Se estrena este viernes en los cines de España la película Santiago: Un Camino espiritual. Se pueden pedir pases para grupos, o consultar las ciudades y cines, en esta web.
Donald Hying, el obispo de Madison (Wisconsin, EEUU) recorrió el Camino de Santiago con peregrinos de su diócesis, acompañado de un equipo de filmación. Sus reflexiones, más que sus experiencias, quedan plasmadas en esta película.
La directora del filme es Erin Berghouse, quien ya trabajó con el obispo en una serie de capítulos visuales sobre el Catecismo. Erin Berghouse es también compositora de la música, y de hecho toda la película está organizada a partir de temas musicales, como una sucesión de videoclips de paisajes hermosos, caminantes y detalles, manos sobre el liquen, rocas bajo el sol, sobre la que habla la voz del obispo, en español con acento. La música es buena, eleva el alma, marca el ritmo y apoya las imágenes y los paisajes filmados con drones.
Es inevitable dejar claro que es una película catequética, para adultos jóvenes o mayores. El obispo intercala sus predicaciones. Las hay breves, como pensamientos. Las hay mucho más largas: una inicial, contando la historia de Santiago el Apóstol, otra hacia la mitad del metraje, y una al final, una predicación de kerigma y del amor de Dios.
Al principio causa rareza el fuerte acento norteamericano del narrador (el obispo mismo), pero pronto nos acostumbramos: es como acostumbrarse a caminar con peregrinos extranjeros. Es parte del Camino.
No es crónica de viajes, tampoco espiritual
Lo catequético no llega a ser pesado, y el ritmo es adecuado. Pero lo experiencial entra sobre todo por las imágenes, y no es mucho. El obispo narrador no llega a ser cronista de viajes. No vemos casi nada del choque cultural entre un clérigo norteamericano y la gente de España.
Apenas menciona por su nombre 3 lugares del camino, y da datos de la historia de solo dos puntos. No intenta explicar casi nada de la historia de España o el Camino al espectador norteamericano. No tiene nada que decir de España, excepto que la fe de los cristianos levantó los monumentos.
El apóstol, desde el Pilar
Le interesa el apóstol. Recuerda que Santiago es especial: Jesús se lo llevó al Monte Tabor junto con Pedro y Juan. Más aún, fue el primer obispo o apóstol mártir (San Esteban, martirizado antes, era diácono).
La película empieza en el Pilar de Zaragoza y promete llevarnos «al fin del mundo, atravesando cientos de millas». Para ello hay que seguir «el camino de flechas amarillas». Las imágenes de caminos con piedras muy antiguas, calzadas medievales y desgastadas, se acompañan de guitara española y toques de percusión de madera.
«Caminar nos abre a los demás y al amor de Dios«, predica el obispo. «Dios nos pone un GPS en la vida, que es su enseñanza», añade.
El obispo es más narrador que protagonista. Se deja ver poco. Él y su equipo preguntan a los peregrinos qué les ha llevado al Camino. Algunos dicen que buscan «poder respirar», otros quiere gozar de la belleza natural, otros quieren reflexionar sobre su vida, aprender a vivir el día a día…
«La belleza del camino», dice el obispo, «nos sirve para sanar nuestra ceguera espiritual porque la fe es ver la belleza es de Dios».
Mucho caminar juntos, pero nada de «sinodalidad»
En Portomarín, uno de los tres sitios mencionados por su nombre, ante sus cruces de piedra e iglesias, el obispo reflexiona sobre la Iglesia como comunidad dada por Cristo en «la explosión de Pentecostés enviada para salvar y bautizar».
Hay que decir que aunque estamos en años de cosas «sinodales», expresión que significa «caminar juntos», la película habla mucho de caminar pero nada de sinodalidad.
En cierta ocasión, el obispo se reviste para la misa en una sacristía polvorienta, quizá medieval. Podía dar pie a reflexionar sobre lo antiguo y lo moderno, el Nuevo Mundo y el Antiguo. No hay nada de eso. Tampoco sabemos casi nada de los jóvenes peregrinos norteamericanos a los que vemos rezando o en misa. Nos quedamos con las ganas.
El obispo nos explica que el peregrino aprende a vivir el día de hoy sin inquietarse por el futuro. También que en el camino salen ampollas y heridas. Así reconocemos nuestra fragilidad. Unos curan y vendan a otros y les ayudan a caminar. Es una forma de conectar con el prójimo, de amar y ser amados. El Camino es una representación de la vida. El cojo también camina, a su ritmo…
Caminantes que encontramos
No hay realmente testimonios, pero sí algún peregrino que puede contarnos algo de su vida. Hay una mujer de Indiana, veterana del Ejército americano, que dice que le gusta hablar con la gente, que no puede quedarse quieta, y que sus prioridades son Dios, la familia y el fitness «en ese orden».
El obispo también encuentra a dos chicas españolas, que son hermanas. La mayor, que ya hizo el Camino, ha querido ahora regalar esa experiencia a su hermana pequeña como regalo de Confirmación. Son chicas de fe, pero la película no inquiere más sobre esa fe.
Vemos también a Luigi, un italiano que cuando quedó viudo caminó de Roma a Jerusalén. Después ya pasó al Camino de Santiago. «Al caminar conoces quién eres y descubres que amar al Señor es una cosa bellísima», dice.
El testimonio más detallado y que más emociona al obispo es el de un coreano que lleva 20 años en el mismo trabajo y necesitaba pararse y oxigenarse. Caminando en España con su esposa se ha dado cuenta de que ¡Dios es muy bueno con él! Le le ha dado una familia, un trabajo, una esposa que le acompaña en la ruta. Quería huir de lo cotidiano, pero en el Camino descubre que lo cotidiano es bueno, un regalo de Dios. Ha aprendido a ser agradecido. Le cuesta animarse a pedir una bendición al obispo, pero tras varios días coincidiendo lo hace, emocionado.
En la tumba de Santiago
Nuestro obispo caminante tiene sentimientos especiales como sucesor de los Apóstoles al llegar a la tumba Santiago. Recuerda su ejemplo y su martirio. Después habla del amor de Dios por cada uno. «Eres mi hijo amado, dice Dios». Lo liga al bautismo de Jesús, a nuestro bautismo, a la concha bautismal, al mar en Finisterre.
Los jóvenes peregrinos, serenos, miran al sol que se pone en el fin del mundo.
Belleza en la puesta de sol de Finisterre, los peregrinos reflexionan sobre Dios y la vida.
La película incluye un epílogo largo, opcional, en el que el obispo responde preguntas de estudiantes católicos en la Ave Maria University de Florida. Les da consejos: «Llevad muy poco en las mochilas», «conoced a Santiago en las Escrituras», «pedid que el Espíritu Santo os guie, os acompañe y os ponga gente para conocer en el Camino».
Esta película no responde a la pregunta «qué sienten los peregrinos católicos norteamericanos» al recorrer el Camino. Ni «cómo es recorrer el Camino de Santiago con fe».
Pero aún así es una buena película para ver con adultos jóvenes, grupos scouts, amantes del Camino (sobre todo por sus paisajes y música), grupos de catequesis, etc..
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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