Hasta hace poco, Peter Vlaming era uno más de los miles de maestros que se ven obligados cada día a poner en riesgo su empleo por referirse a sus alumnos por su sexo biológico, chicos o chicas.
Como profesor de francés en una escuela de secundaria de Virginia (EEUU), Vlaming tenía entre sus alumnos a un estudiante autodefinido como transgénero y tanto él como su familia le exigían que se refiriese al alumno por su nombre y pronombres modificados durante las clases.
Era 2018 y, como explicó recientemente, la junta escolar y la familia le recordó su pretendida obligación de tratar al alumno por su «género percibido». El maestro relata que trató de acogerle en el aula, tratándole desde el respeto pero sin usar los pronombres que el alumno deseaba, acordes a su identidad modificada.
En respuesta, Vlaming confesó que no podía satisfacer su demanda debido a sus «creencias sinceramente religiosas y filosóficas» de que «el sexo de cada persona es biológicamente fijo y no se puede cambiar» y que, por tanto, estaría mintiendo al estudiante y a sus compañeros si accediese al cambio de trato.
Una sola perspectiva: la que ellos prefieren
Finalmente, Vlaming fue despedido y demandó a la junta escolar y a la dirección de la escuela por una violación de su derecho al libre ejercicio de la religión, pero el juez desestimó la demanda antes incluso de revisarse las pruebas. El caso se cerró hasta que la Corte Suprema del estado lo reabrió en diciembre del mismo año.
Amparado por Alliance Defending Freedom, el exprofesor inició una batalla legal en la que él mismo resultó demandado por violar las políticas antidiscriminación de la escuela.
Ambas demandas prosperaron, pero finalmente la Corte Suprema reconoció una violación de su derecho a la práctica religiosa recogido en la Constitución de Virginia.
«Me despidieron injustamente de mi trabajo como maestro porque mis creencias religiosas me pusieron en una situación de conflicto con los administradores escolares, que exigían que los maestros se adhirieran a una sola perspectiva sobre la identidad de género: la que ellos preferían«, cuestionó.
«Despedido por algo que no podía decir»
El docente, amante de su profesión, reconoció haber tratado de «complacer a todos los alumnos», pero como declaró su asesor legal de ADF, Tyson Langhofer, «no podía, en conciencia, decir mensajes que sabía que no eran ciertos, y ninguna junta escolar ni funcionario del gobierno puede castigar a alguien por ese motivo».
«Peter no fue despedido por algo que dijo; fue despedido por algo que no podía decir. La junta escolar violó sus derechos de la Primera Enmienda según la Constitución de Virginia», remarcó el jurista, que catalogó el proceso como una «victoria histórica y arrolladora» en lo referente a la libertad religiosa.
Ahora, seis años después, la junta escolar de Virginia ha accedido a un acuerdo con Vlaming e indemnizarle con 575.000 dólares, así como a eliminar de su expediente el despido y adaptar sus políticas para ajustarse a las nuevas adiciones estatales del gobernador republicano Glenn Youngkin en respeto de la libertad de expresión.
«Nos complace haber resuelto este caso de manera favorable en nombre de Peter y esperamos que otros funcionarios del gobierno y de las escuelas tomen nota del alto costo que implica no respetar las libertades protegidas por la Constitución de los estadounidenses», celebró Langhofer.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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