Afirmaba Chesterton que «Cristo no eligió como piedra fundamental al místico Juan, sino a un pillastre, un fanfarrón, un pusilánime y, en una palabra, un hombre. Sobre esa piedra construyó su Iglesia; y las puertas del infierno no han prevalecido sobre ella. Todos los imperios y los reinos han perecido a causa de su debilidad inherente y continua, a pesar de haber sido fundados sobre hombres fuertes y sobre hombros fuertes. Sólo la Iglesia cristiana histórica fue fundada sobre un hombre débil, y por esa razón es indestructible».
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