El Resucitado se fue apareciendo sucesivamente a unos y a otros: a los apóstoles en el Cenáculo, a las mujeres junto al sepulcro, a María Magdalena, a los discípulos de Emaús en el camino de aquella tarde, a los discípulos junto al lago. No hay fe verdadera, no hay fe personal hasta que no hay un encuentro personal con el Resucitado. Él quiere salir a nuestro encuentro en estos días santos de Pascua.
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