El gozo que nace del amor a Dios nos permite ver al mundo desde un punto de vista completamente distinto. Antes, estando encadenados al ego, nos encontrábamos encerrados dentro de las estrechas paredes del espacio y del tiempo. Pero una vez que las cadenas se han roto, nos volvemos herederos de inmensidades más allá de toda narración. Entonces, no encontramos nuestras mayores alegrías en las cosas a las que nos aferramos, sino en aquello a lo que nos entregamos y no en el pedir algo, sino en el dar algo. No en lo que otros puedan hacer por nosotros, sino en lo que podamos hacer por los demás. El gozo proviene de utilizar bien los talentos que el Señor nos ha dado y de sentirnos redimidos por ÉL”.
Traducción libre del inglés por DLN de un extracto de “Guía para la Alegría” del Arzobispo Fulton J. Sheen.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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