La mañana de este 25 de diciembre, Francisco ha impartido la tradicional bendición Urbi et Orbi a los miles de peregrinos y visitantes congregados ante el balcón central del Papa en la basílica de San Pedro, que se extiende también según declaró el cardenal protodiácono a quienes la reciben por medio de radio, televisión y nuevas tecnologías.
El mensaje previo a la bendición estuvo plagado de referencias a la Puerta Santa abierta la noche del 24 de diciembre, evento que inauguraba asimismo el Año Jubilar de 2025. Así, Francisco comenzó remarcando cómo el nacimiento de Jesús hace más de 2000 años «se renueva por obra del Espíritu Santo» y que «hoy, en los afanes de nuestro tiempo, se encarna de nuevo la palabra eterna de salvación que dice a casa hombre y cada mujer, : `Te amo, te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta´».
El Papa explicó el significado de la Puerta Santa del Jubileo aludiendo a Jesús como «puerta de salvación abierta a todos, es la puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, de la historia, para que todos podamos volver a Él. Jesús es el pastor, la puerta«.
Recordó a los fieles que esa puerta, la de Jesús y la del Jubileo, «está abierta de par en par y no es necesario llamar para entrar». Solo acudiendo como peregrinos y dejándose reconciliar con Dios «podremos reconciliarnos con nosotros mismos y entre nosotros, incluso con nuestros enemigos«.
Sin embargo, advirtió que «con frecuencia nos detenemos en el umbral y no tenemos valor para atravesarlo», pues hacerlo «requiere el sacrificio de dar un paso adelante, de dejar atrás contiendas y divisiones y abandonarnos en los brazos abiertos del niño que es el príncipe de la paz«.
Fue así como introdujo su recuerdo y llamado de paz particular por cada localidad del mundo en guerra, invitando por Navidad y el inicio del Año Jubilar a todos los pueblos y naciones a hacerse peregrinos de esperanza, silenciar las armas y superar las divisiones».
En este sentido, imploró por abrir la puerta de las negociaciones, diálogo, encuentro y una paz justa y duradera en Ucrania. Rogó también por que «callen las armas» en Oriente Medio. Con los ojos fijos en la cuna de Belén, dirijo mi pensamiento a las comunidades cristianas de Israel y Palestina, en particular a Gaza, donde la situación humanitaria es gravísima. Que cese el fuego, se liberen a los rehenes y se ayude a la población extenuada por el hambre y la guerra».
Francisco también recordó especialmente a la comunidad cristiana de Líbano y de Siria, regiones «laceradas por el conflicto» que también precisan de una reconciliación. Entre otros países con desastres humanitarios activos, mencionó su apoyo a los miles de niños afectados por la epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Mali, Níger o Mozambique, afectados también por conflictos armados y la «plaga del terrorismo».
Junto con los afectados en los países del Cuerno de África, por quienes rogó que se extienda «la paz, la concordia y la fraternidad», imploró también por que el hijo del Altísimo sostenga el compromiso de la comunidad internacional para favorecer el acceso de la población civil de Sudán a las ayudas humanitarias».
Tras mencionar a los habitantes de Chipre y Myanmar, se detuvo también en su deseo de que «el niño Jesús inspire a las autoridades políticas y personas de buena voluntad» del continente americano, llamando especialmente a «promover la armonía social» en países como Haití, Venezuela, Colombia o Nicaragua. «Que se trabaje especialmente durante este Año Jubilar para edificar el bien común y redescubrir la dignidad de cada persona, superando las divisiones políticas».
«Recuperar los valores fundamentales de la vida humana»
Tras la detenida mención a los países afectados por conflictos y desastres, se refirió también a la importancia de redescubrir «la sacralidad de cada vida«, así como «recuperar los valores fundamentales de la vida humana».
«Él nos espera en ese umbral, a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles, a todos los niños, a los ancianos, a nuestros antepasados, a cuantos han perdido la casa, huyen de su tierra, a cuantos han perdido o no encuentran su trabajo, a los encarcelados o a quienes son perseguidos por su fe«, agregó.
Antes de impartir la bendición, el pontífice remarcó su gratitud «hacia quienes se esmeran al máximo por el bien de manera silenciosa y fiel», mencionando especialmente a padres, educadores, maestros y los misioneros, «que llevan luz y consuelo por el mundo a tantas personas en dificultad».
En el Jubileo, «cada uno está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el hijo de Dios que nació en la fría oscuridad de la noche, persona todas nuestras ofensas. Él ha venido a curarnos y perdonarnos. Peregrinos de esperanza, vayamos a su encuentro, abrámosle las puertas de nuestro corazón como Él nos ha abierto, de par en par, las puertas del suyo», dijo antes de impartir la bendición Urbi et Orbi.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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