas. Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el bautismo que un día recibieron.
Cuarta parte: La liturgia eucarística
La celebración de la Eucaristía es el punto culminante de la Vigilia Pascual, porque es el sacramento pascual por excelencia. Durante la comunión, es oportuno cantar el salmo 117, o el Salmo 33 con la antífona “Aleluya, aleluya, aleluya”, u otro canto que exprese la alegría de la Pascua. Es igualmente conveniente que en la comunión de la Vigilia Pascual se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino.
¿Qué es el cirio pascual?
Uno de los símbolos más característicos de la Vigilia Pascual es el cirio pascual. Este cirio se enciende en la noche de la Vigilia Pascual utilizando para ello el fuego nuevo bendecido al inicio de la celebración. Su luz representa a Cristo resucitado, que con su luz ilumina y disipa las tinieblas. A continuación, el cirio es colocado en el presbiterio para que se encienda en todas las celebraciones de la cincuentena pascual, hasta el domingo de Pentecostés inclusive. Luego se llevará al baptisterio, y se encenderá en la celebración del sacramento del bautismo, sacramento que une a la muerte y resurrección de Cristo, y también en los funerales, donde se pide que los difuntos puedan unirse también a la resurrección del Señor.
El propio cirio presenta una serie de símbolos que van más allá de la luz y el fuego. En el cirio se dibuja una cruz, símbolo central del cristianismo y camino hacia el Padre. Igualmente, se incrustan en el cirio cinco clavos, que representan las cinco llagas de Jesús: los tres clavos que traspasaron sus manos y pies, la lanza del costado y las espinas en su cabeza. Además, se graba las letras alfa y omega, primera y última letra del alfabeto griego, mostrando así que Cristo es principio y fin del tiempo y de la eternidad. Y también en el cirio se incluye el año en el que se celebra la Pascua, que simboliza a Dios en el presente.
¿Qué es el Pregón Pascual?
Otro elemento esencial de esta Noche Santa es el pregón pascual o Exultet, uno de los himnos litúrgicos más bellos del cristianismo y que relata el triunfo de Cristo sobre la muerte. Hay testimonios de que existe una tradición de cantar el pregón pascual desde el siglo IV. En la vigilia pascual el encargado de cantar el pregón es un diácono, o por defecto el propio sacerdote celebrante o incluso un cantor seglar.
Exulten por fin los coros de los ángeles,
Exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios Omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los Diáconos,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre Todopoderoso,
y a su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Porque Él ha pagado por nosotros al Eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su Sangre, canceló el recibo,
del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya Sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Esta es la noche
en la que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo, son arrancados
de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.
Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la Santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matutino lo encuentre ardiendo,
Oh lucero que no conoce ocaso y es Cristo,
tu Hijo resucitado,
que volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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